Capítulo 32

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Calvera miraba su vuluptuoso vientre, Izta lo examinaba. Se veía más grande de lo que sería normalmente para las semanas que ella calculaba, aunque la guardiana de Quetzalcoatl se veía totalmente sana.

—Quizá le erré un poco a las cuentas y estas cerca del octavo u noveno mes. —Le dijo la curandera. —Te recomiendo no hacer esfuerzos, ni se te ocurra bajar o subir las escaleras. Quédate aquí por lo que resta del embarazo. —Recomendó.

—Pero pueden ser uno u dos meses— recalcó.

—Es mejor para tí, no quiero que vayas a entrar en parto en cualquiera de las otras casas. Mejor quédate en Escorpio. Yo vendré a verte todos los días. No dudes en buscarme en cuanto sientas algo raro.

—Me siento muy ansiosa. —Confesó.

—Todo saldrá bien, ya lo verás.

—¿Y como te va tu vida como casada? —Preguntó Calvera para aliviar la tension.

Izta se sonrojó y miró hacia otro lado. Calvera la observó divertida, pues seguía siendo muy pudorosa a pesar de haber visto el cuerpo humano innumerables veces.

—Pues soy feliz— Dijo finalmente— muy feliz, no sé que más decirte.

—Un mes de casada y sólo puedes decirme que eres feliz— Se burló la otra. —No tengas tanta vergüenza soy tu amiga.

—Basta, no quiero hablar de ello, es muy privado.

—Y natural.

Pero Calvera decidió no molestarla más y preguntarle algunas dudas que tenía del embarazo.

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Más tarde, Izta subía los peldaños hacia la última casa. Entró en Piscis buscando a su dueño.

—Albafica— llamó.

—¿Qué ocurre?— salió de su sala privada.

—Tengo algo para ti— dijo la mujer. Sacando un libro de su canasta. —Es un libro de venenos y antídotos, espero te sirva.

—Muchas gracias, por cierto, hay un joven conocido mio, experto en las artes médicas, me escribió una carta. Diciendo que vendrá a visitarme pronto y quiere conocerla.

—¿A mí?

—Quiere conocer a la mujer que es capaz de soportar mi sangre.

—Quizá debería buscar hacer más antídoto para tu sangre.—Sugirió ella

—Yo preferiría que no— Dijo él— Yo se que lo haces con buena fe, pero mi sangre es mi mejor arma, mejor que no se sepa que hay un antídoto, me dejarías indefenso.

—Te entiendo. Pero al menos dame el gusto de saber que se lo diste a alguien y ya no estarás tan sólo.

—Aún no me atrevo a dárselo a alguien.

—Que extraño, pensé que tomarías en cuenta a cierta florista que se desvive por tu atención.

Albafica se sonrojó y desvío la mirada.

—Yo.. —Intento iniciar una frase, pero no sabía que decir.

—Tranquilo, no diré nada, le prometí a mi marido que no metería mi cuchara en los asuntos de otros.

Izta se despidió y se dirigió a su casa. Le escribiría una carta a su hermano, hacia tiempo que no se comunicaba con él.

De camino, se encontró con la linda florista que subía a dejar las ofrendas.

Los Caballeros Del Zodiaco TLC: Encontrando El CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora