Capitulo 23

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Habían sido días agitados, mientras Izta se acostumbraba a vivir en Grecia, pues a pesar de ser bienvenida en la casa de los floristas, todavía se sentía ajena.

Aún así, consiguió que le prestaran un cuarto en casa de Calista, que ella adecuó como consultorio. Dos semanas habían pasado desde que llegó, mismos días en que no había podido ver al santo de Capricornio, pues le habían mandado a una misión el día siguiente que ella llegara.

Izta entonces se había concentrado en sus proyectos personales, había puesto su consultorio y también comenzó a enseñar a algunas chicas del pueblo distintas materias.

Ahora que sus alumnas se habían ido y se quedó sola en en el consultorio, esperando a que algún paciente llegara, pensando en cuanto extrañaría al Cid ahora que lo habían enviado a una misión en el extranjero. Cuando escuchó que alguien abría la puerta. Se trataba de Calvera.

-Izta vengo por un remedio- le dijo la mujer, que se veía algo descompuesta.

-¿Qué te ocurre? - preguntó la curandera acercándose a ella para examinarla mejor.

-Creo que tengo un resfriado - le informó- he vomitado en la mañana y me he sentido terriblemente agotada.

-Haz tenido fiebre- cuestionó.

-No- respondió- Kardia me lo hubiera dicho.

-¿Desde cuando te sientes así? - interrogó cuando una ligera sospecha comenzó a tomar forma.

-Va casi una semana que me siento cansada y había tenido náuseas, pero pensé que era por el viaje en barco y ahora comencé a vómitar.

-¿Haz tenido dolor de cabeza?

-No

-¿Mareos?

-Algunos

-¿Apetito?

-Me ha dado por comer mucho, pero hoy lo he devuelto todo.

-¿Y tu sangrado?

-Fue... - Calvera comenzó a hacer cuentas en su cabeza, no recordaba, habían pasado tantas cosas. Abrió grandes los ojos cuando reacciono a lo que sospechaba su amiga. - Oh por los dioses.

-Deja te hago un chequeo rápido- le dijo mientras cerraba la puerta con seguro y le hacia una seña a Calvera para que se acostará en la cama.

Momentos después, ambas jóvenes salían con dirección al mercado antes de que cerraran los puestos. Debían comprar algunas hierbas, frutas y verduras.

Ya para el atardecer subían por el Santuario llegando a la octava casa, entraron encontrandola vacía.

-Kardia no debe tardar, debe seguir en los entrenamientos.- comentó la guardiana de Quetzalcoatl.

Izta le dijo a Calvera que descansará un rato, que ella se iba a encargar de hacer la cena, pues su compañera se veía realmente cansada.

Cortó las verduras y la carne para comenzar a preparar un caldo, algo realmente nutritivo y que le sentará bien en el estómago. Cuando Kardia llegó se sorprendió de ver a su esposa recostada en un sillón y a la médico en su cocina preparando algo. Se acercó a Calvera preocupado.

-¿Qué ocurre? - preguntó inclinándose y tomando las manos de su esposa entre las suyas.

-Kardia- Comenzó ella sonrojada- mi querido Kardia, vamos a ser padres.

-¿Qué? - soltó el impresionado, antes de levantarse y levantar a su mujer para abrazarla- ¿De verdad?

Ella asintió repetidamente con sus ojos empañados en lágrimas. Se besaron, Izta los miraba sonriente desde la cocina, sosteniendo en la mano la cuchara con que revolvía la comida.

Ya después de tantas demostraciones de amor, los tres cenaron, los esposos estaban agradecidos de la preocupación de su amiga. Ya era tarde cuando la joven se disponía a volver a su casa, el santo de Escorpio la encaminó hasta la cuarta casa, donde al encontrarse con Manigoldo, este se ofreció a llevarla hasta Rodorio, el dorado se vistió de civil y salieron los dos del santuario.

Hablaban de muchas cosas, hasta que Manigoldo sacó un tema que resultó de sumo interés para Izta.

-Entonces después de tantos años volviste a verla- recapituló ella.

-Si han pasado cinco años, ella debe tener 18 o 19  - dijo él.

-Y te gusta- afirmó ella mirándolo con burlona picardia.

-Oh vamos, no es gustar de qué va en serio,- comentó él intentando restarle importancia, pero su gesto le decía a Izta todo lo contrario.

-¿Por qué no intentas que sea enserio? - Preguntó ella sincera.

-No lo sé, se ha puesto más guapa, eso sí, que no lleve ropas de hombre le suma muchos puntos, pero tampoco puedo de dejar de ver a la chiquilla que se vestía de niño y osó robarme en las callejuelas de Italia.

Izta lo miró conmovida, Manigoldo no se daba cuenta que aquel reencuentro le había golpeado duro, quizá ese ser que llamaban Cupido, había logrado flecharlo.

-Pues yo insisto en que vale la pena intentarlo.

-¿Desde cuando eres experta en el ámbito romántico? - preguntó Manigoldo alzando una ceja. Ella rió algo apenada.

-No lo soy,  no creo que nadie lo sea- respondió ella mirando al cielo buscando la constelación de Capricornio.- pero nunca lo sabrás si no lo intentas, y por lo que me dices esa la chica te importa.

Él guardo silencio y ella tampoco siguió, solo caminaron hasta llegar a la casa de Agasha, se despidieron y ella entró en la vivienda, Manigoldo devolvió sus pasos, sin saber que unos ojos azules les habían visto.

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La curandera se levantó temprano, se alistó y preparó el desayuno, no había podido conciliar el sueño e ignoraba realmente el por que.

Tarareaba una canción mientras terminaba de preparar, avena, se limpio las manos en su delantal mientras y comenzó a servir cuando los habitantes de la casa se sentaron en la mesa.

Se quedó a ayudar un rato en la florería y declinó la invitación de Agasha para ir al santuario, pues se debían de entregar las ofrendas. Aunque deseaba ver a Calvera, si iba al santuario perdería toda la mañana y era cuando más personas iban a buscarla.

Así que camino en dirección al consultorio y abrió la puerta, indicando que se encontraba disponible.

Comenzó a hacer algunas anotaciones sobre el embarazo de Calvera, más que nada para llevar un control, aunque seguramente ella ya estaba más que protegida por los dioses de dos civilizaciones.

Una joven tocó a su puerta abierta, ella le dio el pase, miró que era la misma chica italiana a la que ayudó el otro día. La joven le agradeció nuevamente, presentándose.

-Soy Gioca.

-Mucho gusto, soy Iztaccihuatl, pero me llaman Izta. - supo que aquella era la muchacha de la que habían hablado la noche anterior ella y su amigo. - ¿Algo en lo que pueda ayudarte? - preguntó amablemente.

-Solo venía a agradecerle nuevamente. - dijo la joven.

-Si tienes problemas con el idioma, yo puedo enseñarte- sugirió,- le enseño a algunas chicas a leer y escribir, si quieres te ayudo a hablar griego también.

La chica la miró con asombro y asintió sonrojada.

-Ven entonces a las 3 de la tarde - le informó y Gioca se retiró.

Izta sonrió, podía ayudar a Manigoldo un poquito, así como estaba planeando hacerlo con Albafica.

Los Caballeros Del Zodiaco TLC: Encontrando El CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora