Capitulo 33

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Serinsa se sentía realmente feliz, para empezar continuaba con la tarea de su maestra y se dedicaba a la sanación, después de todo había aprendido mucho con la curandera. Además de aprender por su cuenta durante los dos años que estuvo ausente.

Y su sonrisa se ensancho cuando miró a la hispana entrar por la puerta, cargaba una canasta llena de sobres.

—Buenos días Serinsa — saludó.

—Buenos días maestra— respondió ella.

—Aquí te traigo algunas hierbas que he estado recogiendo.

—Gracias.

Se entretuvieron ahí hablando y estudiando la función de cada planta.

—Albafica me ha dicho que un joven curandero que conoció vendrá pronto, espero que podamos aprender mucho de él.

—Eso sería muy bueno, por cierto maestra, le han enviado esto. —Dijo Serinsa poniéndose de pie y sacando una caja de madera de un mueble. — Llegó ayer y no había tenido oportunidad de llevárselo.

Izta tomó el paquete con curiosidad y desató el lazo que la sellaba. Quitó la tapa y dentro se encontraban algunos libros, un par de instrumentos raros y una carta. Abrió la carta y se encontró con la delicada caligrafía del regente de Bluegard.

Unity le volvía a pedir disculpas por todo aquello que había ocurrido, le agradecía su trato y los remedios que le dejó, le había enviado algunos libros que esperaba fueran de su agrado y algunos objetos que novedosos que utilizaban los médicos en Francia.

Izta sacó los instrumentos, más intrigada por aquel que parecía un cono, una nota con un dibujo similar le explicaba para que servía, aparentemente era para oír el latido de un bebé dentro del vientre materno.

Algunas pinzas y estiletes de los que luego leería su uso, tomó los libros que se encontraban en francés y describían el cuerpo humano y su anatomía.

Izta estaba maravillada y al parecer Serinsa también ya que hojeaba un libro con total admiración.

Izta recogió las cosas y se retiró, dejando sola a su pupila, se daba cuenta que Serinsa siempre había mostrado cualidades para las artes curativas, Agasha más a la enseñanza y Gioca a aprender lenguas, además de su entrenamiento, aunque todas eran muy buenas alumnas.

Agasha seguia impartiendo lecciones a otras chicas enseñándoles a leer, escribir y matemáticas básicas. Mientras que Gioca seguía sus estudios de manera independiente gracias a la biblioteca de Acuario y la ayuda de Izta. Serinsa continuaba en el consultorio que antes fuese suyo.

Izta estaba orgullosa de todas ellas.

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El sol se ocultaba cuando un joven bajaba de un barco, con su morral echado sobre su hombro, se interno en el pueblo buscando alojamiento, al día siguiente esperaba poder ver a un amigo.

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Serinsa se dirigía a la escalinata de Piscis, subía hacia el camposanto, deseaba dejarle un ramito de flores al señor Hasgard. Se sorprendió al encontrar al caballero de dicha casa dirigiendose a donde mismo.

Le acompañaba un muchacho de bronceada piel, cabello cobrizo y ojos verde olivo, que se clavaron en ella cuando sintieron su presencia. Serinsa se sonrojo no importaba cuanto tiempo hubiese pasado, aún no se acostumbraba a que la miraran sin su máscara.

—Buenos días señorita Serinsa.

—Buenos días señor Albafica.

—Te presento a Pefko, es un viejo amigo. Supongo que a ti y a Izta les agradará conocer a un gran curandero.

—Señor Albafica, por favor— respondió el joven para luego tenderle la mano a Serinsa quien recibió el saludo gustosa.

Siguieron su camino al cementerio, los varones se desviaron a la tumba del antiguo caballero de Piscis y la joven mujer fue a dejar el pequeño ramillete en la tumba del que hubiese sido su mentor.

—Espero que estés orgulloso de mí, quizá te hubiera gustado verme como amazona, pero soy realmente feliz aquí. —El viento sopló, meciendo sus celestes y cortos cabellos.

Los tres devolvían sus pasos y Serinsa acompañaba a Pefko pues ambos se dirigían al pueblo, Albafica se quedó en Piscis mientras observaba a los más jóvenes marcharse.

Ambos curanderos llegaron a Capricornio con intensiones de buscar a la maestra de Serinsa, pero nadie se encontraba en la casa. Decidieron buscarla en Escorpio, donde la Guardiana de Quetzalcoatl les dijo que Izta se encontraba en el coliseo, pero que seguramente bajaría después.

Ambos jóvenes continuaron su descenso, cuando cruzaban Tauro, Teneo reconoció el cosmos de Serinsa y salió a saludarla, pero no esperaba encontrarla acompañada.

La joven le presentó al joven y un extraño malestar se le situó al caballero en la boca del estómago. Se sintio aún peor por el hecho de que Pefko era buena persona y no se merecía el pensamiento negativo de parte de Teneo.

El joven Tauro sólo podía pensar en el deseo de que aquel joven desapareciera de su vista, sobretodo por que Serinsa se sonrojo y sonrió por algo que el curandero dijo.

—Tengo entrenamiento— soltó de pronto y se dio media vuelta, con dirección al coliseo. — Tienen permiso para pasar.

—Si ves a mi maestra dile que estaremos en mi consultorio. —Dijo la joven a modo de despedida.

Teneo hizo una seña con la mano y se retiro, aun le ardían las entrañas, malestar que aumentaba al darse cuenta de que Serinsa y Pefko estarían solos en esa habitación por mucho tiempo. De pronto solo sentía impulso por golpear algo.

Así lo encontraría Izta más tarde, golpeando con su fuerza bruta algunas rocas, los nudillos se le habían herido y él no parecía ni inmutarse.

—Creo que la roca no te ha hecho daño. — llamó su atención.

Teneo le miró y luego se miró los nudillos, quería hacerse daño y por eso no había empleado toda su fuerza bruta sin ayuda del cosmos.

Era doloroso. Pero no se comparaba con el dolor de su pecho. Izta le limpio las heridas y le vendo las manos, en los ojos del muchacho pudo ver el dolor de alguien que teme perder a un ser querido.

—No creo que este lío se resuelva a golpes. —le dijo y se levanto para dirigirse a donde se encontraba su marido.

—Serinsa me pidió que le dijera que la esperan ella y un tal Pefko en el consultorio. —Dijo Teneo con la mirada perdida en la hierba que crecía por derredor.

—Oh vaya, ya llegó— comentó ella— bajaré de inmediato.

Y así lo hizo, dejando a Teneo solo con sus pensamientos.

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Serinsa escuchaba maravillada los relatos de Pefko y como había viajado tanto, haciendo una enorme investigación sanatoria en el proceso.

Izta entró en su antiguo consultorio, y al ver a Pefko entendió el comportamiento de Teneo. El joven Tauro sentía celos.

Los Caballeros Del Zodiaco TLC: Encontrando El CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora