Capitulo 21

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Habían pasado ya casi dos años e Izta se encontraba desesperada, no había tenido tiempo de nada, apenas llegó le dieron la misión de educar a otras muchachas para curanderas y parteras.

Ella no podía volver a Grecia de momento, Calvera al tener el poder de Quetzalcoatl podía ir cuando quisiera, pero ella no podía hacer eso, se comunicaba mediante cartas con el Cid, aunque a veces le parecían eran demasiado escuetas.

Suspiró guardando la última carta, no quería llorar en ese momento, había pasado casi todas las noches llorando desde que se fue, lloraba cuando creía que nadie la veía.

Salio de su cabaña, hacía calor así que se dirigió a una pequeña cascada que la gente de la pequeña tribu usaba. Por lo general estaba llena de gente, pero ahora se encontraba vacía, Izta se despojó de la mayoría de sus ropas, quedándose solo en la enagua.

Se metió en el agua, se hundió por completo en ella, saco la cabeza solo para tomar aire y se quedó un rato flotando en el manto acuífero  mirando el cielo azul decorado con esponjosas nubes blancas.

Ahí se permitió llorar, sin saber que tres personas la observaban.

-No aguantó el verla así - dijo Calvera. - Deben considerar el dejarla ir.

-A mi también me duele, pero ella tiene un destino que cumplir- debatió Chimalli.

-Me temo que no nos queda mucho por lo que luchar. - sentenció la diosa Tozi, observando a su guardiana.

-Pero...- iba a rebatir el hermano quién fue acallado por la mano de la diosa.

-Solo podemos luchar por lo que tenemos y su conservación, nunca podremos recuperar la gloria que teníamos en el pasado.

-¿Qué sugieres entonces mi señora? - preguntó Calvera.

-Yo hablaré con ella - dijo la diosa.

Tozi bajo hasta la laguna, y pudo ver a su guardiana parada en medio de ésta dandole la espalda, ignorando su presencia. Izta estaba entretenida, viendo la medalla de oro que el Cid le había regalado cuando partió, el dije consistía en una pequeña placa redonda plateada con el grabado de las estrellas que formaban la constelación de Capricornio.

La junto a su pecho y comenzó a sollozar nuevamente.

-Iztaccihuatl,- Llamó serenamente la diosa, - mi niña no llores.

Izta se giró y se refugio en los brazos de su diosa, a quien no le molestó que la joven le mojara las ropas.

-Ay mi señora- se quejó la joven- quisiera arrancarme el corazón si no puedo volver a verlo.

-Mírame - ordenó la diosa.

Izta obedeció con los ojos aguados. Su diosa sonrió y le limpió las lágrimas.

-Mi pequeña Iztaccihuatl, yo como tú diosa te quiero hacer una pregunta, ¿Con aquel hombre eres feliz?

Izta asintió sincera.

-Le quiero, mi señora tal vez piense que soy joven e inexperta, pero lo que siento con él, lo que mi corazón y mi juicio hacen al lado de él, no ha sucedido como nadie más. Y le ruego que me deje verlo sólo una vez más.

La diosa pudo ver la verdad en sus sentimientos y le acarició los largos cabellos negros.

-No mi pequeña,- dijo la diosa - no dejaré que le veas una última vez más.

El color abandonó el rostro de Izta, pero su diosa siguió.

-Tú podrás verlo cuando te plazca, Iztacihuatl, pues desde ahora te libero de mi servicio, no puedo soportar verte triste, y que yo sea la causa de tu infelicidad.

-Pero mi señora- protestó Izta cuando procesó sus palabras. - Yo no quiero que piense que quedarme aquí me hace infeliz, solo le pido la oportunidad de pasar un tiempo con él.

-No mi niña, yo te veo llorarle, le has llorado estos años, y no sabes lo que me duele verte así. Yo te mande esperando que encontraras tu destino y lo hiciste, no solo encontraste la manera de salvar vidas, si no qué también te enamoraste y el amor mi querida Iztaccihuatl es quizá lo único por lo que vale pelear, ya anteriormente perdí a una Iztaccihuatl por amor, y no perderé a otra.

Izta abrazó a aquella mujer, y lloró una vez más.

-Nunca olvidaré lo que has hecho por mí. - le dijo la diosa.

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Calvera observaba el semblante nervioso de Izta, que no dejaba de tamborilear los dedos en el alféizar de la ventana del camarote.

-Eso no hará que lleguemos antes- dijo la mayor.

-Es que estoy ansiosa, hace tanto que no lo veo, ¿Y si ya no me quiere? ¿Debí preguntarle si podía ir? - se quedó unas milésimas de segundo pensando antes de responderse a si misma- Debí preguntarle, por todos los dioses, no sólo mandarle una carta que dijera simplemente que voy en camino.

Calvera soltó una melódica carcajada.

-Estas más ansiosa que una novia antes de la boda,- se levantó de su cama  y se sentó junto a ella- haz esperado todo este tiempo para volver a verle y ahora me dices que estas aterrada.

-Es que han ocurrido tantas cosas,- se acaricio la medalla que pendía de su cuello - Me aterra pensar en lo que voy a encontrar.

-Kardia dice que el Cid es el Caballero más fiel a Atenea, no veo por qué sería distinto contigo.-Izta suspiró y Calvera decidió intentar de animarla - Cuentame entonces como pasó todo, que no me has dado los detalles.

Izta le relató todo, como él siempre fue distinto con ella, no de una mala manera, si no que no la miraba como otra chica más. Y mientras muchos dorados la habían adoptado como a una hermanita, el Cid siempre la trató como la adulta que era.

-¿Y no hicieron nada?- preguntó Calvera pícara.

-Claro que no - respondió ella igual que un farol chino y una duda la asaltó. - ¿Qué se siente?

Izta sabía que Calavera y Kardia se habían casado en una ceremonia muy privada, según le había dicho su hermano, solo los dorados, el patriarca, la diosa Atenea y algunos dioses mexicas asistieron.

Izta no pudo asistir al ser la guardiana menor de una diosa y no poseer poder divino en sí o una armadura.

Calavera iba y venía de cumplir sus obligaciones como representante divina y como esposa. Antes de responder la guardiana de Quetzalcoatl sonrió con añoranza.

-No te voy a mentir, la primera vez duele y se siente bien, luego solo se siente bien, ya sabes compartir esa conexión con alguien y desear despertar con él todos los días.

Izta se quedó mirando el techo un rato, pensando en eso. En que se sentiría entregarse en cuerpo y alma a alguien que amas.

No supo en qué momento se quedó dormida, Calavera la observaba, aquella chica podía ser valiente, aventurera e intrépida cuando se requería, siendo inocente en muchas otras.

Esperaba que su amiga fuese feliz con el hombre que había elegido amar. Aunque le había preocupado que este último no amara realmente a su amiga, ya qué todos lo tachaban de ser un hombre frío y sin emociones.

Aunque Izta lo había descrito distinto.
Quizá ella si había podido ver debajo de toda aquella coraza, pues siempre había sido así, Izta podía meterse en tu ser de manera inconsciente.

Por eso tenía tantos amigos, aunque no había conocido a alguien que se enamorase de ella y viceversa.

Los Caballeros Del Zodiaco TLC: Encontrando El CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora