-Es que no lo entiendo Izta, ¿Qué es lo que nos retiene aquí? - Preguntó el hombre a su hermana.
-Es que yo quiero asegurarme que todos los heridos estén fuera de peligro. - Excusó ella.
-Eso mismo dijiste la semana pasada. Ya tenemos una quincena aquí, lo lamento niña, pero nos iremos en el barco que sale de aquí a España en dos días y fin de la discusión.
-Hermano, no quiero irme.- rogó ella- puedo quedarme aquí un rato más.
-La guerra santa terminó y no dejaré que te quedes aquí sin la protección de los antiguos dioses. - sentenció el mayor- ¿No lo entiendes? Tú pueblo te necesita, no le puedes dar la espalda.
-Es que eres tú él que no entiende- reclamó ella- aquí soy feliz.
-Y lo serás allá, no puedes traicionar a tu patria, estás ignorando lo más importante por un hombre que encima es español.
-Qué sea español no tiene nada que ver, nosotros somos descendientes de españoles.
-Y mira lo que nuestro padre te hizo. - Rebatió él, - no puedes quedarte más, la señora Tozi te espera.
Ella suspiro resignada. No podía negarse a una orden de su diosa.
-Aprovecha para despedirte.- recomendó él, tocándole el hombro.
Izta aguantó las ganas de llorar y salió de la habitación que rentaba su hermano. Se encontró a Calvera, ya que ella también había querido ir a conocer Grecia y según le había informado Manigoldo, Kardia y aquella mujer estaban altamente empalagosos y los había encontrado en situaciones comprometedoras en algunos sitios del santuario. Y por la facha de la guardiana de Quetzalcoatl, Izta no dudó de la palabra del caballero de Cáncer.
Se saludaron y la mayor se fue a su habitación, Izta camino primero por Rodorio, despidiendose de sus pacientes y de algunos otros que consideraba amigos, como Agasha y Serinsa, quienes prometieron estar en el muelle para decirle adiós.
Izta subió lentamente al santuario, pasó por las doce casas sin problemas, sintió deseos de llorar en la décima casa, pues el Cid, no le había impedido el pase, pero tampoco había salido a saludar, desde que se enteró que ella volvería a su tierra natal y quizá no iba a volver, él no le había dirigido la palabra y tampoco había aceptado verla, Izta suponía que se sentía traicionado o que creía que lo sucedió entre ambos no había sido más que un juego del momento.
Para Izta había sido bastante real.
Subió hasta la sala del Patriarca y solicitó una audiencia con la Diosa, Atenea la atendió casi de inmediato, sorprendida por la noticia, le agradeció de nueva cuenta la ayuda y le invitó a visitarla cuando quisiera.
Izta agradeció todo y se fue despidiendo de cada caballero a su descenso, de todos menos del Cid, que no había salido, otra vez, a su encuentro.
Se quedó aquella noche en el santuario, en la habitación que le habían proporcionado. Llorando por su amargo destino, preguntándose por qué se habían tenido que enamorar si no podían estar juntos.
Así llorando se quedó dormida.
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Al día siguiente, Izta guardó todas sus cosas, limpio la habitación que le habían dado y le avisó a la encargada de las doncellas que ya se retiraba, no sin antes agradecerle por su hospitalidad.
Llevaba todas sus cosas con ayuda de su hermano, pero cuando pasaban por la entrada de las doce casas, Izta sintió que debía hacer algo y disculpándose con su hermano y rogándole que la esperara en aquel sitio, subió lo más rápido posible que pudo los escalones, sin pedir permiso, pero nadie le prohibió el pase.
Llegó a la décima casa y comenzó a golpear la puerta del privado.
-Se que estas ahí,- gritó, cuando nadie atendió su llamado. - está bien si no abres, pero escuchame...
El Cid se quedó cerca de la puerta, pero no emitió ningún sonido.
-Iba a decírtelo, lo juro, no quería que nada de esto terminará así, nada. Me alegro que se haya derrotado a Hades, pero el fin de la guerra marcó mi final aquí.
>Se que has perdido demasiado, y que crees que lo que hice fue desleal, pero yo no pude evitarlo, estar cerca de ti me gusta, me haces feliz y nunca había sentido un miedo tan grande como cuando casi te vi morir frente a mis ojos.
>Tal vez nuestra relación no debió avanzar, para que las cosas fueran más fáciles. Pero me alegro de que hayas decidido corresponder mis sentimientos. Te quiero, ¿me oyes? y no importa si fueron solo unos días, no me arrepiento de ello. Y ten por seguro que siempre estarás en mi corazón. Me voy mañana, y quiero verte.
Para este momento Izta se encontraba arrodillada frente la puerta, con su frente recargada en la madera, con un nudo en la garganta terminó:
-Si no vuelvo a verte, solo quiero decirte que esto es un adiós y que fue un placer el haberte conocido.
Se puso de pie y comenzó a caminar a la salida, bajó lentamente las casas, quizá esperaba que el fuera tras de ella, pero no lo hizo.
Llegó donde su hermano la esperaba y solo entonces se atrevió a derrumbarse.
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Izta recibió un nuevo abrazo de la florista, ella le correspondió, poniendo todo su esfuerzo en no llorar.
Calvera se despedía de Kardia, se decían cosas al oído y debían ser muy íntimas pues la mujer se sonrojaba. Izta sintió una punzada de celos, pero cuando el caballero de Cáncer reclamó su atención, olvidó la sensación. Manigoldo la abrazó y cuando estuvo cerca de su oído, le susurró en italiano:
-Te está esperando detrás del edificio azul.
Izta comprendió y cuando se separaron, Manigoldo le señaló con la mirada una bodega cuyas paredes estaban pintadas de aquel color. Izta le susurró a su hermano que había olvidado un mandado y corrió hacia el edificio señalado.
Cuando llegó al sitio, se vio rápidamente apresada contra la pared y un calor familiar la inundó, el Cid se apresuró a besarla, ella correspondió el beso con ansias,sintió cómo la levantó del suelo con su brazo izquierdo y ella por instinto rodeó con sus piernas la cadera masculina. Él soltó un gruñido y comenzó a besarle el cuello. Ella suspiro profundo ante el mar de sensaciones nuevas que la recorrían de pies a cabeza, mientras hundía sus delicados dedos en la cabellera azul marino, volviendo a reclamar su boca.
Un gritó llamando por ella les alertó, rompieron el beso y juntaron sus frentes, él la colocó de nuevo en el suelo.
-Te escribiré- prometió ella.
-Yo responderé- correspondió él.
Ella buscó su mirada antes de jurar:
-Te quiero y te juro que volveré.
-Yo también te quiero.
Se dieron un último beso, él le entregó un pequeño paquete envuelto y ella se dirigió de nueva cuenta al muelle.
Se despidió nuevamente de todos y le agradeció a Manigoldo su ayuda, prometiendole otra botella de licor. Subieron al barco y ella se despidió con una sonrisa triste.
-Volveré - se juró a sí misma.
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LO SÉ, NO TENGO PERDÓN DE ATHENA.
Lamento dejar este capitulo aquí, pero quizá pronto se vuelvan a juntar.
Hasta la próxima.
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Los Caballeros Del Zodiaco TLC: Encontrando El Camino
FanficFic de TLC. Una misteriosa joven emprende el camino para encontrar algo sobre su pasado. Llega a Grecia y se ve envuelta en una Guerra Santa. Tal vez en sus manos esté el salvar a más de un caballero dorado. OC y posible Ooc.