Capítulo 31

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Despertaron abrazados, era temprano, lo sabían por la poca iluminación, Izta se sentía agotada pero feliz. El Cid no podía evitar sentirse afortunado, nunca había esperado más que su vida como guerrero y cumplir su sueño de ser la espada más poderosa.

Se había cumplido su sueño, y ahora uno nuevo se forjaba entre sus brazos, Izta se veía tan pequeña ahí. Podía ver miles de posibilidades, todas y cada una de un futuro al lado de la mujer que amaba.

Esperaba que la paz durase para siempre, pero aún así, se volvería aún más poderoso, para proteger a su esposa y a la diosa a la que debía obediencia.

Izta reptó para quedar la altura del Cid, ella tenía una hermosa sonrisa y besó el hombro masculino.

Ella quiso levantarse para ir al aseo, pero le dolían las piernas, él la tomó en sus brazos y la ayudó a llegar. La mujer se encerró y se apresuró a lavarse, la noche anterior ya no le había dado tiempo.

El Cid espero pacientemente a que ella saliera, cuando lo hizo Izta se sonrojó al verlo sólo con pantaloncillos. Ella misma se sentía expuesta con aquella bata blanca y ligera que le llegaba a las rodillas.

Ambos se miraron un largo rato, apenas si asimilaban lo que ahora eran: marido y mujer.

Izta bajo la vista y se acercó a él, el Cid le tomó la mano y le besó el dorso.

-Buenos días- le dijo- ¿Cómo te sientes?

-Bien, - respondió ella. - soy feliz.

-Yo también.

La atrajo hacía sí y la besó. Aún era temprano y podían quedarse un rato más en la cama, y a ambos les apetecía aquella idea.

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Calvera se miraba el vientre que comenzaba a tomar forma redondeada, Izta ya le había calculado más o menos cinco meses.

Se encontraba en la bañera, llena hasta la altura de los pechos, que apenas sobresalían de la espuma.

Vio entrar a Kardia y le sonrió con todo el cariño que podía brindarle. El se acuclilló a su lado y le dio un largo beso.

Luego pasó su masculina mano por el  convexo vientre de su mujer. Junto su frente con la de ella.

—Estoy seguro que será niña— dijo el completamente orgulloso.

—Pues yo estoy segura de que será varón.— replicó ella sonriente.

Se besaron sin saber que ambos tenían la razón.

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Albafica se encontraba regando las rosas, cuando una agradable y efusiva voz llamó su atención.

—Buenos días señor Albafica— Saludó Agasha.

—Buenos días Agasha. ¿Traes las ofrendas? —Preguntó.

—Oh no, el patriarca me pidió algunas plantas, al parecer tienen alguna propiedad curativa.

—Conozco a un buen médico que sabe mucho sobre eso.

—La señori... La señora Izta—Se corrigió—me ha enseñado un poco.

—Debes ser muy buena estudiante— ella se sonrojo ante el cumplido.

—Intento serlo–Confesó, –de momento ya se hablar italiano básico.

—Entonces algún día podrás acompañarme a Italia, estoy seguro de que me te gustará.

Los Caballeros Del Zodiaco TLC: Encontrando El CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora