Izta observó con preocupación el cielo lleno de hermosas pinturas. Se preguntó como algo tan bello podía significar el fin de la raza humana.
-Señorita Izta- saludó Saro- ¿Como ha estado?
-Muy bien Saro, ¿Como se encuentra tu maestro?
-Mejor señorita.- contestó sonriendo el muchacho.
-Me alegro.
Llegaron junto a ellos dos chicos más, Teneo que le presentó a Izta al caballero de pegaso.
-Éste es Tenma, señorita Izta.
-Mucho gusto Tenma- dijo la joven tendiendole a ambos un vaso con bebidas hidratantes. Prácticamente estaba ahí de niñera, en especial de Albafica que había insistido mucho en ayudar a la reconstrucción del santuario.
-No estén de holgazanes- gritó una masculina voz, a Izta se le subieron los colores al rostro al ver al caballero de Libra sin nada que lo cubriera de cintura para arriba.
No es que nunca hubiera visto la anatomía masculina, pero aún le daba pena cuando la presenciaba sin que su deber médico se lo impusiera.
Bajó la mirada sonrojada y le preguntó al caballero si gustaba algo de beber. El caballero rechazó de manera cortés la bebida.
-Vamos muchachos, debemos seguir trabajando.
Cuando estaban por retirarse, Saro iba a despedirse de la mujer, pero no contaba con que ella lo abrazaría de la misma manera que el otro día en la casa de Tauro. Su cara se puso roja al sentir la suavidad del pecho de la mujer.
Los otros muchachos también tenían los rostros rojos al presenciar tal acto. Saro se retiró a trompicones y en medio de burlas de los mayores.
Izta sólo río de su pequeña travesura. Era obvio que a todos ellos les había hecho falta una madre y un padre. Ella también era huérfana, pero tenía a su hermano, a sus amigos y a su diosa. Tozi siempre la había amado como a una hija.
Suspiró, estaba cansada mentalmente. Repartió más bebidas y comidas, la tarde comenzó a caer y casi al atardecer todos se habían retirado.
Albafica se despidió de la curandera que terminaba de recoger sus cosas, el muchacho estaba más animado luego de poder convivir más abiertamente con otros miembros del lugar sin tener que preocuparse por su sangre. Izta se sentía feliz por él.
Cuando llegaba a su habitación, sintió que alguien la jalaba con urgencia del brazo, era nada más y nada menos que Agasha.
-Señorita lamento molestarla, pero es una emergencia.- le dijo preocupada la pequeña florista.
-¿Estás bien? ¿Tu papá está bien? - se apresuró a preguntar, alarmada.
-Sí, sí, es la señora Clío, esta por dar a luz y la partera no se encuentra en Rodorio.
Izta asintió comprensiva y comenzó a buscar las cosas que consideró necesarias para llevar a cabo la labor. Junto a la florista y dándole aviso a Shion para que le permitieran entrar más tarde, partieron rumbo a la casa de la mujer que daría a luz.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Los minutos parecían horas, Izta había asistido muchos partos y sabía que las primerizas eran más tardadas.
Limpió la frente sudorosa de la futura madre y le instruyó la manera correcta de respirar. Las contracciones eran cada vez más cercanas. El momento se acercaba, se puso en posición y después de decirle a la joven mujer que pujara con todas sus fuerzas, recibió en brazos a la pequeña criatura, rápidamente se fijó que respirara y el bebé reaccionó llorando a todo pulmón, Izta sonrió, cortó el cordón, lo limpió, secó y envolvió en una manta con experta rapidez. Se lo tendió a su madre.
-Es un varón, muy saludable al parecer.- La madre recibió al niño con una sonrisa cansada, la mirada se le aguó de felicidad al ver la pequeña carita.
La curandera esperó el alumbramiento de la placenta y sin más complicaciones, ayudó a la nueva abuela a cambiar las sábanas y limpiar el cuarto, después de ello pudo entrar el feliz padre.
Izta le dio un par de instrucciones a la madre, les felicito nuevamente y salió de ahí. Ellos le ofrecieron pago, cosa que ella rechazó. Nunca cobraba por traer una nueva vida, enseñanzas de su diosa.
Salió al aire nocturno, aunque estaba segura que se aproximaba el amanecer. Se quitó el mandil cubierto de sangre y se dispuso a guardarlo en la bolsa que llevaba.
No se había dado cuenta que la calle donde se había detenido estaba demasiado oscura. Una mano se extendió hacia ella y la tomó del brazo. Izta ahogó un grito.
-Ven preciosa, vamos a pasar un buen rato- dijo una voz pastosa por el alcohol.
Izta intento zafarse, pero el hombre la sostenía con fuerza.
Un siseo, seguido de un grito masculino se escuchó por la callejuela. Una serpiente turquesa había saltado hacia el hombre, mostrando sus colmillos de manera furiosa. El ebrio soltó a Izta mientras forcejeaba con la serpiente. Cuando Izta estuvo fuera de su alcance, el hombre sostuvo entre sus manos un listón rojo con el bordado de una serpiente turquesa.
Rápidamente lo lanzó al suelo y huyó de ahí.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Izta sentía que el aire le faltaba y que el corazón se le saldría del pecho, pero aún así no disminuía su carrera, las lágrimas hacían que le ardieran los ojos. Se tropezó un poco antes de llegar a la entrada del santuario, sintió como la tela de su vestido se rasgaba, el escozor y dolor de la pierna derecha le informó que se había herido. Se levantó a duras penas del suelo, el cabello le caía suelto en ondas despeinadas impidiéndole momentáneamente la visión. Se limpio las lágrimas, manchando de tierra sus mejillas.
Llegó a la entrada del santuario. No estaba el guardia de siempre, si no el mismo caballero de Capricornio. El Cid se sorprendió al ver las fachas de la mujer.
-Estás sangrando - afirmó al ver su vestido con una enorme abertura desde el muslo derecho, por el cuál se podía ver su curvilínea pierna sangrante.
-En la oscuridad no he visto por donde andaba y me he caído.
El Cid no dijo nada más, sabía que ella no estaba diciendole todo, pero no quería presionarla, era obvio que había llorado, sus ojos estaban rojos, sus mejillas sucias y el cabello lo llevaba suelto y revuelto. Quizá ese fue el detalle que más le llamó la atención. Nunca la había visto con el cabello sin atar.
El caballero de Capricornio recordó entonces por qué estaba él de guardia.
-Señorita Izta, me temo que tengo malas noticias.
Ella lo miró, preocupada.
-Han vuelto a atacar el santuario, y ha fallecido el caballero de Tauro.
Izta no pudo contenerse más y soltó un sollozo ahogado. Se cubrió la boca con una mano y se acercó al caballero, depositando su frente en el peto dorado. El Cid le puso la mano sobre la cabeza y le permitió desahogarse.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Nota de la autora:
Se nos fue el torito, un minuto de silencio.
Un minuto después...
No he dormido nada y esta amaneciendo.
No tengo mucho que decir acerca del capítulo, pero si quiero agradecer a quienes votan y leen este extraño fic.
Un beso y un abrazo.
ESTÁS LEYENDO
Los Caballeros Del Zodiaco TLC: Encontrando El Camino
Fiksi PenggemarFic de TLC. Una misteriosa joven emprende el camino para encontrar algo sobre su pasado. Llega a Grecia y se ve envuelta en una Guerra Santa. Tal vez en sus manos esté el salvar a más de un caballero dorado. OC y posible Ooc.