Capitulo 10

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El caballero dorado de la décima casa se encontraba en el templo de Sagitario, miraba desde el suelo, donde estaba arrodillado, a la hispana que se encargaba de revisar al santo inconsciente.

Atenea esperaba detrás de ambos expectante, pero la cara desanimada de la curandera le dio a entender que el diagnóstico era el mismo que hacia días y Sísifo no despertaría aún. La diosa asintió con pesar.

Izta hizo una reverencia, comenzó a recoger sus cosas, pero una presencia invisible se sintió en la novena casa, el Cid se puso de pie y con un rápido movimiento jalo de la muñeca a Izta y la colocó detrás de él, al igual que a su diosa.

Un personaje vestido con un sapuri hizo presencia a través de un portal, se presentó a si mismo como el dios Ikelos, de la visión bestial.

Se llevó el alma de Sísifo al mundo de los sueños, el Cid lo atacó pero él repelió el ataque, desapareciendo el golpe y a él mismo, dejando estupefactos a los presentes.

El Cid le pidió a la deidad que le permitiera luchar, ella aceptó encomendadole la tarea de detener a los cuatro dioses menores y rescatar el alma de Sísifo. Izta que se había mantenido en silencio, se apresuró a sacar un frasco de elixir de entre sus cosas y se lo dio al caballero que se disponía a salir.

Le dijo las mismas indicaciones que le dio a Manigoldo:

-Bébelo cuando sientas que ya no tienes fuerzas.

Él asintió y guardando el frasco entre sus ropas se retiro con la intención de cumplir su misión.

Izta le vio partir, sintiendo como el corazón le latía con ansiedad.
"Por favor que sobreviva" Rogaba. Ni siquiera entendía muy bien sus sentimientos hacia el Cid, pero no quería que muriese.

Shion y Dokho llegaron corriendo, alertados por el cosmos de Ikelos, Atenea les relató los hechos y tuvo que retirarse a buscar al patriarca.

Izta escuchó como ambos caballeros hablaban de la amistad de los santos de Capricornio y Sagitario. Comparando sus personalidades tan distintas, decían que el Cid poseía una personalidad fría y afilada como su espada, mientras que Sísifo era de un alma dulce y cálida.

Izta pensaba que se encontraban equivocados, pues el Cid podía parecer frío y cortante por fuera, pero aun así daría la vida por salvar a un amigo. Pensó que quizá esa forma de ser tan frío, era para ocultar el dolor del pasado.

Ella también escondía su doloroso pasado, aunque había desarrollado una personalidad más vivaracha y habladora, aún a veces la acosaban las pesadillas y todavía solía buscar en ocasiones la soledad para sumergirse en la melancolía.

Cada quien se adaptaba de manera distinta.

Decidió subir, para ver como seguía el caballero de Cáncer, ya que por terco quería entrenar e Izta se había visto obligada a sedarlo como lo hizo con Albafica en su momento. Siguió su camino pensando en la terquedad de los caballeros de Atenea.

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El Cid se quedó quieto al sentirse rodeado, acababa de derrotar a un puñado de espectros y ahora podía detectar el cosmos poderoso de cuatro individuos, uno conocido.

Ikelos hizo presencia frente a él, jactandose de haber sido misericordioso en la ocasión anterior, pero que ahora no tendría la misma suerte, el Cid sintió un peso colgarse de su brazo derecho y noto una presencia femenina igualmente vestida con sapuri. Los otros dos dioses del sueño se hicieron presentes y miraron sin interés al Cid.

-Aún no terminamos nuestra misión- recordó Oneiros.

El Cid reconoció a cada uno de los dioses, meditaba que hacer primero, pero los dioses se adelantaron, Oneiros y Morfeo dieron indicios de no buscar pelea, Phantasos simplemente lo miraba. Ikelos se propuso para derrotar al Cid.

El caballero de Capricornio lo atacó, pero de igual manera su ataque desapareció por la técnica del dios.

Sin preveerlo, sintió un golpe y un dolor agudo, en su brazo derecho. Su brazo había sido cercenado en un corte limpio. Sorprendido por aquel golpe, comprendió la técnica de Ikelos, observó como Phantasos envolvia su brazo en una esfera de energía con intensiones de guardarlo.

El Cid ideó un plan, atacó a Ikelos a golpe limpio, esperando que el dios rebatiera su ataque, el dorado aguantó el golpe y fingió debilidad, Ikelos tomó por el cuello y lo dejo caer por un acantilado.

Dándolo por muerto los dioses se retiraron.

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Izta caminaba por las laderas del santuario recogiendo algunas hierbas que le hacían falta y descubriendo otras que había leído en los libros del señor Degel.

Llevaba una pequeña canasta de mimbre, donde también cargaba unas pocas manzanas que había recogido de un árbol cercano.

Hacia esas actividades para no pensar en la misión del Cid, si bien lo consideraba una persona seria, con ella se había abierto de alguna manera, quizá fuera el compartir una lengua que ahí casi nadie hablaba y que se había convertido en una especie de código secreto entre ambos.

Sonrió melancólica e inconscientemente de llevó la mano al cabello trenzado, donde Xiuhcoatl, la serpiente de fuego, reposaba.

Escuchó un grito de frustración cerca y guiada por la curiosidad innata en ella se dirigió hasta allí.

Vio a tres muchachos platicar, los reconoció como los tres pupilos del Cid.

Todos discutían sobre como a su maestro le gustaba hacer todo sólo y que nunca les llamaba para alguna misión. El trío coincidía en que debían hacer algo más es esta batalla que solo quedarse a observar.

Izta dejó caer la canasta en la cabeza del más cercano.

-Vaya que los santos de Atenea son cabeza dura.

El muchacho se sobó el golpe y voltearon a verla.

-¿Qué está haciendo aquí? - preguntó Lacaille.

-Vine a buscar algunas hierbas silvestres y no pude evitar escuchar sus tonterías. - Explicó la mujer.

-¿Tonterías? - cuestionó Tsubaki a quien había golpeado.

-Si, no deberían estar tan ansiosos por participar en esta guerra. - su tono dejo de ser regañino para pasar a ser melancólico- no deben desear la muerte heroica a tan pronta edad, su maestro sabe lo que hace. Ustedes aún están aprendiendo.

-Pero nosotros queremos demostrar nuestra valentía y proteger a la diosa Atenea. - Declaró Rusk.

- Y yo los entiendo, pero ya llegará su momento, sean pacientes y obedientes.

-El señor Sísifo ya nos había regañado por algo parecido.- murmuró el caballero de Vela.

-Si quieren que el Cid se sienta orgulloso, hagan caso y no mueran en esta guerra.- sentenció la fémina.

Los tres se miraron y luego se dirigieron a la curandera.

-Lo haremos- dijeron los tres al unísono.

Izta les sonrió y les entrego una manzana a cada uno. Se quedó un rato platicando con ellos y conociendo una nueva faceta del Cid, sin saber que en pocas horas todo iba a cambiar.

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Nota de la autora:

Lo prometido es deuda.

Pues como verán las cosas se están encendiendo :B

No tengo muchas notas de este capítulo, así que nos vemos en el siguiente.

Los Caballeros Del Zodiaco TLC: Encontrando El CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora