Capítulo 4

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#NoSeasFantasma
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Mientras estaba analizando y recapitulando lo que pasó hace unos instantes, sentí como Christine se removía entre mis brazos y se separaba. Levantó la mirada y me sonrío, se alejó y se lavó la cara de nuevo. Salimos del baño y nos dirigimos a la siguiente clase; la hora sí que se nos fue volando.

Nos encaminamos hacía el aula de clases y nos sentamos entre los primeros puestos a esperar a que llegara el profesor. Luego de cinco minutos, llegó y comenzó a dictar su clase. No pude concentrarme del todo, no paraba de pensar en lo que me había contado Christine. Definitivamente debo darle una lección a ese imbécil, no puedo dejarlo así como así.

Tengo un plan y definitivamente involucra mis poderes.

Después de dos horas sonó el timbre indicando la hora del almuerzo, donde sin falta ejecutaría mi plan. Salimos tranquilamente del salón y nos dirigimos a la cafetería, en donde le digo a Christine:

— Ve a pedir algo para comer, yo buscaré una de las mesas del fondo para que nadie pueda molestarnostraté de no sonar como si ocultara algo. Engañar no es mi fuerte.

— Está bien ¿Qué quieres que te traiga? — gracias a Dios no notó nada extraño.

— Solo tráeme un batido de mora.

— Okey.

Esto fue más fácil de lo que esperaba.

Sin pensarlo mucho, me dirigí al fondo del comedor y caminé hacia la mesa más alejada, disimuladamente, me metí debajo de la misma; me da miedo que se vea el esplendor dorado y lo que usar mis poderes me causa. Aunque hay algo que no comprendo, ¿Cómo es que Christine no dijo nada del esplendor? ¿Será que lo notó y no me dijo nada o por el efecto de mi poder sobre ella no se percató de él?.

Christine salió de la fila con mi batido en la mano, parece que no comerá aquí hoy. Esto es mejor todavía. Ella está a punto de pasar por el lado de la mesa donde está Andrés y su grupo. Esa es mi señal. Comencé a rodearme del hermoso esplendor dorado y aquí es donde empieza el espectáculo.

Christine iba con pasos decididos hacia la mesa de Andrés y cuando estuvo detrás de él, le tocó el hombro. El idiota de cuencas azules se sobresaltó y se dio la vuelta abruptamente. La rubia le propino un hermoso, pero muy doloroso golpe en la mandíbula, haciendo que él cayera al suelo. Ella empezó reír levemente.

— Sí que eres un imbécil, con el suave golpe que te he dado has parado en el suelo — se burló y todos los estudiantes rieron, contándome, y por ende ella también.

— ¡¿Pero qué te pasa?! — vociferó el chico, alimentando mi furia.

— Pasa que eres un idiota que le encanta humillar a las personas y ni siquiera te importa si son mujeres. La gente que hace eso se merece lo peor. Y dígame tú que eres hombre, pues déjame decirte que no lo pareces. Eres un maricón. Le haces deshonra a tu amiguito de allí abajo al tener una actitud tan mierda, no nos respetas. Lo único que tienes que podría valer la pena es tu físico, pero créeme, nadie querrá estar contigo con la jodida de personalidad que posees — se descargó y a lo último le tiró el batido que tenía en la mano. Andrés resopló y se levantó del suelo enojado.

《Oh, ¿El bebé se ensució? Ve a donde tu mami para que te limpie, mocoso — espetó y empezó a caminar como una diva hasta mi mesa, pero Andrés se iba a acercar.

Oh no, si no hago algo esto se volverá un desastre.

Inmediatamente, tomé control de la mente de Andrés e hice que retrocediera, lo dirigí hacia el baño de hombres que gracias a Dios no estaba lejos de la cafetería. Christine siguió caminando hacia mí con la misma actitud. No puede ser, ¡Estoy controlando dos mentes al mismo tiempo!.

Ángeles CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora