Capítulo 34

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Estuvimos conversando por un rato, sobre mi padre, mi abuela y la relación que llevaban, hasta que decidí irme a mi casa. Cuando estuve frente a la puerta, escuché los pasos de alguien caminando por la calle, me di la vuelta y mi mirada paró en la chica de piel morena y cabello crespo que temprano llevaba unas partituras, la que se me hizo conocida. Tengo que hablarle, saber quién es, de donde la conozco o si tuvimos algún lazo.

— ¡Oye! — grité y ella giró a verme.

Se quedó allí, inmóvil, luego corrió hacia mí y una vez la tuve delante y la pude detallar bien. La recordé. Recordé todas esas mañanas en las que nos sentábamos juntas en la escuela, recordé todas esas tardes en las que solía venir a mi casa a jugar, recordé todas las charlas y veces en las que comíamos leche y galletas. Recordé a la niña que fue mi mejor amiga en la infancia. Sin darme cuenta las lágrimas corrían libremente por mis mejillas, al igual que por las de ella.

— ¿Kamila? — pregunta la morena dudosa.

— Sí, soy yo. Y tú Andrea ¿No es así? — ella asintió y nos fundimos en un cálido abrazo, en el que nos permitimos llorar sin temor.

Cuando nos separamos, la invité a pasar a mi casa. Hablamos de todo lo que hicimos estos años, de las personas que conocimos y las cosas que nos sucedieron. Le dije todo, menos lo de mi peculiaridad. Dijo que cuando me fui, lloró mucho, que le preguntó a mi abuela qué había pasado conmigo y que le contestó que me había mudado a Greenland.

Después de un rato se fue, pero antes acordamos que mañana nos veríamos a las tres para ver la novela. Fui a ver como estaba Kira y me la encontré jugando con una camiseta vieja, me puse a jugar con ella hasta que llegó mi abuela con comida china.  Y como no, fui a sentarme a la mesa para comer.

Alex.

— Cariño — me llama mi madre sentándose en el sofá, yo me siento junto a ella —, me gusta esa chica para ti.

Sonreí abiertamente, eso es bueno.

— Me agrada que salgas con ella — dijo y mi sonrisa se borró —. ¿Qué pasa? ¿Dije algo malo?

— Kamila no es mi novia — solté frustrado.

— ¿Le has dicho lo que sientes? — pregunta mirándome atenta.

— Sí, ella me lo preguntó una vez y se lo dije como si estuviera... hipnotizado, o como si no pudiese pensar, solo salía la verdad — respondí pensativo.

— Debe ser su otro poder.

— No, es imposible. Su otro poder es la super audición — digo sin entender.

— No es imposible — puntualiza y la miro desconcertado.

— ¿Qué quieres decir?.

—... Ella guarda un gran secreto — suelta y me deja aún más confundido de lo que estaba.

— ¿Cuál secreto?.

— Si no lo ha revelado, es por algo — contestó con aires de misterio.

Se levanta del sillón y sube las escaleras, dejándome solo en la sala. Suena el timbre de la casa, me aproximo hasta la puerta y la abro, encontrando frente a mí una pequeña niña de cabellos oscuros y alborotados y ojos color pardo. Ella corrió hacia mí y me brincó encima.

— ¡Aleeeeeex! — gritaba mientras le daba vueltas en el aire.

La abracé y desordené más su cabello, ganándome un suave golpe de su parte.

— ¿Qué hay, pequeña?.

— Nada, lo de siempre — responde Sofía sonriendo tiernamente.

— Oye, quiero presentarte a alguien.

Ángeles CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora