Capítulo 18

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Finn en multimedia
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Nos adentramos en la biblioteca y logré recorrer casi todos sus pasillos, en ella había una sala con algunos sofás individuales y unas cuantas mesas. Este sitio está rodeado de libros por todas partes.

Según Zack, ninguno de los que viven en esta casa vienen aquí, aunque de igual forma se encuentra bastante limpio, supongo que Raquel vendrá algunas veces para limpiar.

Me paseo por todo el lugar y contemplo los enormes estantes con diferentes secciones de libros: romance, ficción, magia, estudio, ¡Hay hasta de terror!. Hubiese seguido observando si no fuese porque mis ojos se desviaron hacia una parte de la biblioteca que se encontraba con una reja bastante grande interponiéndose frente a ella.

— No puedes entrar allí — dice el rubio acercándose a mí —. Nadie ha entrado jamás. Es la sección prohibida — menciona y me deja con la intriga... ¿Por qué prohibieron la entrada? —, ni siquiera conocemos el paradero de la llave de la reja.

¡Oh! Eso sí es muy triste y explica por qué.

Salimos de este piso y me doy cuenta que para llegar solo necesito atravesar la cocina y descender por las escaleras que no están para nada ocultas.

Zack me mostró el patio, que a pesar de ya haber estado allí no lo detallé, tiene una pequeña cancha de baloncesto, a la cual le daré uso en estas vacaciones. Regresamos adentro y nos encontramos con Alicia y Anastasia pintándose las uñas. ¿No pudieron hacerlo en sus habitaciones? De la nada, aparece Alex y Anastasia pareciera que ha visto un ángel, aunque él técnicamente lo es.

— ¡Alexiño! ¡Te extrañe! — exclama esta abalanzándose sobre él a lo que Alex suelta un bufido y la separa.

— Ya, aléjate de mí — espeta sin compasión y sale de la casa, y eso que traía buena cara.

— Déjalo, amiga. Sabes lo amargado que puede llegar a ser — la consuela la rubia platinada mientras la pelirroja me mira con odio. Yo solo le regalo una sonrisa más falsa que un billete de monopolio.

De pronto aparece Kira queriendo que la cargue y eso hago para dirigirme a mi habitación con la intención de no salir hasta la hora del almuerzo.

Me tiro sobre mi cama sin parar de pensar en la sección prohibida de la biblioteca, tanto que me acordé de la película de Harry Potter y la piedra filosofal. Esa llave tiene que estar en algún lugar, sea como sea tengo que entrar a esa zona.

En todo lo que va de mañana no me he aseado, debo de estar dando asco. Me dirijo al baño y me veo en el espejo. ¡Mi cabello es un desastre!. Sin más me meto a la ducha y abro la regadera permitiendo que el agua recorra toda la superficie de mi piel. Después de unos minutos salgo y me lavo los dientes, seco mi cabello y me coloco mi ropa interior. Busco en el armario algo que ponerme y opto por unos shorts blancos y una sudadera violeta con mis sandalias.

Me acuesto en la cama acariciando a Kira y decido llamar a mi mamá, tengo tiempo sin hablar con ella, ya comienzo a extrañarla.

Estuve unos minutos conversando con ella hasta que cortó la llamada y de un segundo a otro aparece Lucas entrando a mi habitación.

— Engendro — dice en modo de saludo.

— Parásito — respondo de la misma forma.

— ¿Que hacías?.

— Hablaba con mi mamá — no es necesario que le diga que es mi tía, ya todos en esta casa lo saben, Raquel se encargó de ello.

— Bueno, ya el almuerzo está listo.

Ángeles CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora