Capítulo 28

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En multimedia nuestro suculento ALEX!!!
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Él se levantó de la cama, tomó sus pertenencias que reposaban en el suelo, se giró hacia mí, me sonrío y vi como lo envolvió su aura; desapareció, dejándome sola con mi cachorrita en la habitación.

Caminé hasta el baño, hice mis necesidades y me vestí deportiva. Antes de que saliera del cuarto me llegó un mensaje, tomé mi teléfono y lo revisé.

Becky: Kams.

Kams, me bajó... Y no tengo toallas.

Dios santo, sí es descuidada.

No tienes moral para juzgarla.

Tienes razón.

Kamila: Becks.

Ya te llevo.

Y con ese mensaje fui en busca de una toalla para  llevársela a la chica de ojos verdes. Me encaminé a su habitación, abrí la puerta del baño, se la entregué y fui a la cocina. Allí me encontré con Zack que me tendió un plato con panqueques a lo que yo le agradecí y me senté a comer con él. Me estaba contando que tenía tiempo sin cocinar y que hoy había amanecido con ganas de preparar el desayuno para todos y ahorrarle trabajo a Raquel. Le quedaron deliciosos, lo felicité por la idea, ya que pensaba que la única persona en el universo que le importaba era él mismo.

Acabé de desayunar y fui al gimnasio a hacer algo de ejercicio. Hice estiramientos y troté por diez minutos para entrar en calor, hice algunas sentadillas y luego me puse unas vendas alrededor de los nudillos para golpear el saco que está en todo el centro del lugar.

Un golpe, dos golpes, patada, patada semicircular, lateral, gancho, y así estuve por más de media hora. Cuando termine hice 150 abdominales —haciendo pausas por supuesto, no tengo tanta resistencia que digamos—. Luego subí a mi habitación a tomar una ducha extremadamente larga y me vestí con ropa cómoda y aflojada, no pretendo salir hoy.

Bajé de nuevo a la sala con la intención de preparar palomitas para ver una película. Esperé algunos minutos para que estuvieran listas, las puse en un bol y me senté en el sillón de la sala, puse Harry Potter y la piedra filosofal.

Después de un rato, se me unieron Becky y Finn que venían tomados de la mano, ¡Que tiernos! Son demasiado goals. Cuando la película acabó, Tom me llamó y dijo que saliera al patio. Fui y allí me encontré a Lucas —lo cual fue algo incómodo— y a Alicia acompañándolo.

— Muy bien — habló Tom —. Hoy pondrás en prueba tu fuerza y velocidad, además te enseñaremos a manejar armas — ¡Jo-der! Se viene lo bueno —. Quiero que le des 40 vueltas al patio corriendo lo más rápido que puedas — sentenció el hombre.

— Pero... nunca he utilizado ni la supervelocidad ni la superfuerza, ni he tocado una pistola — mencioné insegura.

— No te preocupes, para eso son las pruebas — dice y me pone en un extremo del patio —. Aquí deberás terminar, te voy a tomar el tiempo ¿Lista? — yo asentí para nada convencida —. ¡Ya! — gritó y comencé a correr como si mi vida dependiera de eso.

Mis piernas iban demasiado rápido, hasta llegué a pensar que no eran mías y que la persona que estaba corriendo no era yo. Cuando por fin terminé ni siquiera estaba cansada, fue como si no hubiese dado ni un solo paso. Cuándo dirigí mi mirada hacia mis espectadores vi sus caras de asombro, con sus quijadas casi tocando el piso, como si no pudieran creer algo.

— ¿Cuánto me demoré? — pregunto con la intención de liberar la tensión en el ambiente.

Tom abrió la boca y la volvió a cerrar, Alicia me miró con enojo y estalló.

Ángeles CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora