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Alex.
— ¿En serio te tengo que acompañar? — me quejé.
— Sí, a menos que quieras ayudar a Raquel con la limpieza.
— ¡Vámonos ya!.
Al subir a la camioneta me desconecté del mundo, sabía que la radio estaba sonando pero apenas me parecía audible. En verdad no estaba de acuerdo con esto; raptar a una chica, ¿En serio? ¿En su instituto? No es como si fuésemos a matarla o lastimarla, pero esta no es la manera. Pudimos llamarla, como hicieron con nosotros...
En fin, llegamos a la preparatoria. No era tan grande, pero si cálida. Caminamos a la entrada y llamé a Becky, quien nos estaba ayudando. Era nuestra infiltrada, lo cual era irónico teniendo en cuenta que ella y la chica son compañeras de clase.
— Becky, ¿Dónde está Kamila? — pregunté cuando atendió.
— Está comiendo en una de las mesas del fondo con su amiga — respondió —. Oh, espera. ¡Se está despidiendo y va caminando a la salida!.
— Okey, aquí nosotros nos encargamos. Gracias por colaborar.
— No hay de qué — cortó.
Zack, después de un rato, la vio salir de la cafetería y dirigirse a los baños.
— ¡Esto es cada vez más fácil! — exclamó y solté un bufido fastidiado, ni siquiera sé cómo es.
Él, Tom y Raquel son los únicos que la han visto.
Yo no era parte de esto, hasta que Raquel dijo esta mañana que alguno de nosotros debía ayudarla a limpiar.
— Ya entró, mueve el trasero — rodeé los ojos y lo seguí.
Me fijé en que nadie estuviera en los pasillos e hice un asentimiento.
Zack pateó la puerta.
Kamila estaba secándose las manos, pero por el susto dejó caer el bolso al suelo. Primero inspeccionó a Zack y luego posó su mirada sobre mí; me sentí hipnotizado. Era preciosa, talvez no tenía nada extravagante, pero sí algo que la hacía destacar. Era alta, aunque no sobrepasaba mi nariz, su cabello era lacio y castaño, se veía suave y brillante; delgada, pero no esquelética, sino fuerte. Sus ojos color avellana me tenían hechizado, no podía apartar mi mirada de ella.
Nunca me había sentido así...
De un segundo a otro, ví como Zack la tenía agarrada por detrás, colocándole el pañuelo sobre su boca y nariz. Ella forcejeaba, pero no lograba quitárselo de encima. Sus ojos se comenzaron a cristalizar y sentí como mi corazón se aceleraba y mi garganta comenzaba a dolerme. Nunca en mi vida me preocupé por alguien que no fuera yo, no... así. Esto es extraño. ¿Cómo me va a importar alguien que apenas acabo de ver?...
... No importa. Lo cierto es que no me dio tiempo de reaccionar cuando ya me estaba acercando a ella.
— Tranquila, no te haremos daño. Lo prometo — le dije, mi voz había salido algo temblorosa. Vi cómo se calmaba e iba cerrando sus ojos poco a poco hasta que se desmayó.
— ¿Qué fue eso? — preguntó el rubio confundido.
— ¿Qué cosa?
— Noté como la mirabas y se me hace extraño que hayas palidecido cuando estaba por llorar.
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Ángeles Caídos
Science FictionKamila, una chica de 16 años, descubre que no es una chica ordinaria como creía. Al ser secuestrada en el baño de su instituto por dos chicos de ensueño comienza a experimentar un pequeño enamoramiento por uno de sus secuestradores, quien correspond...