Capítulo 6

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Alex.

— ¿En serio te tengo que acompañar? — me quejé.

— Sí, a menos que quieras ayudar a Raquel con la limpieza.

— ¡Vámonos ya!.

Al subir a la camioneta me desconecté del mundo, sabía que la radio estaba sonando pero apenas me parecía audible. En verdad no estaba de acuerdo con esto; raptar a una chica, ¿En serio? ¿En su instituto? No es como si fuésemos a matarla o lastimarla, pero esta no es la manera. Pudimos llamarla, como hicieron con nosotros...

En fin, llegamos a la preparatoria. No era tan grande, pero si cálida. Caminamos a la entrada y llamé a Becky, quien nos estaba ayudando. Era nuestra infiltrada, lo cual era irónico teniendo en cuenta que ella y la chica son compañeras de clase.

— Becky, ¿Dónde está Kamila? — pregunté cuando atendió.

— Está comiendo en una de las mesas del fondo con su amiga — respondió —. Oh, espera. ¡Se está despidiendo y va caminando a la salida!.

— Okey, aquí nosotros nos encargamos. Gracias por colaborar.

— No hay de qué — cortó.

Zack, después de un rato, la vio salir de la cafetería y dirigirse a los baños.

— ¡Esto es cada vez más fácil! — exclamó y solté un bufido fastidiado, ni siquiera sé cómo es.

Él, Tom y Raquel son los únicos que la han visto.

Yo no era parte de esto, hasta que Raquel dijo esta mañana que alguno de nosotros debía ayudarla a limpiar.

— Ya entró, mueve el trasero — rodeé los ojos y lo seguí.

Me fijé en que nadie estuviera en los pasillos e hice un asentimiento.

Zack pateó la puerta.

Kamila estaba secándose las manos, pero por el susto dejó caer el bolso al suelo. Primero inspeccionó a Zack y luego posó su mirada sobre mí; me sentí hipnotizado. Era preciosa, talvez no tenía nada extravagante, pero sí algo que la hacía destacar. Era alta, aunque no sobrepasaba mi nariz, su cabello era lacio y castaño, se veía suave y brillante; delgada, pero no esquelética, sino fuerte. Sus ojos color avellana me tenían hechizado, no podía apartar mi mirada de ella.

Nunca me había sentido así...

De un segundo a otro, ví como Zack la tenía agarrada por detrás, colocándole el pañuelo sobre su boca y nariz. Ella forcejeaba, pero no lograba quitárselo de encima. Sus ojos se comenzaron a cristalizar y sentí como mi corazón se aceleraba y mi garganta comenzaba a dolerme. Nunca en mi vida me preocupé por alguien que no fuera yo, no... así. Esto es extraño. ¿Cómo me va a importar alguien que apenas acabo de ver?...

... No importa. Lo cierto es que no me dio tiempo de reaccionar cuando ya me estaba acercando a ella.

— Tranquila, no te haremos daño. Lo prometo — le dije, mi voz había salido algo temblorosa. Vi cómo se calmaba e iba cerrando sus ojos poco a poco hasta que se desmayó.

— ¿Qué fue eso? — preguntó el rubio confundido.

— ¿Qué cosa?

— Noté como la mirabas y se me hace extraño que hayas palidecido cuando estaba por llorar.

Ángeles CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora