Salí de mi habitación todavía riendo, parecía una foca epiléptica, literalmente. El par de plásticas —ya saben a quienes me refiero— me vieron de arriba a abajo con miradas de desagrado, pero no sé me hizo difícil ignorarlas. Llegué a la sala, allí se encontraban Becky y Finn hablando mientras se lanzaban miraditas. ¡Uuuhh aquí me huele a amor! ¡Eso ratas! ¡Están arrasando!.
De pronto sale Alex de la cocina mientras se metía una goma de mascar a la boca.
Se ve demasiado sexy y... apetecible.
Calma tigresa, esconde esas garras — dice mi conciencia haciéndome soltar una carcajada.
Los chicos voltearon a verme y avergonzada deje de reír. Uy, qué pena.
De pronto, la puerta se abre dejándome ver a Lucas y Zack con miradas de enfado, aunque sé que es en juego.
— Ahora sí no te escapas — dijo Zack y corrió hacia mí.
No me dio tiempo de reaccionar ya que ambos se habían abalanzado sobre mí, caímos al suelo y comenzaron a hacerme cosquillas.
— ¡Paren! — pedí sin parar de reír.
— ¡Primero dí que somos muy hombres! — grito Lucas.
— ¡Eso ni se lo creen ustedes mismos! — grité quedándome sin aire.
— Bueno, ya dejen a la pobre en paz — dijo Becky tratando de ayudarme.
— ¡Auxilioooo! ¡Dos niños no me dejan respirar!.
— ¡Ya, chicos! Déjenla — habló Alex autoritario y los chicos me soltaron. Había usado una voz tan grave que se asustaron, hasta yo me asusté.
La puerta se abrió dejando ver a Raquel junto a mi mamá.
— Chicos ella es... —Raquel no pudo terminar de hablar, ya que la interrumpí.
— ¡Mamá! — grité mientras le daba un gran abrazo, tenía como alrededor de una semana sin verla.
— Marta, la madre de Kamila — dijo finalmente Raquel con una sonrisa —. Marta, ellos son Zack, Lucas, Becky, Finn y Alex — dijo señalándolos.
— Mucho gusto, chicos — dijo mamá viendo específicamente a Álex.
¡Ya valí!.
— Estaremos en la cocina preparando el almuerzo — anunció Raquel mientras desaparecía junto a mi madre.
— Oye, Alex — digo llamando su atención, ni siquiera se porque lo hice.
Es porque sientes la necesidad de estar cerca de él.
No me estás ayudando, doñita.
— ¿Sí? ¿Qué pasa? — pregunta acercándose a mí.
— Aaa... Yo... — comencé a balbucear —. ¿Has intentado entrar a la sección prohibida de la biblioteca teletransportándote? — pregunto algo nerviosa, aunque esa es una muy buena pregunta.
— Pues sí, pero nunca pude. Está hechizada, creo que tiene algo de las Optus que la rodea. La única manera de entrar es a través de la reja — de la cual yo tengo la llave —. ¿Por qué la pregunta?
— Simple curiosidad — y porque quería escuchar tu bellísima voz.
Hasta ahora es que noto que no estamos solos, y creo que él también lo notó, ya que se tensó un poco y se alejó de mí. Y yo como la cobarde que soy fui a esconderme a mi habitación.
Sí eres tonta, como te fuiste ahora van a sospechar.
Sigues sin ayudar.
Me adentro en la habitación y observo a Kira comer, tan tierna y coqueta. Me dieron ganas de orinar, así que voy al baño y me siento en el inodoro, me limpio con el papel higiénico y ¡Ay, no! Me llegó el periodo. ¡Y no tengo toallas! ¿Qué hago? Necesito que alguien me traiga una toallita.
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Ángeles Caídos
Science FictionKamila, una chica de 16 años, descubre que no es una chica ordinaria como creía. Al ser secuestrada en el baño de su instituto por dos chicos de ensueño comienza a experimentar un pequeño enamoramiento por uno de sus secuestradores, quien correspond...