Capítulo 22

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Salí de mi habitación todavía riendo, parecía una foca epiléptica, literalmente. El par de plásticas —ya saben a quienes me refiero— me vieron de arriba a abajo con miradas de desagrado, pero no sé me hizo difícil ignorarlas. Llegué a la sala, allí se encontraban Becky y Finn hablando mientras se lanzaban miraditas. ¡Uuuhh aquí me huele a amor! ¡Eso ratas! ¡Están arrasando!.

De pronto sale Alex de la cocina mientras se metía una goma de mascar a la boca.

Se ve demasiado sexy y... apetecible.

Calma tigresa, esconde esas garras — dice mi conciencia haciéndome soltar una carcajada.

Los chicos voltearon a verme y avergonzada deje de reír. Uy, qué pena.

De pronto, la puerta se abre dejándome ver a Lucas y Zack con miradas de enfado, aunque sé que es en juego.

— Ahora sí no te escapas — dijo Zack y corrió hacia mí.

No me dio tiempo de reaccionar ya que ambos se habían abalanzado sobre mí, caímos al suelo y comenzaron a hacerme cosquillas.

— ¡Paren! — pedí sin parar de reír.

— ¡Primero dí que somos muy hombres! — grito Lucas.

— ¡Eso ni se lo creen ustedes mismos! — grité quedándome sin aire.

— Bueno, ya dejen a la pobre en paz — dijo Becky tratando de ayudarme.

— ¡Auxilioooo! ¡Dos niños no me dejan respirar!.

— ¡Ya, chicos! Déjenla — habló Alex autoritario y los chicos me soltaron. Había usado una voz tan grave que se asustaron, hasta yo me asusté.

La puerta se abrió dejando ver a Raquel junto a mi mamá.

— Chicos ella es... —Raquel no pudo terminar de hablar, ya que la interrumpí.

— ¡Mamá! — grité mientras le daba un gran abrazo, tenía como alrededor de una semana sin verla.

— Marta, la madre de Kamila — dijo finalmente Raquel con una sonrisa —. Marta, ellos son Zack, Lucas, Becky, Finn y Alex — dijo señalándolos.

— Mucho gusto, chicos — dijo mamá viendo específicamente a Álex.

¡Ya valí!.

— Estaremos en la cocina preparando el almuerzo — anunció Raquel mientras desaparecía junto a mi madre.

— Oye, Alex — digo llamando su atención, ni siquiera se porque lo hice.

Es porque sientes la necesidad de estar cerca de él.

No me estás ayudando, doñita.

— ¿Sí? ¿Qué pasa? — pregunta acercándose a mí.

— Aaa... Yo... — comencé a balbucear —. ¿Has intentado entrar a la sección prohibida de la biblioteca teletransportándote? — pregunto algo nerviosa, aunque esa es una muy buena pregunta.

— Pues sí, pero nunca pude. Está hechizada, creo que tiene algo de las Optus que la rodea. La única manera de entrar es a través de la reja — de la cual yo tengo la llave —. ¿Por qué la pregunta?

— Simple curiosidad — y porque quería escuchar tu bellísima voz.

Hasta ahora es que noto que no estamos solos, y creo que él también lo notó, ya que se tensó un poco y se alejó de mí. Y yo como la cobarde que soy fui a esconderme a mi habitación.

Sí eres tonta, como te fuiste ahora van a sospechar.

Sigues sin ayudar.

Me adentro en la habitación y observo a Kira comer, tan tierna y coqueta. Me dieron ganas de orinar, así que voy al baño y me siento en el inodoro, me limpio con el papel higiénico y ¡Ay, no! Me llegó el periodo. ¡Y no tengo toallas! ¿Qué hago? Necesito que alguien me traiga una toallita.

Ángeles CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora