Capítulo 39

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Después de que les dijera eso, no despegaron sus ojos de mí sino hasta que Anastasia se acercó diciendo que ya había acabado. Nos levantamos y volvimos a la casa. Durante todo el trayecto, Alex mantuvo su mano sosteniendo la mía con nuestros dedos entrelazados, reconfortándome un poco. Lo necesitaba, necesitaba eso. En lo único que puedo pensar es en lo que le prometí a Marcus, que vengaría a su familia. Tampoco paro de darle vueltas en la cabeza cuando me agradeció con voz apagada y cerró sus celestes ojos. Ese señor me agradó, solo estaba cumpliendo con su trabajo, y tratando de hacerlo excelente para no ser torturado. Si vez todo lo que ha hecho de buena manera, podrías llegar a admirarlo. Sin duda no lo olvidaré jamás.

Iba a entrar a la casa, pero el oji miel me detuvo. El resto de... la manada —si se le puede llamar así— entró y nosotros nos quedamos solos afuera.

Él sobó mi mejilla con delicadeza, haciéndome estremecer. Se acercó lentamente a mi rostro y me besó. Fue un beso tierno y a la vez lleno de deseo, creo que teníamos tanto tiempo sin besarnos que ya nos estaba comenzando a hacer falta. Alex separó un poco sus labios de los míos para tomar un poco de aire y luego yo los capturé. No hace falta decir que las cabritas locas ya estaban corriendo sin control por mi estómago. Me sentía tan viva, tan llena, como si no necesitara nada más que sus labios suaves y carnosos.

Al separarnos, juntamos nuestras frentes mientras regulábamos nuestras respiraciones, nos separamos y sonreímos.

— Hace mucho que esto no sucedía — comento algo chistosa y ambos reímos.

Alex se quedó unos segundos examinando mi rostro, tratando de ver que ocultaba, hasta que por fin habló.

— ¿Estás bien? — preguntó haciendo una leve caricia a mi mano que no había soltado.

No puedo mentirle, solo por el simple hecho de que cuando me mira siento que estoy desnuda ante él y que puede ver todo lo que oculto. Además de que su simple existencia me grita "Puedes confiar en mí".

— No, la verdad es que no — digo y él me observa —. El señor me pidió que lo asesinara, de igual forma tendríamos que hacerlo, pero no pensé que esa tarea me tocaría a mí — suelto y hago una pausa —. Lucía tan vulnerable, dijo que no tenía motivos para vivir. Así que le dí a comer una de las peras del árbol de mi padre, y antes de que muriera... Le prometí que me encargaría de Ester Mcoll, y pienso cumplir mi promesa.

(...)

Nos encontrábamos cenando, todos en silencio, parecía un velorio, el cual acabó cuando Tom habló.

— ¿Qué hay en Nebraska que sea tan importante como para que tengamos que ir?.

— Hay una cede de la empresa de Lancaster — respondo y él me mira incrédulo.

— Eso lo sabemos todos y cada uno de los miembros que están en esta mesa — dijo con amargura, como si no sirviera de nada la información que impartí, haciéndome sentir menos.

No dejes que te haga sentir que no vales, tú sabes que de todos aquí eres la más valiosa — me alienta mi conciencia, dándome algo de valor.

— ¡Oh! ¿En serio? — pregunto con hipocresía, no puedo creer que se haya atrevido a menospreciarme —. ¿También sabían que allí están el resto de las Optus? — pregunto con inocencia claramente falsa mientras lo veo retante.

— ¡Tómala! — grita Zack burlón y Lucas le da un pequeño golpe en la cabeza.

Al parecer, dejé al mayor algo avergonzado. Veo como Raquel lo observa algo decepcionada, ella niega con la cabeza, dirige su mirada hacia mí y sonríe.

Ángeles CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora