Capítulo 20

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Kamila.

Hubiese seguido durmiendo si no fuera porque mi celular comenzó a sonar. ¿¡Quién en su sano juicio va a estar llamando tan temprano!?, solo una persona es capaz de hacer algo así: Christine. Tomo el teléfono de la mesita de noche y contesto.

— ¿Qué?.

— Uuy, pero que mal humor tienes, amiga.

— No lo tendría si no me hubieses llamado tan temprano.

— ¿De qué hablas? Son las 11am.

¿Qué?. No puede ser, dormí demasiado.

—... No lo sabía.

— Ya veo. Bueno, te voy a contar sobre mis vacaciones en Dubái — sí, la rubia tiene mucho dinero, no sé de dónde sacan tanto. Deberían de decirme a ver si yo saco también.

Estuvimos hablando como por una hora, nos pusimos al día; le conté de Alex —omitiendo que ahora vivo en su casa y de que no soy humana—. Luego se despidió diciendo que tenía que hacer unas compras y colgó.

Fui al baño y me lavé los dientes, me peiné el cabello y bajé a ver qué podía comer. Una vez en la cocina me encontré con Raquel que como si hubiera pasada una década sin vernos me abrazó con todas sus fuerzas.

— ¿Cómo les fue? — pregunto con una sonrisa.

— ¡Muy bien, cariño!. Todo salió bien — me dijo, hasta ahora sigo sin saber de qué trabaja Tom, ya que Raquel es ama de casa. Le tocó la peor tarea —. ¿Puedes poner la mesa?, el almuerzo está casi listo — asentí y lo hice.

Coloque los platos, vasos y cubiertos y Raquel comenzó a servir, de pronto todos los chicos bajaron y los saludé.

— ¿Pero que cargas puesto? — dijo Alicia refiriéndose a mi pijama, que consistía en un pantalón corto de mariposas color durazno y una franela de tirantes de Hello Kitty azul celeste.

— Mi pijama — respondo con indiferencia y me siento a comer. Esa chica no puede parar de criticar ni por un segundo.

Cuando acabamos de comer, Raquel recogió todo y se lo llevó para lavarlo. En eso bajó Kira, la cosita más bonita y apachurrable. Ella le pasó por un lado a Anastasia y esta soltando un gritito de asco o irritación, no lo supe decifrar, le dió una patada a mi cachorrita dejándola a un metro de distancia mientras chillaba.

— ¿¡Pero qué te pasa!?.

— ¿A mí? Nada — responde la muy perra.

— Acabas de patear a un pequeño animalito, talvez para tí no fue tan duro, pero para ella sí — digo con total enfado y ella solo bufa.

— No es la gran cosa — responde indiferente. ¡Ahora sí me va a conocer!, practiqué karate hasta los catorce, y aún me mantengo.

— No va ser la gran cosa cuando te pateé y te rompa una costilla — digo acercándome a ella pero unos brazos fuertes me detienen.

— Déjala, no vale la pena — susurra Lucas en mi oído.

Me relajo y me suelta, camino hacia Kira y la levanto con el mayor cuidado posible del suelo, no quiero lastimarla, le doy una mirada fulminante a Anastasia —quien me sonríe con maldad— y me voy de allí. Subo hasta mi habitación y examino a Kira para ver si hay muchos daños, pero no fue tan grave. La toco en la zona lastimada y no se queja tan fuerte.

Tum, Tum, Tum, tocan a la puerta.

— Pase — digo y entra una cabellera negra.

— ¿Está muy grave? — pregunta con notable preocupación en su voz.

Ángeles CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora