Capítulo 42

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No pude dormir en casi toda la noche de lo nerviosa que estaba. Luego de tomar una ducha y vestirme con unos jeans negros, botines y una camisa deportiva del mismo color, me coloqué una chaqueta de cuero negra, tomé mi bolso —donde tenía mi celular, el pasamontañas y la taza de Flíbolas— y salí del dormitorio, dejando a Becky que comenzaba a colocarse su traje. En la cocina, me encontré al dúo zorruno —que llevaban puesto unos vestidos que dejaban ver todo— junto a Lucas desayunando. Busqué una butaca y me senté con ellos a desayunar.

— ¿Qué hora es? — pregunto ansiosa.

— Las 7:46am. Tranquila, aún tenemos tiempo de sobra — responde el pecoso y sonríe de lado.

Apenas terminé de comer, mi celular comenzó a sonar, así que salí de la cabaña y contesté.

— ¿Hola?.

— ¡Kamila, que bueno que contestas!. Debo advertirte sobre algo, se nos estaba saliendo de las manos — mencionó mi abuela preocupada.

— ¿Qué sucede? — pregunto manteniendo la calma.

— Se olvidaron de un cazador, el ángel caído de la generación pasada — habla arrastrando las palabras.

— ¿Jhon? ¿El rubio?.

— Sí, pero no será un obstáculo por el momento. No estará en la empresa — dice y me relajo —. Él llegará al mediodía a la cede, esperó y a esa hora ya no estén allí, aunque... — se quedó callada.

— Aunque... — digo para que prosiga.

— Tu manada no sabe sobre su existencia como cazador — mencionó y mi garganta se secó, dejándome sin habla —, pero lo sabrán y será un golpe duro.

— ¿A qué te refieres con eso?.

— No pretendo decírtelo, será más interesante que lo vivas. ¡Ah! Y... habrá una cazadora que generará mucho daño emocional — comenta y me confunde, no entiendo en lo absoluto —. Ya no te daré más spoilers. Ahora, prepárate y no bajes la guardia — me aconsejó y de inmediato me acordé de Marcus. Hay algo que mi abuela sabe, pero si no me lo quiso decir es por algo.

Cortó la llamada, metí mi celular nuevamente en mi bolso y entré a la cabaña. Zack estaba repartiendo las pistolas y al verme me tendió una, la cual tomé sin titubeo y la metí entre mi pantalón. Todos estábamos listos, solo faltaba que Tom apareciera y diera la orden para irnos. Al cabo de unos minutos, apareció y se sentó frente a nosotros.

— Buenos días, chicos. Esto, no está tan difícil, ni sentirán nuestras presencias — comentó tranquilo —. Aquí tengo — dice y abre un maletín —, estos juguetitos. Se los pondrán en la oreja, con eso nos podemos comunicar — finaliza y nos entrega uno a cada uno —. Si quieren decir algo, solo presionan el botón y ya — dice y luego me mira —. Ten — dice tendiéndome unas linternas, las cuales tomo gustosamente —, talvez las necesiten.

— ¿Nos vamos? — pregunta Finn despeinando su cabello. Tom asiente.

Toda la manada se encontraba sentada en los asientos de la van mientras el mayor conducía. Nadie hablaba, cada uno se encontraba tan sumergido y concentrado en lo que ocurriría dentro de unos pocos minutos. Cuando estábamos por llegar, Tom estacionó una cuadra antes, no podíamos arriesgarnos a que nos vieran.

— Finn, te toca — habló Tom.

El oji gris, junto al rubio, el pecoso y Raquel bajaron de la van con el equipo de trabajo; se aseguraron de que nadie los viera, y se volvieron invisibles. Esperamos un poco, mientras se instalaban y toda la cosa.

— Listo, ya me regreso — habla Finn a través del comunicador. Le diré así, no se cómo se llama el aparato que tenemos en nuestras orejas.

Al cabo de unos segundos, el chico ya se encontraba dentro de la camioneta.

Ángeles CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora