Capítulo 17

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Lucas en multimedia

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Kamila.

Desperté por los fuertes rayos del sol que entraban por el balcón, no quiero ni siquiera moverme de lo cómoda que estoy. De pronto sentí algo de peso en mi cintura, abrí mis ojos y me di cuenta que estaba dormida encima de alguien.

¡Ay por el amor de Dios! ¡Es Alex! ¿Qué hace en mi cama?.

Recuerda que anoche le pediste que durmiera contigo

Ah sí, es cierto.

Me quedé contemplando cada facción de su rostro relajado, sus párpados cerrados que impedían que viera sus preciosos ojos mieles, sus largas pestañas que tocaban sus mejillas, su cabello que apuntaba en todas direcciones. Se veía demasiado sexy.

No pude evitar ver lo que tenía debajo de mí, sí, su pecho y abdomen de infarto. Sin ser consciente por ese momento, paso mis dedos por su dorso desnudo y él se remueve un poco, lo cual me asusta y dejo de tocarlo. Al poco rato el abre sus ojos y me sonríe.

— Buenos días — dice con voz ronca creando un huracán dentro de mí.

— Buenos días — respondo con una sonrisa nerviosa.

— ¿Dormiste bien? — mejor que nunca, pero solo me limito a asentir — ¿Te sientes mejor?.

¿Cómo no estarlo si lo tengo abrazándome? Sí, no me ha soltado.

— Sí — le respondo tímidamente y me separo un poco de él.

Alex se levanta y camina hasta la camisa y los zapatos que se encuentran en un extremo de la habitación. Desde aquí tengo una excelente vista de su tonificada espalda, el recoge sus cosas, se da la vuelta para verme y me sonríe.

— Nos vemos abajo — dice. Su cabello y ojos se vuelven de color azul eléctrico, le brotan venas por todo su cuerpo y lo rodea un esplendor de dicho color, pasa una milésima de segundos y desaparece. ¡Se veía hermoso!.

Quitando ese pensamiento de mi cabeza me dirijo al baño, tomo una ducha y lavo mis dientes. Salgo y decido vestirme con un pantalón de mezclilla, una blusa azul celeste y mis zapatillas blancas, peino mi cabello un poco, me aplico perfume y salgo de la habitación.

Bajo las escaleras y me encuentro con el par de la mediocridad, conformado por nada más y nada menos que Anastasia y Alicia.

— ¿Pero que llevas puesto? — pregunta la rubia platinada mirándome con desprecio. ¡Ja! Si ella se viera; viste una falda demasiado corta con una camisa escotada que deja a la vista todo. ¡Todo!.

— Ropa — respondo y les doy la espalda.

— Pero que chiquita tan mal educada — espetó Anastasia. En verdad ambas son insoportables.

Ignorando por completo su comentario me dirijo hacia la cocina donde me encuentro con una Becky solitaria comiendo un plato de panqueques.

— Hola — digo sirviéndome el desayuno y sentándome a su lado.

— ¡Hola! — exclama con felicidad —. Qué bueno que ya saliste de tu habitación, me tenías preocupada. ¿Ya te sientes mejor? — pregunta con preocupación en su voz.

— Sí — respondo, si supiera porqué.

— Ya le serví la comida a Kira — menciona y de inmediato siento como algo se recuesta sobre mis pies, al bajar la mirada me encuentro con mi cachorrita y me levanto para tomarla en mis brazos y acariciarla —. Oye, ¿Qué tal si vamos hoy al centro comercial? — pregunta con un brillo en sus ojos.

Ángeles CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora