Epílogo

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Caí sobre la nieve y continúe llorando sin control mientras sollozaba fuertemente tapando mi cara con ambas manos. No puedo creer lo que hice, acabo de matar a la que nunca me dejó sola y fue mi amiga por tanto tiempo, desde que llegué a Greenland, a pesar de ser una farsa. Sentí como alguien me levantaba con cuidado del suelo al estilo nupcial, al destapar mi rostro me encontré con el oji miel observándome con pena, yo solo oculté mi cara en su cuello y seguí llorando. De pronto sentí que me recostaron en una cama, abrí mis ojos y me di cuenta que estaba en mi habitación, en casa. Alex debió teletransportarnos hasta aquí.

Él se separó y me dio una sonrisa reconfortante.

— Ya vuelvo, iré por el equipaje — avisó y desapareció.

Me acomodé sobre la cama y me permití llorar nuevamente, hasta que mis ojos se cansaron y se cerraron por si solos.

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Desperté con la garganta seca y los ojos hinchados, me ardían como si me los hubiese quemado. Revisé la hora en mi celular y eran la 1:26am, todos deben estar dormidos, y utilizando mi superaudición lo comprobé. Tomé una ducha rápida, me vestí algo abrigada y cómoda. Hice tres cartas, una para la manada en general, otra para Becky y la última para Alex. Sí, será mejor que me separe de ellos. Mientras Lancaster siga vivo y no tengamos la Optus faltante, seguiré siendo destrucción andante. Creo que ésta será la mejor decisión. No quiero morir, tengo mucho camino por delante.

Metí en un morral las cosas más importantes, como mi cepillo de dientes, mi celular, cargador, auriculares, todo el dinero que tengo ahorrado, la llave de la sección prohibida y algo de ropa. Metí en un pequeño bolso las cosas de Kira, en una jaula para viajes metí a mi cachorra junto a su equipaje, espero y no haga ruido. De seguro Alex trajo a mi perra mientras dormía.

Salí de mi habitación sigilosamente, entré al cuarto de Becky y dejé su carta sobre su mesa de noche. Ella estaba dormida con la frazada cubriendo su cuerpo entero. Sin duda voy a extrañarla. Luego pasé al cuarto de Alex. Me quedé inmóvil durante unos segundos, no me había dado cuenta de que dejarlo iba a ser muy duro. Él dormía boca arriba y sin una sábana que lo cubriera. Llevaba su perfecto dorso al descubierto, como extrañaré pasar mis dedos por allí mientras él duerme. Dejé la carta sobre su escritorio, le dí un suave beso sobre sus labios y salí de allí.

Bajé a la sala y coloqué la carta restante sobre la mesa del comedor. Me encaminé hasta la cocina, tomé una botella de agua, un paquetito de galletas y me preparé un sándwich, además de meter en una taza algo de perrarina para Kira y volví a mi habitación. Guardé la comida, me coloqué la mochila sobre los hombros y, tomando la jaula, salí por uno de los pasajes secretos. Caminé por unos pocos minutos hasta que aparecí en el garaje. Comencé a usar mi superaudición para estar segura de que nadie despertaba. Abrí el portón y saqué la moto sin encenderla. Até la jaula a la parte de atrás de la moto y cerré el portón. Rápidamente encendí la motocicleta, me subí y arranqué sin pensarlo mucho.

No tengo intención de regresar, por más que extrañe mucho a la manada. Debo protegerlos, así deba separarme de ellos.

Me voy y talvez no vuelva. Pero al menos el mundo no correrá tanto peligro.

Me enamoré del oji miel y ahora debo dejarlo, pero sé que estará mejor sin mí.

Comienzo a llorar y acelero.

La decisión está tomada. No hay vuelta atrás.

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Ángeles CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora