Capítulo 7 { Parte II }

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Un ligero movimiento hizo que se me abrieran los ojos de golpe. Lo primero que vi al abrirlos fueron los ojos de Alex posados en mi rostro, sonreí a medias y él me imitó. Por un momento sentí una atmósfera celestial, ver sus ojos tan cerca era como tener el cielo en la tierra, uno de sus fuertes brazos rodeaba mi cintura y mi cuerpo estaba tan junto al de él, se sentía maravilloso estar así con él. Poco a poco me di cuenta donde nos encontrábamos lo que hizo que saliera de mi embobamiento. Me aparté de él, con mucho pesar, pero ese lugar no era el adecuado para estar así y menos con Álex.

—¿Qué hora es? —dije aun adormilada. No hizo falta que respondiera pues yo miré el reloj en mi muñeca.

Noté que Alex se rascó la cabeza y miró al piso como si estuviera apenado, entonces comprendí. Era tarde, había dormido más de cinco minutos.

—¡Alex! —dije con los ojos desorbitados—. Se me hizo tarde. —Me paré de un tirón de donde estaba sentada.

—Lo siento —dijo Alex poniéndose de pie y siguiéndome ya que yo había comenzado a caminar rápidamente—. No quería despertarte, no te enfades.

Me paré en seco y me volví hacia él. No me podría enfadar con él por eso.

—No me enfadé. No soy una gruñona.

— Lo siento es que parecías tan tranquila y cómoda así, dormida... —Trató de explicar.

Le sonreí.

—Fue bastante tiempo el que me quedé dormida. —Me di la vuelta y empecé a caminar más lento, pronto él estuvo en mi lado—. ¿No te aburriste? ¿Qué hiciste todo ese tiempo?

Alex se encogió de hombros.

—Te observé —murmuró mirando al piso. Estuve a punto de pararme en seco de nuevo, pero traté de parecer que esa respuesta no me afectaba en absoluto— y me puse a pensar en muchas cosas —continuó rápidamente Alex, levantó la mirada y se acomodó el cabello.

— ¿En qué?

Para esto ya estábamos en los vestidores.

—Bueno, el parto que presencié me hizo pensar en la vida —comenzó a decir—. En lo pequeños e indefensos que somos cuando llegamos al mundo y como con él tiempo maduramos. Y... eso es la... vida.

—Profundo —dije con una sonrisa burlona. Algo me decía que se estaba inventando todo eso.

—Oye, también pienso —siguió mi juego—. Claro que, si me ponen con alguien como tú, una persona súper inteligente, pareceré un tonto.

—¿Crees que soy inteligente? —Enarqué una ceja.

—Eres doctora, ¿no?

—Eso no quiere decir que lo soy.

—Sé que lo eres, por eso serás exitosa. —Me sonrió.

Eso me había sorprendido. Alex creía en mí. Al estar en un ambiente rodeada de tanta gente exitosa e inteligente, que alguien te reconozca de esa manera es más difícil porque hay muchos que son mejores. Era difícil sobresalir, llamar la atención. Y él, con apenas conocerme por unas cuantas conversaciones, ya creía que sería exitosa.

—¿Por qué te sorprendes? —dijo interrumpiendo mis pensamientos.

—Nunca nadie me lo había dicho, bueno, nadie que no fuera mi familia —contesté y lo miré sonriente—. Gracias.

—Yo solo digo lo que percibo.

¿Qué tenía este chico que me hacía sentir tan bien? Era como si él pudiera manejar mis sentimientos, moldearlos para hacerme sentir bien, en confianza, alegre. Me reí, no sabía que decir por tanto halago así que lo único que pude hacer fue reírme. Estábamos en las puertas de los vestidores de la sala de maternidad, yo sobre la puerta de los vestidores de mujeres y él con la mano en la manija del vestidor de hombres.

Little bit of medicine, little bit of love. [Disponible en Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora