Estábamos conduciendo lejos de la ciudad con destino a quien sabe dónde, dispuestos a dormir en cualquier lugar. Íbamos preparados con nuestros kit de campamento. Habíamos tomado unos días libres de nuestras obligaciones para hacer esa locura.
Me encantaba manejar a su lado, tomándola de la mano y viéndola de reojo. Ella cantaba las canciones de la radio y el viento golpeaba en su rostro haciendo que su cabello se despeinara. Amaba el sonido de su risa.
Le estaba mostrando a Amy nuevas canciones de un grupo llamado Vance Joy y en un instante quedó enganchada a las canciones. Repitió más de una vez Messi s Mine y para el final del trayecto ella se la sabía de memoria. Puede decirse que ese fue el soundtrack de nuestro viaje.
El atardecer nos tomó desprevenidos, estaba por caer la noche y aun no sabíamos dónde pararíamos. Pero en la distancia podíamos ver una playa desierta. Amy sugirió acampar ahí, no me pareció mala idea. Nos detuvimos y sin perder tiempo colocamos la tienda de campaña y encendimos una fogata. El mar perdía su color conforme el sol se ocultaba, hacía frío pero nos cubrimos con unas mantas y nos quedamos muy cerca de la fogata.
Amy mencionó que todo le traía recuerdos de Cancún pero que hacía más frío que cuando estábamos por allá. Tenía su espalda contra mi pecho, su cabeza me queda justo debajo de barbilla y nos cubríamos con las mantas. Olía su cabello, besaba su frente y jugaba con los dedos de su mano. De esa forma nos transmitimos calor. Comimos comida enlatada entre conversaciones triviales.
—Era fastidioso tenerte en la mente todo el tiempo — musitó ella entre risas.
—¿Por qué? — no oculté mi risa.
—Porque se suponía que no debía sentirme atraída a ti, pero estabas en todo y aparecías siempre en mi camino — se mordió el labio, como si pensara en algo — Me hacías sentir como una adolescente, enamorada de un amor imposible.
Solté una carcajada.
—Tu tampoco podías salir de mi cabeza, me hacías sentir culpable.
—Lo siento — dijo en una ligera risa.
Escuché un suspiro de parte de ella y luego se acurrucó contra mi pecho.
—¿Estas cansada?
—Sí, un poco. Pasar todo el día en carretera se vuelve pesado.
Presioné mis labios contra su frente.
—Entonces a dormir — susurré.
Ella volvió a suspirar pero abrió sus ojos y elevó su mirada hasta chocar con la mía, sus ojos decían lo cansada que estaba pero su sonrisa me decía que estaba feliz. Nos levantamos con pesar y tiritando, apagamos la fogata y enseguida quisimos correr a la tienda de campaña en un intento de protegernos del frío. Con un movimiento rápido tomé a Amy entre mis brazos tomándola por sorpresa y la cargué como si fuera una bebé. Ella gritó seguido de una risa. Con la manta con la que nos habíamos tapado la arropé y la llevé adentro.
Nos acurrucamos en el suelo de la casa de campaña, a pesar de tener varios sacos de dormir y cobijas seguíamos teniendo frío. Quedamos uno frente al otro con nuestras manos unidas y riéndonos quedito. Besé sus manos frías y las froté tratando de calentarlas, pero no las solté. Mis ojos se clavaron en Amy, con su rostro adormilado, bostezaba cada dos por tres y sus ojos se le hacían cada vez más pequeños. Se veía hermosa. Acaricié su frente y despejé su rostro de los mechones despeinados de su cabello. Ella me sonrió, pero yo me atrevía robarle un beso en los labios. Ambos teníamos los labios fríos pero la sensación de las caricias fue esa misma que nos hacía sentir bien. La besé por largo rato hasta que se quedó dormida entre mis brazos.
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Little bit of medicine, little bit of love. [Disponible en Físico]
Romanzi rosa / ChickLitAmy Miller, es una doctora interna en el Hospital San Martín de Londres que suele ser muy amable con sus pacientes a tal punto de crear conexiones especiales con ellos. No lo hace a propósito, ella sólo quiere ayudar, pero nunca tomó en cuenta las a...