Nos habíamos pasado el resto de la noche acurrucados en una de las bancas de los pasillos, hablando de trivialidades y compartiendo uno que otro beso. Los doctores no reclamaron mi presencia en ningún quirófano ni en una emergencia, así que hice caso a su indiferencia y me quedé a lado de Alex, disfrutando de su compañía; esperaba no meterme en problemas.
Alex se había recostado en la banca, con su cabeza en mis piernas. El cansancio comenzaba a notársele. Mientras hablábamos le pasaba mis manos por su rostro, acariciando cada centímetro, como siempre había querido hacerlo. Mis caricias parecían que le agradaban y hasta lo arrullaban. Él no dejaba de mirarme y no quitaba su sonrisa de su rostro.
—Vas a quedarte dormido —murmuré siguiendo con mis caricias.
Él sonrió.
—Me agrada que me arrulles, pero pensándolo bien... —Apartó mis manos de su cara—. Si me quedo dormido desaprovecharía los momentos contigo, así que mejor no lo hagas.
Me reí y él alzó su mano para apretar una de mis mejillas tiernamente. Sentí que algo vibró dentro de mí.
—No sería la primera vez que nos quedáramos dormidos en mi guardia —dije torciendo el gesto, divertida.
—Lo sé. —Suspiró y apartó su mirada de mí como si estuviera recordando algo—. La otra vez fue una noche perfecta. Empezando porque estuve contigo.
Volvió a mirarme. Solté una risita nerviosa, recordaba esa noche, había estado muy cerca de él y la conversación fluía mientras la noche avanzaba. Claro, había sido una noche perfecta.
—Se cuenta en una de mis noches favoritas —le dije y golpeé su nariz—. Además de ésta, claro.
Alex sonrió y me guiñó un ojo, luciendo tan sensual.
—Esa noche fue muy parecida a esta, hacíamos guardia y hablamos durante horas de cualquier cosa. —Se mordió el labio y yo lo miré curiosa. Entonces, en un ágil movimiento, se levantó de mi regazo y se quedó apoyado en una mano, dejando su rostro justo frente al mío—. Pero hizo falta algo como esto. — Sus labios atraparon los míos. Los acarició tan dulce y suavemente, que fue imposible no derretirme por dentro.
Al separarnos suspiré y luego comencé a reír. Estaba demasiado feliz como para ocultarlo.
—Sí, definitivamente —dije llevando una mano a mi nuca y mirándolo con una sonrisa.
Nos quedamos unos momentos así, escrutándonos el uno al otro, disfrutando de la cercanía. La piel se me puso de gallina cuando su mirada se clavó en la mía, no estaba acostumbrada a que alguien me sostuviera la mirada por tanto tiempo, ni yo sostenerla, pero con él... no podía dejar de perderme en sus ojos. La piel se me erizaba y en mi estómago no dejaban de revolotear mariposas.
—Tengo una duda —murmuré, rompiendo el cómodo silencio en el cual habíamos caído. Era una duda que se formó mientras lo miraba.
—Dime —me animó Alex con una media sonrisa.
—¿Cómo te atreviste a decirme todo lo que sentías por mí cuando no sabías cuales eran mis verdaderos sentimientos? ¿Por qué te arriesgaste? —Me encogí de hombros—. Pude haber dicho que no, que no sentía lo mismo por ti.
—Te lo dije, me estaba muriendo por decírtelo, por hacértelo saber. Yo ya no podía esconder mis sentimientos hacia ti —respondió rápidamente sin pensarlo mucho—. Pudiste haber dicho que no, tal vez pude seguir intentándolo o tal vez me rendiría. Pero entonces dijiste que te sentías igual y cuando lo mencionaste no cabía de la felicidad, fue ahí cuando decidí que no te iba a dejar ir. Descubrir que los sentimientos son mutuos es algo que se siente muy bien. —Se rio y se acercó un poco más a mi rostro, rozando su nariz con la mía—. Si no me arriesgaba a decírtelo, nunca iba a saber qué pasaba por tu mente y yo no soy de esos que se quedan de brazos cruzados esperando que las cosas pasen. Yo actúo y hago que sucedan.
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Little bit of medicine, little bit of love. [Disponible en Físico]
ChickLitAmy Miller, es una doctora interna en el Hospital San Martín de Londres que suele ser muy amable con sus pacientes a tal punto de crear conexiones especiales con ellos. No lo hace a propósito, ella sólo quiere ayudar, pero nunca tomó en cuenta las a...