La puerta de la celda se abrió con un chirrido. Desde dentro un joven miraba con odio sincero a su carcelero.
-No intentes nada o perderás la cabeza antes de lograr huir.
El carcelero entró en la celda y soltó las cadenas que ataban al chico a la pared.
-Tú juicio está listo. Muévete.
-Me habéis encadenado como un perro. -respondió mordaz. - Muéveme tú.
El joven recibió un fuerte golpe en la cara.
-Aprende respeto chico o lo pasarás mal. -El carcelero tiró del muchacho y lo puso en pie. - Ahora muévete.
El encadenado comenzó a caminar arrastrando los pies. A cada paso que daba sonaban las cadenas. Tenía los pies y las manos atados y un grillete le aprisionaba las alas y el cuello, de tal forma de que si intentaba volar se rompería el cuello.
El joven tenía la piel oscura llena de heridas sangrantes y su cabello, extremadamente largo y de un hermoso color plateado, estaba enredado y sucio. Tenía el rostro afilado y sus ojos, almendrados, reflejaban una mirada dura, pero aún quedaban rasgos infantiles. Sus alas eran de un color marrón oscuro y hacían tintinear las cadenas como amenazando a destruirlas.
El joven entró en la sala del juicio rodeado de sus captores. La habitación estaba prácticamente vacía. "Solos los imprescindibles" pensó "A padre no le gusta el escándalo."
Cuando entró le encadenaron al suelo en el centro de la sala. Segundos después entró en la sala un anciano cheposo ataviado con ropa ostentosa y arrastrando las alas. Se sentó presidiendo la mesa y a su señal todos los demás en la sala se sentaron alrededor.
- ¿La familia del acusado lo reconoce? -preguntó alargando su mano totalmente esquelética.
-Yo sólo tengo tres hijos. -dijo un hombre a su derecha. - Y ninguno está presente.
El joven sonrió para sus adentros. Esperaba que su padre dijese eso, sin embargo, sintió una punzada en el corazón. Junto todo el valor que podía y los miró de forma inexpresiva. Su padre le miraba con decepción, pero su madre estaba llorosa y temblaba intentando reprimir los sollozos. "Lo más probable es que padre la haya obligado a mantener silencio". El anciano suspiro.
- ¿Hay alguien en la sala que responda por el acusado?
Silencio. "Lo suponía..." pensó con tristeza. Conocía a todos los presentes. Algunos incluso habían jurado ayudarle siempre. "No les puedo culpar".
-Nadie intercede por ti acusado. Tendrás que defenderte por tus medios...Acabemos con esto de una vez. -añadió por lo bajo. - ¿Nombre?
- Kyros. -dijo.
Su voz era dulce y tranquila.
-Ha sido acusado de intentar mancillar la pureza de sangre de los alados, lo cual se considera traición a toda la raza. ¿Cómo se declara?
Kyros se planteó sus opciones, podía declararse inocente, pero así lo único que lograría sería que la guardia buscase testigos y muchas personas acabarían arrestadas. Pero si se declaraba culpable se haría evidente que estaba escondiendo a otros y eso sólo llevaría a sus amigos a la muerte o a la prisión. Con esto en mente se quedó callado. Cualquier cosa que dijese se volvería contra él.
- ¿Eres consciente de que la pena por traición es muerte o destierro? pero puedes rebajarla si entregas a aquellos por quién nos traicionaste.
Kyros le respondió con silencio.
-Ya que te niegas a hablar y nadie ha accedido a interceder por ti comenzaremos con el juicio.
Comenzaron a entrar distintos testigos, la mayoría eran sus vecinos y compañeros. Relataban como desaparecía de vez en cuando o como estaba distante en los entrenamientos. Kyros se limitaba mirar a los testigos y mantener silencio si le preguntaban algo. Al cabo de una hora de juicio los presentes se estaban cansando y el juez estaba visiblemente enfadado por la indiferencia del muchacho.
-Que entre el último testigo.
Entró en la sala un joven mayor que Kyros con el pelo recogido en una perfecta trenza que le llegaba a las rodillas. Llevaba una armadura completa recién lustrada e iba armado. Kyros lo contempló con mezcla de envidia y odio. Era su hermano, a quien había admirado tiempo atrás. Se sentó al lado del juez y comenzó con su exagerado relato. Kyros apretó los dientes con rabia, muchas de las cosas que comentaba eran muy personales o inventadas, pero no dijo nada.
Cuando terminó el juez se rasco la calva y se puso en pie con dificultad.
-Tras los testimonios presentados no queda duda alguna que el acusado es culpable de tales actos. De nuevo se te ofrece la oportunidad de rebajar la pena entregando a tus cómplices. ¿Dirás algo?
Kyros continuo en silencio si cambiar ni un ápice su expresión.
-En ese caso, frente a los hechos y tu poca disposición a confesar, se te considera culpable y serás condenado a muerte, mañana...
-Disculpe. -interrumpió su hermano. - Verá, conozco al acusado desde que era un bebé y, a pesar de que no deseo responder por él, me apenaría verle morir. Así que le entregó a la mujer con la que Kyros nos ha traicionado a cambio de una reducción de la pena.
Una mueca de horror se dibujó en el rostro impasible del acusado. Vio como cuatro soldados traían a rastras a una mujer.
- ¡Júpiter! -grito. Tiró de sus cadenas y luchó contra sus captores intentando llegar hasta ella.
Estaba maniatada y amordazada. Le habían quitado la ropa y rapado el pelo, y su piel lucía llagas y moratones severos. La empujaron hasta el centro y la hicieron arrodillar. Los presentes se encogieron en sus asientos y mostraron muecas de asco.
Kyros tiro con más fuerza de sus cadenas. Escucho un satisfactorio crac que pasó desapercibido y con un grito que más parecía un rugido se liberó de la mitad de sus ataduras. La sala enloqueció. El juez ordenaba a gritos que lo atasen de nuevo, los soldados se pusieron en pie y al menos la mitad de los presentes chillaron asustados.
El muchacho se acercó a Júpiter y la rodeó con el ala que le quedaba libre con un gesto protector. Ella le miró con sus ojos azules profundos como el mar. Eso fue lo último que contempló, pues después de una punzada de dolor en la cabeza perdió el sentido.
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Los fragmentos del tiempo: El Palacio de Cristal [Completa]
FantasyHay muchas leyendas en este mundo. Cientos. Miles. Algunas prohibidas por los reyes, otras por los dioses. Pero solo una de ellas se repite en todas las culturas. Y solo una está prohibida en todo el mundo. Más allá del Bosque Maldito, pasando la Ci...