Aparte de aquel incidente, el día acabó sin más problemas; sin embargo, los tres se reunieron en la habitación de Nora y pasaron la mayor parte del tiempo discutiendo quien era aquel hombre. Las sirvientas no respondían a sus preguntas, y si lo hacían simplemente decían "No está en mano comunicar esa información" o "No poseo la información que buscan". De nuevo les ocultaban lo que sucedía ante sus ojos. El sentimiento de seguridad que aquel lugar emanaba se desvaneció en cuestión de segundos. Parecía que los tapices ocultaban ojos y oídos que vigilaban hasta el último de sus movimientos.
Al día siguiente la doctora del palacio les llamo a media tarde. La niña les condujo hasta la enfermería; sobre una de las camillas yacía el hombre que había aparecido en los jardines.
Parecía un gigante; era más grande que Nora, que era bastante alta; además era el doble de ancho. Era todo músculo, y su piel era más ocurra que la de Kyros. Sin embargo, no parecía un alado, pues su cabello, recogido en largas rastas, era tan oscuro como su piel y unos grandes colmillos decoraban su labio superior y deformaban un poco la cara. Todo aquello eran características de los feoles; sin embargo, era muy grande. Los feoles era la raza que más oprimida estuvo en el pasado, por ello era casi imposible encontrar un feol de sangre pura, casi todos eran mestizos, lo que causo que encogieran con los años. Muy posiblemente, él venia de la profundidad de las Tierras Salvajes, donde se refugió la raza durante la invasión humana; pero se decía que, los que habían logrado escapar de las colonias, habían abandonado la evolución y se volvieron animales salvajes. Sin embargo, aquel hombre vestía ropajes de cuero y armadura cuando llegó al palacio.
-Debido a una condición desconocida, - explico la niña. - sus heridas han sanado rápidamente y se espera que mañana este totalmente recuperado, entonces se podrá unir a ustedes para la recepción de mi maestra. Desconocemos su nombre y origen; - dijo. - esperamos que nos lo comunique cuando despierte.
- ¿Y la Dama? - pregunto intrigada Eve. - Ella debería de saber quién es.
-La Gran Doncella no estaba disponible hoy. Lamenta que tengáis que esperar para conocerla y desea que disfrutéis con todos los servicios que el Palacio puede ofrecerles.
Sus palabras les dieron que pensar. Estaba decidido, aquel hombre los acompañaría a partir de aquel momento, también tendrían que seguir esperando en aquel lugar sin conocer su dueña. Ninguno de los tres estaba feliz con aquella resolución, pero tampoco tenían opción. Según los guardianes, solo tendrían opción de sobrevivir si había cuatro guerreros en el grupo, y ellos eran solo tres. Echaron un último vistazo con aprensión a la camilla en la que reposaba su nuevo compañero y se retiraron a su habitación.
***
Tal y como la médica había predicho, al día siguiente el feol despertó. En cuanto se enteraron de la noticia los jóvenes se apresuraron a la enfermería con cientos de preguntas para él.
Cuando llegaron estaba sentado en la cama mirando a la nada. Realmente parecía que no había despertado. Sus ojos eran de color miel, pero no expresaban ningún sentimiento. La sábana, que el día anterior le cubría totalmente, caía sobre su regazo, dejando su torso al descubierto. Su piel estaba decorada con cientos de cicatrices, la más grande adornaba su grueso cuello. Nora trago saliva; aquellas marcas se parecían mucho a las suyas. Miro con compasión al feol, ya que posiblemente compartían un pasado similar. Sus brazos estaban tatuados con motivos tribales, pero la tinta empezaba a desvanecerse y no se podía intuir nada del diseño original.
Cuando los jóvenes entraron en la habitación el hombre los miro sin demasiada atención; sin embargo, tras unos instantes y como si acabase de despertar, mostro una amplia sonrisa. A pesar de que al sonreír mostraba sus colmillos, su gesto era cálido y amigable. Nora lo considero una buena señal, le devolvió casi instintivamente la sonrisa y se sentó a su lado. Eve y Kyros se sentaron a su alrededor y la doctora quedó en medio.
Con ayuda de las sirvientas del palacio, que podían hablar y entender cualquier lengua, intentaron comunicarse con el desconocido; y, aunque parecía entender sus preguntas, solo respondía con gruñidos. Intentaba articular palabras, pero de su boca solo salían sonidos sin sentido. Era muy probable que la cicatriz en su garganta le impidiese hablar; pero parecía confuso, como si el día anterior no tuviese ningún problema. Miro alrededor y pidió con gestos papel y pluma. Cuando se lo entregaron, comenzó a garabatear algo.
Nora se sorprendió de que aquel hombre supiese escribir, Noah había nacido en las tierras salvajes, y cuando llego al reino de Ijudski ni siquiera sabía que eran las letras. Quizás en los últimos años los feoles habían logrado desarrollarse en secreto. El extraño interrumpió sus pensamientos sacudiendo el papel delante de sus ojos. El alfabeto era bastante llamativo. Todas las letras tenían un pequeño palo alargado del que salían varias ramificaciones, simulando la copa de un árbol, en cada una de las grafías, era diferente. Era muy similar la que Nora encontró en la biblioteca de Sur.
La sirvienta recogió el papel y leyó en voz alta.
- Aed. – dijo. – Será su nombre.
El hombre se señaló y asintió con efusividad.
-Pregúntale como llego hasta aquí. - pidió Nora.
"No se" respondió. "Solo llegue"
Nora abrió la boca para seguir preguntando, pero alguien golpeteo la puerta. Una de las sirvientas del palacio entro en la habitación.
-Lamento interrumpirles. - dijo. – Mi señora La Gran Doncella les recibirá ahora. En sus habitaciones hay sirvientas esperándoles para preparar la audiencia. Por favor, retírense a sus aposentos hasta que sean llamados.
Nora se sintió algo molesta; llevaban esperando días y aquella mujer no había aparecido por ninguna parte, pero ellos debían acudir en cuanto ella lo solicitaba. Aunque mostro su enfado, no dijo nada. Volvió a su habitación y dejo que las dos sirvientas la maquillasen y vistiesen.
Eso solo incremento su ira. Tenían que estar perfectamente presentables en su presencia. Maquillaje, finos vestidos y hermosas trenzas y recogidos en el cabello. Ellos se cubrirán de barro y sangre en su nombre, pero ella no quería ver la suciedad ni el dolor.
Avanzó por el pasillo mascando su cólera. Se podía ver qué Eve y Kyros tampoco estaban felices. Pero continuaron en silencio. Aed se unió a ellos. Le habían puesto un traje similar al de Kyros y habían cubierto sus hombros con una capa plateada y además le habían lustrado los colmillos.
Las sirvientas los condujeron hacia el corazón del palacio hasta que pararon frente a una puerta sin pomo, era la única hecha de madera y tenía diferentes rostros tallados. Estaba custodiada por dos estatuas de mármol en forma de cuatro guerreros, dos a cada lado.
Sin un solo crujido la puerta se abrió dejando pasar la luz del interior de la estancia. Era la habitación más alta del palacio. El techo estaba compuesto por varias bóvedas de cristal. Numerosas columnas decoradas con motivos florales provocaban que la estancia pareciese un bosque. Una alfombra dorada perfectamente colocada recorría la habitación desde la puerta hasta el final de una escalinata, donde se erguía un trono de cristal.
Delante del trono, pero sin sentarse en él, había una mujer. La ira de Nora desapareció en cuanto la miro a los ojos. No podía describir su apariencia, pues cambiaba a cada segundo, pero era hermosa, no solo eso, era la más pura definición de belleza. Sus vestimentas eran muy similares a las de las sirvientas, incluyendo el velo que ocultaba la mitad inferior de su rostro; sin embargo, en ella parecía mucho más majestuoso y valioso.
-Bienvenidos a mi morada, guerreros. - dijo. Su voz era dulce y melodiosa, también cambiante. Solo escucharla calmaba el corazón de Nora – Siento haberos hecho esperar tanto. Lamentablemente llegasteis en un momento poco oportuno. Ya sabéis por que estáis aquí, sin embargo, la historia está incompleta. Solo yo conozco la verdad absoluta sobre aquel día en el que el regalo de los dioses me fue robado.
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Los fragmentos del tiempo: El Palacio de Cristal [Completa]
FantasyHay muchas leyendas en este mundo. Cientos. Miles. Algunas prohibidas por los reyes, otras por los dioses. Pero solo una de ellas se repite en todas las culturas. Y solo una está prohibida en todo el mundo. Más allá del Bosque Maldito, pasando la Ci...