El viento producía un silbido ensordecedor. Por suerte la roca estaba desgastada y tenía muchos lugares en los que apoyarse. Sin embargo, Kyros nunca había aprendido a escalar. Nunca lo había necesitado, si se encontraba en una situación como aquella simplemente volaba hacía su destino.
Avanzaba lo más pegado a la pared que podía. El mayor problema eran los grilletes. Qué no le permitían avanzar tan rápido como quisiera.
Hacía mucho frío y los dedos de las manos y los pies comenzaron a sangrar. Los dientes le castañeaban y tiritaba con todo el cuerpo. Pero no detuvo su avance. Por primera vez se alegró de que parte de la condena fuese cortarle el pelo. Cuando alcanzó la zona más desgastada de la pared, a unos veinte metros del suelo, encontró un saliente bastante amplio y paro a descansar. Apenas había avanzado diez metros, y no parecía que hubiese otro saliente en la última parte del trayecto, es más, la última parte parecía mucho más lisa.
-Si descanso aquí unas horas no llegaré antes del anochecer a la superficie.- se dijo.- Pero tampoco puedo esperar a que pase la noche aquí. Hace mucho frío... Mi única opción es bajar cuanto antes.
"Aunque tampoco se lo que me encontraré abajo" pensó, pero no sé atrevió a decirlo en voz alta. Cuando recuperó el aliento comenzó a descender de nuevo. El último tramo era sin duda mucho más complicado. La roca era lisa y resbaladiza y Kyros ya estaba cansado.
Ya había logrado bajar otros tres metros cuando la roca en la que se sujetaba se desprendió de la pared. Desesperado, Kyros trato de agarrarse a la pared de nuevo, pero era demasiado lisa y lo único que lograba era arañarse las manos. El muchacho cayó sin remedio sobre las copas de los árboles.
Kyros fue rebotando sobre las ramas hasta que sus grilletes se quedaron enganchados en una de ellas, sin embargo, el golpe hizo que su hombro derecho se saliese. El alado ahogo un grito y utilizó su otro brazo para alcanzar la rama, pero su cuerpo fallo debido al dolor y al cansancio y volvió a caer.
Por un momento el mundo comenzó a dar vueltas. Cuando todo volvió a quedarse en su sitio, Kyros, mareado, vio que había caído sobre una mata de arbustos, que le habían salvado la vida.
Sin apenas recordar quien era intento ponerse en pie, pero nisiquiera fue capaz de moverse. Sentía la sangre gotear por su mejilla. Aturdido paseo la mirada por su magullado cuerpo. Las cadenas de habían roto, pero aún las tenía alrededor de la muñeca. Tenía un corte muy profundo en su pierna derecha y su mano izquierda estaba girada en un ángulo extraño. Su brazo derecho no parecía haber sufrido más heridas y su pierna izquierda estaba intacta.
Con un último esfuerzo resguardo su mano izquierda en su pecho y se puso en pie. Apoyándose sobre su pierna y hombro comenzó a caminar sin rumbo.
No había avanzado un metro cuando no pudo más y rompió a llorar. Lo había perdido todo. Y ahora perdería su vida.
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Las yemas de los dedos le habían empezado a sangrar un rato atrás, pero no le había importado. No podía dejar el cuerpo de su hermano a la intemperie, tenía que enterrarlo. No merecía ser abandonado.
Nora estaba demacrada. Estaba totalmente despeinada, con la ropa rasgada y la cara cubierta de mugre. Sus lágrimas habían dejado surcos en la suciedad de su cara. Estaba cansada de cavar todo el día, además no había comido nada. Pero no podía detenerse. Tenia que acabar la tumba y huir antes de que aquellas criaturas volviesen.
Cuando terminó la improvisada tumba se arrodilló frente a su hermano. El color había abandonado definitivamente su rostro. La zona alrededor de sus ojos se había oscurecido y sus labios se habían vuelto azules. Su cabello se le había pegado a la cara y tenía sangre seca y tierra pegada al cuerpo. Parecía un grotesco muñeco de porcelana.
Con cuidado lo arrastró hacia su tumba y lo coloco sujetando su espada. Nora acarició su rostro una última vez y susurró.
-Nos vemos en el éter.
Luego comenzó a tapar el cuerpo de su hermano con tierra y hojas secas. Fue entonces cuando escucho el primer aullido. La pelirroja no se había dado cuenta de que había anochecido. Termino de enterrar a su hermano lo más deprisa que pudo e intentó huir, pero ya estaba rodeada. Esta vez eran más. Se movían más rápidos y coordinados. Como si supiesen a quien se enfrentaban.
Logró escapar del primer ataque rodando sobre si misma. Recuperó su hacha que seguía tirada en el suelo. La atacaron una segunda vez, pero esta vez se defendió y contraatacó. Puede que estuviese débil y herida, pero todavía podía dar pelea. Las bestias no le daban respiro. Mato a dos e hirió de gravedad a una tercera, pero la cuarta logro arrebatarle el arma y derribarla. El resto tomaron esto como señal y atacaron. Nora cerró los ojos cansada. Había perdido. En ese último momento escucho una voz romper el silencio.
-SATPI- gritó alguien.
La bestias se detuvieron al instante como congeladas. Nora se atrevió a abrir los ojos. Frente a ella había un hombre de unos treinta años. Tenía los ojos azules como el cielo y sonreía dulcemente. Tenía el pelo largo trenzado en un complejo recogido y llevaba ropa vaporosa. Su piel era ligeramente azulada y tenía unas marcas oscuras en el cuello.
Se acercó a ella con cuidado. Parecía que sus pies descalzos flotaban sobre la hierba. Sin preocuparse de las bestias, que habían empezado a moverse de nuevo, le coloco una mano en el rostro.
- Pobre niña...- dijo con pena.- No te preocupes... Ya estás a salvo.
Pequeñas criaturas sin rostro la rodearon y la alzaron del suelo. Nora intento luchar, pero apenas tenía energías.
- Spava -dijo el extraño.
Lo último que vio antes de quedarse dormida fue como las bestias se apartaban de aquel hombre temerosas.
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Los fragmentos del tiempo: El Palacio de Cristal [Completa]
FantasyHay muchas leyendas en este mundo. Cientos. Miles. Algunas prohibidas por los reyes, otras por los dioses. Pero solo una de ellas se repite en todas las culturas. Y solo una está prohibida en todo el mundo. Más allá del Bosque Maldito, pasando la Ci...