Capítulo 18

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Kyros despertó cuando los rayos de sol que entraban por entre las tablas de la pared le dio en la cara.

Después de caer, estuvo caminando durante su unas horas sin apenas avanzar. Comenzaba a anochecer cuando se encontró con una anciana en el bosque. La mujer apenas levantaba un metro del suelo y estaba encorvada sobre su bastón. Tenía el pelo totalmente blanco y le llegaba por las rodillas. Estaba vestida con una túnica blanca de invierno y una bata oscura encima.

La mujer le había curado las heridas y le había ofrecido comida y un techo bajo el que dormir. Kyros estaba tan desesperado que no pudo dudar de las intenciones de la mujer. Se levantó con cuidado y salió de la habitación cojeando. La mujer estaba comiendo algo de queso y pan.

-Buenos días.- dijo la mujer animada.- ¿Qué tal te ha sentado la siesta?

-Buenos días.- respondió el muchacho.- Gracias por su hospitalidad. Me encuentro mucho mejor.

-Bien... Bien... Siéntate- dijo- No deberías ni haberte levantado de la cama.

Kyros se sentó en la silla que la mujer le indicaba.

-¿Queso?- le ofreció.- También tengo algo de pan, y un poco de sobras de la cena de ayer.

-Gracias.- respondió aceptando la comida que le ofrecía.- ¿Cuál es su nombre?-pregunto cuando se dio cuenta que todavía no lo sabía.

- Llevo mucho tiempo viviendo sola... Ya ni me acuerdo... Vivo en el este. -añadio después.- Así que llámame Este.

El muchacho la miró extrañado pero no dijo nada. Observó el lugar en el que se encontraba. Era un casa pequeña pero acogedora. Estaba echa de madera oscura y parecía que los muebles iban a caerse a cachos en cualquier momento. Había un agujero para el fuego en el centro de la estancia y un hueco justo encima para el humo. La luz entraba por tres ventanas. Una al lado de la puerta y las otras dos en las paredes contiguas. Entonces Kyros percibió algo que no estaba cuando el llegó a la casa. Había una puerta más.

- Está casa se adapta a las necesidades de los que viven en ella.- dijo Este adivinando sus pensamientos.

-¿Que hay en ella?- pregunto curioso.

-Lo sabrás a su tiempo...-respondió. Luego se apartó de la mesa y se puso un pañuelo alrededor de la boca.- Tengo que irme. No te preocupes por nada y descansa.

Cuando la mujer se marchó Kyros de levantó y dirigió a la habitación misteriosa. Pero por mucho que intento abrirla, la puerta no cedió. "Supongo que sí está casa está hecha de magia no me dejara entrar donde su ama no quiere que entre" pensó.

Este no regreso hasta la noche. Llegó cargada de sacos de hierbas y un conejo. Coció el animal con algunas de las hierbas y unas patatas. Kyros engulló con gusto la cena que le ofreció la anciana.

-Esta buenisimo.-dijo con ánimo.

Llevaba tiempo sin comer comida decente y la mujer cocinaba muy bien. Este sonrió un poco.

-¿Qué tal tienes las heridas?- preguntó.

-Mejor.- respondió el muchacho.

-¿Te duelen?

-Solo el tajo de la pierna. Y solo cuando me pongo en pie.

-Eso está bien.-dijo dulcemente- He traído unas hierbas medicinales. Cuando termines de cenar te sanaré las heridas. No tengas prisa,pero cuando termines vete a tu habitación.

Kyros le agradeció la ayuda y continuó con su cena. La anciana, sin embargo, se levantó y entro en la habitación misteriosa. Kyros hizo como Este le había pedido.

El alado se estaba quedando dormido cuando Esté entro en su habitación con un cuenco lleno de un espeso líquido marrón. La mujer limpio las heridas de Kyros con infinito cuidado y luego las volvió a vendar con paños limpios impregnados en el mejunje que tenia en el cuenco.

- Mantiene la herida limpia.-le había explicado Este.- Si quieres, cuando te hayas mejorado, te enseñaré a hacerla.

Luego comprobó que las ventas que mantenían su muñeca inmóvil seguían apretadas y luego examinó con cuidado su hombro dislocado.

-Lo tienes muy bien. Lise enje.-conjuro.- Así mañana podrás moverlo sin problemas.

Kyros la miró sorprendido. La inflamación de su hombro había desaparecido, pero lo que le sorprendió fue el hecho de que Este no utilizase catalizador.

-¿Como...?

La anciana le interrumpió poniéndole una mano en la cabeza y sonriendo dulcemente.

-No te preocupes, lo sabréis todo a su debido tiempo...

Sin decir nada más se levantó y salió de la habitación cerrando la puerta. Kyros no pudo dormir dándole vueltas a lo que la mujer le había dicho. "¿Sabréis?" Pensó. "¿Quienes?".

En los siguientes tres dias se repitió la misma rutina, salvo por el echo de que Este le había tallado un bastón a Kyros para que el muchacho pudiese desplazarse más fácilmente. Sin embargo, el cuarto día, a primera hora de la tarde, un grito rasgo el silencio sepulcral al que el alado se había acostumbrado.

Venía de dentro de la casa. En concreto de la unica habitación en la que, a pesar de sus esfuerzos, no había logrado entrar. El muchacho se lanzó sobre la puerta dispuesto a socorrer a aquel que hubiese detrás de aquella puerta.

Cuando empujó la puerta, está se abrió con un agudo chirrido. Kyros entro en la habitación temeroso. Los gritos provenían de una chica de más o menos su edad. Tenía vendado casi todo el cuerpo y tenía los ojos tapados con un trapo húmedo. Parecía que la muchacha había despertado de una horrible pesadilla. El alado de acercó a ella para tranquilizarla. Le coloco su mano sobre la frente.

-Tranquila.- dijo.- Tranquila...

La muchacha tenía mucha fiebre y gritaba palabras que le resultaban extrañamente familiares. Entonces la muchacha dijo una palabra que Kyros reconoció. Era el idioma con en el que  Júpiter hablaba con sus hermanos. Trato de recordar alguna de las palabras que le había enseñado.

-¿Aimgo?¿Anigo?- dijo esforzándose por hacerse comprender.

Su voz pareció alcanzar a la muchacha que paro de gritar. Parecía muy confusa y asustada.

- Hermana.- dijo antes de caer de nuevo sobre la almohada.

Kyros suspiro y se sentó en el suelo apoyando la espalda sobre la cama. Aprovecho para observar con detalle la habitación. Había dos camas. Una la ocupaba la muchacha que había gritado la otra una niña mucho menor. Por el resto era igual que su habitación. Una ventana, un escritorio y un pequeño armarito.

Miró hacia la puerta donde Esté observaba sonriente.

-Cuida de ellas.

Y sin decir nada más se dio media vuelta y salió de la casa.

Los fragmentos del tiempo: El Palacio de Cristal [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora