Iré por ti...

525 91 33
                                    


A la mañana siguiente, Seiya despertó como si nada, por un momento no recordó todo lo que había pasado y que se encontraba en un lugar muy lejano. Abrió los ojos lentamente pues la luz del sol ya entraba por la ventana, se sentó, bostezó y se talló los ojos. Cuando se le pasó el adormilamiento, se dio cuenta que todo era verdad; estaba lejos de su amor, había sido obligado por padre a tomar un avión y alejarse miles de kilómetros de distancia; y por un momento, sólo por un momento lo odió con todo su corazón.

Se levantó, tomó un baño y se arregló sólo como él sabía hacerlo. Salió de la habitación y en los corredores pudo ver muchos jóvenes ir y venir a toda prisa con libros en mano. Por suerte la joven Elizabeth le había mostrado un día antes donde tomaría sus primeras clases, así que se dirigió por el corredor hacía el lado norte de edificio y encontró el aula de canto, entró y tomó asiento. Muchos jóvenes como él ya se encontraban dentro, así que lo miraron de reojo y murmuraron como todos los jóvenes en una escuela al ver un chico nuevo. Sin tomarle importancia Seiya tomó asiento y se dispuso a prestar atención a la clase, si ya no había nada más que hacer por el momento podría todo su empeño para que su pequeña o larga estadía en ese lugar valieran la pena, pensó.

Mientras tanto en Japón Serena comía con sus padres. Estaba callada y ausente mentalmente. Tendría que encontrarle solución a su problema, pero aún no sabía cómo.

-Hija ¿por qué estás tan callada? ¿te pasa algo? - la interrogaba su madre, adivinando lo que le podía estar pasando a su hija.

-No madre, todo está bien. – fingió una pequeña sonrisa.

-Hija, por cierto... no he visto a Seiya ¿dónde está? – pum! Justo en el blanco.

-En su casa mamá donde más podría estar. – Contestó algo molesta. Su mama sabía justo donde meter el dedo en la llaga, y no porque fuera mala, más bien, porque quería obligar a Serena a confesar que era lo que estaba pasando. Algo andaba mal y ella lo presentía.

-No te molestes, solo fue una pregunta.

-Sabes, ya no tengo hambre, muchas gracias por la comida. Me retiro. – recogió sus platos, los puso en el fregadero y tomó camino hacia su habitación.

Se sentía tan mal, pese a que Seiya ya le había marcado y le había dicho que estaba bien, ella sentía un vacío inmenso en su pecho. Todo por la terquedad del padre, Seiya había sido alejado de su lado a la fuerza y ella ni cuenta se había dado, así que no había podido hacer nada para detenerlo.

-Serena, tienes que ser fuerte, a Seiya no le gustan las lloronas.

Pero, aunque quería ser fuerte su corazón estaba destrozado. Así que, mientras unas lágrimas comenzaban a salir por sus cuencas una idea pasó por su mente, tenía ahorros en el Banco del país, así que si sacaba ese dinero tal vez podría comprar un vuelo para Italia. No lo pensó dos veces, se puso una chaqueta y tomó su bolso, y mientras lo hacía miró el reloj, justo faltaban treinta minutos para que el banco cerrara, así que salió corriendo se cuarto y bajó rápido las escaleras; le gritó a su mamá que volvería pronto y se encaminó a pasos agigantados hasta la parada del autobús.

Cuando llegó al Banco, pidió que le entregaran todo el dinero que había en su cuenta de ahorro, por suerte era bastante dinero, así que sin ningún problema podía ir al Aeropuerto a comprar su boleto. Y eso hizo, estando ya en él, compró el ticket y muy feliz volvió a casa. Seiya no sabía ni la sorpresa que le esperaba. Lo que no sabía es que la sorpresa se la iba a llevar ella.

El vuelo salía muy temprano por la mañana. Claro que era obvio que tendría que hablar con su mamá, pues nunca había tenido mentiras para ella. Por supuesto que la intimidad que había tenido con Seiya no era un tema que quisiera tocar, así que hasta el momento ese era la única omisión que había entre ellas.

Amigos noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora