Una despedida...

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-¿Qué? – sintió una punzada en el corazón, lagrimas comenzaron a desbocarse por sus ojos. La impresión que había recibido no tenía nombre. - ¿estás diciendo que...? – Le dirigió la mirada más fría que Seiya jamás había visto.

-Sí bombón... yo... lo lamento... - ya no pudo articular más palabras. La tristeza lo invadió y más al ver como Serena lo veía.

Comenzó a hiperventilar a cada palabra de Seiya. La confirmación a su miedo hizo que involuntariamente tocara su vientre como buscando algo que ya no existía, el doctor trató de controlar sus manos pues podía lastimarse, pero ella se deshizo del agarre y quitó las sábanas que la cubrían.

-Enfermera por favor necesito un sedante. - gritó el doctor tratando de sujetarla. La enfermera salió de la habitación en busca del medicamento.

-¡¡¡MI BEBÉ!!! ¡¡¡MI BEBÉ!!! – comenzó a gritar mientras sus manos recorrían su vientre ahora plano. – NO... NO PUEDE SER... ¿POR QUÉ? – sus lamentos se escuchaban hasta la sala de espera, los padres de Serena inmediatamente se dieron cuenta de que ya le habían dado la noticia. Corrieron guiados por el llanto de su hija. Entraron en la habitación, la escena no pudo ser más triste, Serena tocaba desconsoladamente su vientre mientras lloraba incesantemente, el doctor tratando de controlarla y Seiya de pie junto a la cama derramando miles de lágrimas, siendo testigo mudo del dolor de su bombón.

-Hija... - corrió su madre a abrazarla, acariciaba su cara y su pelo, ella parecía no reaccionar a sus caricias.

El padre se colocó al lado de Seiya y lo rodeo con un brazo. Veía el estado del chico y quería también reconfortarlo. Los cuatro lloraban dentro de la habitación.

-Hija, tranquila... - dijo la madre.

Volteó a verla saliendo un poco de su ensimismamiento. - ¿Tranquila? – preguntó con dejo de resentimiento en esa pregunta.

-Sé que esto es difícil, pero tienes que estar tranquila para que te puedas recuperar. - trató de tranquilizarla con sus palabras. Tomó su mano le dio un beso.

Quitó su mano inmediatamente. - ¿CÓMO QUIERES QUE ESTÉ TRANQUILA? ¡MI HIJO MURIÓ... !- Ahogo un sollozo y se llevó las manos a su cara.

-Hija por favor... - se acercó su padre.

-DÉJENME... - volvió a gritar. – ¡NO QUIERO VERLOS! – miró a cada uno de ellos con resentimiento. Estaba irreconocible, sabían que la noticia le afectaría, pero no imaginaron que a ese grado.

-Bombón...- por fin se atrevió a hablar. - Sé que este es un dolor muy grande, pero debemos enfrentarlo juntos. Mi amor por favor. - se acercó nuevamente a ella suplicante.

-Tú... - dijo con rencor. - Tú tienes la culpa de que mi bebé esté muerto, tú tienes la culpa de todo. – su mirada lo traspasaba.

-¡No, yo no tengo la culpa! – jamás le había levantado la voz pero creyó que necesitaba hacerla entrar en razón.- Jamás hubiere querido que esto pasara, pero pasó. Sé que estas muriendo de dolor, tal como yo lo estoy en este momento al verte así. Nuestro hijo murió y no hay nada que hacer. Tienes que ser fuerte, tenemos que ser fuertes, te amo y sé que estas sufriendo, pero yo también sufro, he sufrido todos estos días al no saber si sobrevivirías, por favor, Serena, tienes que ser fuerte. – mientras decía todo esto iba acercándose un poco más a ella, la tomó de la cara con suavidad, pero con firmeza en sus palabras. No podía permitir que Serena se dejara llevar por el dolor.

Entró la enfermera con el tranquilizante y se lo entregó al doctor para que éste se lo administrara.

No respondió. Meditó sus palabras, había sido duro, pero era lo que ella necesitaba. Poco a poco su mirada se fue tornando menos dura, hasta que ya no pudo más y se soltó a llorar como una chiquilla. Seiya la tomó entre sus brazos para reconfortarla. Su bombón lo necesitaba más que nunca. Tenían que ser fuertes y estar más unidos.

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