27. El Primer Círculo Mágico

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Cuando llegó a casa, el chico finalmente logró relajarse, aunque volvió a tensarse inmediatamente al ver dos figuras sentadas en el sofá de su sala de estar.

- ¡Seishi! ¿Dónde has estado? Me has echado de menos, ¿a que sí? ¿mmm? - gritó Kunou nada más verle, mientras saltaba a sus brazos, cosa que repetía bastante a menudo.

Normalmente, el chico abriría los brazos y dejaría que la abarazara, pero hoy, sin embargo, se apartó, y se limitó a asentir en la dirección de la chica mientras miraba de reojo a la otra que estaba presente en la sala.

- Tenemos que hablar - dijo la otra chica al ver al peliverde.

El chico asintió, y Kunou se quedó mirando, impotente, cómo ambos se iban a la habitación del chico.

- De alguna manera parece... diferente - murmuró Kunou mientras miraba la espalda de Seishi, pensativa.

El dúo se adentró en la habitación del chico, y se sentó en la cama. Seishi lucía indiferente, y la chica inexpresiva.

- Toca - dijo Ophis mirando al peliverde.

- No - respondió este.

Ante esto, Ophis miró al chico fijamente.

- No cumpliste tu parte del trato y quitaste el escudo. No tocaré para ti - añadió Seishi.

La mirada de Ophis recorrió al chico de arriba a abajo hasta que un atisbo de sorpresa apareció en su expresión, pero no duró mucho.

- Lo quitaron - dijo simplemente la chica.

- ¿Quien podría quitarlo sin que te dieras cuenta? - preguntó Seishi con el ceño fruncido.

A esa pregunta sólo siguió silencio por parte de la dragona.

- Eso pensaba. Mejor vete - dijo cansado el peliverde.

Ophis miró al chico, y levantó una mano. Una bola de energía negra comenzó a comenzarse en su mano y se convirtió en una serpiente negra que siseó en dirección al chico.

- Toca - repitió inexpresivamente la chica.

Seishi miró la amenazadora serpiente, que contenía un poder aterrador que hacía que el aire a su alrededor vibrase.

- ¿De verdad quieres esto? Ya tengo muchos enemigos poderosos. ¿Quieres pasar a ser uno de ellos? - preguntó el chico, muy calmado.

- No - contestó Ophis.

- Entonces vete y déjame en paz, necesito pensar - añadió Seishi.

Por primera vez, la duda tiñó la mirada de la chica.

- Toca - finalmente, la duda desapareció.

- ¿Estás segura? - susurró Seishi.

- Sí. Toca - la energía negra no desapareció.

Seishi miró largamente a la chica. Sin embargo, no pudo ver ningún atisbo de duda en su expresión, por lo que sólo pudo suspirar y comenzar a tocar la cítara, mientras el hilo de karma correspondiente a Ophis pasaba de amarillo brillante rápidamente a rojo. La energía natural rodeaba a la chica sin darle ningún beneficio, sin que ella se diera cuenta ya que nada más comenzó a tocar se durmió en la cama del chico.

Al verla así, Seishi alargó su mano hacia ella. Justo antes de que su mano tocara su pelo, un escudo se materializó y la paró. Fue como si una mosca hubiera golpeado una pared de hierro, sin posibilidad de hacerle ningún daño.

- Era de esperar... - murmuró Seishi, mientras retraia la mano y seguía tocando el instrumento.

Pasadas un par de horas, dejó de hacerlo, y dejó a Ophis en el cuarto, dormida. Se dispuso a dibujar, pero ya no le apetecía seguir dibujando a Kunou. Miró sus dibujos sin acabar de Ophis, Gaia, Koneko y la chica zorro, y suspiró. Ahora, no se sentía a gusto dibujado ninguno.

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