13. Iré

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Cuando Seishi se despertó, miró alrededor, para encontrarse con un pequeño zorro que dormía en su regazo. Seguía sin recordar nada, así que lo único que pudo hacer, aparte de sumirse en la confusión que le llenaba, era mirar el papel que le había dado la enfermera con toda su información personal. Al leerlo, vio aliviado que estaba la dirección de su supuesto apartamento. 

Sin perder más el tiempo, puso al zorro en el suelo y se levantó. Estuvo vagando por el bosque hasta que llegó a lo que parecía ser el comienzo de una ciudad. Tras preguntar a unos cuantos transeúntes, finalmente logró llegar a su casa sin ningún problema, para encontrarse con que estaba en buen estado, lo que causó un suspiro de alivio por parte del chico.

- ¿Y qué hago yo ahora...? - se preguntó el chico.

Supuestamente, como alumno de una academia, él debería prepararse para asistir a sus clases... pero, por alguna razón, no quería. Tenía la sensación de que el hecho de haber perdido la memoria había estado relacionado con ese lugar, debido a las palabras que había pronunciado la chica antes de irse.

"No confíes en nadie. La única persona que estará de tu lado en estos momentos, aparte de ti mismo, soy yo. Recuerda estas palabras, no confíes fácilmente en la gente que te rodea"

Evidentemente, aún había cierta reticencia por parte del chico a creer en sus palabras. Sin embargo, ella había sido la primera persona que le había tratado con cariño desde que había perdido sus recuerdos. Ninguno de sus anteriores conocidos, en el caso de que tuviera alguno, se habían presentado, por lo que Seishi se inclinaba a confiar en la chica, ya que entonces no tendría a nadie en quien confiar.

Tal situación llenaba al chico de una angustia profunda.

Por todo ello, ese día decidió no ir a la academia, que aparentemente se llamaba Kuoh. Decidió familiarizarse con todo lo que tenía a su alcance, y así fue durante una semana.

En ese tiempo, el chico se dio cuenta de varias cosas. Era capaz de hacer muchas cosas de las que no tenía recuerdo instintivamente. Por ejemplo, se dio cuenta de que podía cocinar muchas cosas con los ingredientes que tenía en su casa. Si cogía uno, venía a su cabeza lo que podía hacer con él, pero si alguien le preguntaba el nombre del ingrediente, o de los platos que venían a su cabeza, solo serían recompensados con un confundido encogimiento de hombros.

Aparte de eso, sabía tocar una variedad de instrumentos, tenía conocimiento de diversas artes como la pintura y el baile. Lo más curioso, es que conocía perfectamente las diversas variedades de plantas, y estaba convencido de que podía elaborar medicinas con ella, aunque aún no lo había probado.

Asimismo, esa semana también fue invertida en familiarizarse con su entorno. Todos los días salió durante una hora a la ciudad para empezar a conocerla desde cero, y más o menos logró orientarse sin tener que preguntar a la gente tras acabar la semana. También se dedicó a conocer el funcionamiento de la tecnología, así como diversas reglas y normas de sentido común en la sociedad, pero con las que no estaba familiarizado.

Además, tenía todos los días la compañía del pequeño zorro, al que decidió llamar Kunou. Al principio no le había hecho mucho caso, pero su presencia todas las noches causó que le tomara cariño.

Este proceso podría haber seguido durante mucho más tiempo, pero sucedió algo que perturbó la vida tranquila y el proceso de readaptación de Seishi.

- O sea que esta planta tiene efectos analgésicos... - dijo Seishi, mirando una extraña planta azul con vetas moradas, así como un libro con una ilustración idéntica a la planta que sostenía.

De pronto, alguien llamó a la puerta del apartamento del chico.

- ¿Quién será...? - se preguntó el chico, profundamente sorprendido. 

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