3. Noche al aire libre

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Cuando acabaron las clases, Seishi se dirigió al despacho del profesor, y juntos fueron al del director. El peliverde no entendía de qué iba todo esto, pero esperaba no haberse metido en líos. Atravesaron unos cuantos pasillos hasta que llegaron a su destino, y, tras tocar en la puerta, ambos atravesaron la puerta del despacho del director.

Dos horas después, salió con la cabeza dándole vueltas: al parecer, la academia había quedado muy impresionada por sus resultados, y querían ascenderle un curso, y así consiguiría graduarse un año antes, suponiendo que no le subieran otro. Sin embargo, Seishi rechazó eso: no tenía prisa por graduarse, sino que había venido para experimentar la vida en la ciudad. A cambio, le habían dicho que a ver si podría dar clases particulares al estudiante peor calificado en la prueba, como es tradición en la academia, a cambio de poder librarse de algunas clases. También le dijeron que es tradición que los estudiantes se unan a algún club, y le dijeron que si se uniera al club académico, probablemente ganaría muchos premios nacionales, pero también lo rechazó.

Al fin y al cabo, él ya tenía claro a qué club se quería unir.

Tras salir de la oficina del director, se dirigió a su apartamento, agotado por los acontecimientos del día. Ya el sol estaba oculto, y la hora de cenar se acercaba. No tenía mucha hambre, así que probablemente vaya a dormir directamente.

Sin embargo, a medio camino, se detuvo en medio de un claro, disgustado. Seishi miró alrededor y vio lo que antes fuera un precioso claro, pero que ahora estaba sin brillo, con plantas arrancadas y árboles marchitos. Curiosamente, al entrar en el recinto de árboles, empezó a sentir mucho sueño, y se tumbó debajo de uno, mientras cerraba los ojos y se dormía al instante.

Él no se daba cuenta, pero mientras dormía sucedió algo muy curioso: la energía vital propia de Seishi viajaba a la naturaleza que le rodeaba, y ésta expulsaba una especie de aura negra, que se perdía en la atmósfera. Al cabo de unas horas de que se diera este proceso, la vegetación comenzó a cambiar: la hierba comenzó a brillar, las hojas de los árboles se volvieron de un verde sano, y las ramas rotas y los trocos podridos volvieron a su estado original. El mismo aura que emanaba el claro antes, cambió. Lo que antaño, para los sensibles a lo sobrenatural, era una fuente inagotable de energía negativa, ahora irradiaba calidez y belleza junto con una sensación de paz.

Cuando Seishi depertó, ya era de día. Miró alrededor y vio, con sorpresa, que se encontraba en un claro, hasta que los acontecimientos del día anterior lo golpearon. Claro, se había quedado allí dormido al volver de la academia. Miró el reloj y vio que aún quedaban dos horas largas hasta que empezaran las clases, así que volvió tranquilamente a su apartamento, no sin antes recoger algunas flores aromáticas y algunas semillas que le parecieron interesantes.

Cuando llegó, se encontró todo igual a como lo había dejado el día anterior, y se puso a preparar su almuerzo. Cuando acabó, comenzó el verdadero desafío, pensar en algo para Koneko.

— ¿Le gustará lo dulce o lo salado? No reaccionó con la comida salada, pero sí con los bizcochos... creo que me decantaré por algo dulce. Bueno, voy a ver qué sale —se dijo Seishi a sí mismo.

Una hora después, ya lo tenía todo listo, así que se dedicó a plantar las semillas que había recogido en unas macetas que tenía, hasta que quedaban treinta minutos para que comenzaran las clases y se puso en camino a la academia.

"Creo que hoy tengo que empezar a dar clases de refuerzo... me pregunto quién será el que sacó la peor nota en el test"

Al llegar a la academia, una figura conocida lo saludó.

— Seishi, hola —dijo una chica con gafas.

— Oh, es Aika, buenos días —contestó el aludido, saludando con la mano.

Uno Con La NaturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora