Capítulo 3: Eres mío.

165 33 4
                                    

Mi cuerpo esa temblando sin control, me provoca terror el sentir el filo de su cuchillo sobre mi abdomen.

— No haz respondido aún — dice en un tono bastante sensual — ¿Leíste mi carta?
— S-si — respondo tartamudeando — L-la leí..
— Que bien — hace un sonido con sus labios — quédate quieto niño.

Siento sus manos tomar mis muñecas y colocarlas sobre mi cabeza, pocos minutos después siento algo pesado sobre mi, es él quien se coloca sobre mi, una presión en mis muñecas llama la atención, ¿Son cuerdas?
Intento safarme pero es imposible; el me inmoviliza con su cuerpo, muevo mi cabeza tratando de quitar la colcha de mi cara para poder verlo pero no puedo, el aplasta todo con su cuerpo impidiendo que pueda moverme.

— Cierra tus ojos — susurra — no te atrevas a abrirlos, ¿entendiste?
— Si — respondo y cierro los ojos.

Siento como la tela de la colcha de desliza; es mi oportunidad de verlo pero no me atrevo a abrir los ojos, después de un momento siento como coloca sobre mis ojos una especie de tela, levanta un poco mi cabeza y hace un pequeño nudo.

— ¿Q-que me vas a hacer? — pregunto.
— ¿Te dije que podías hablar? — su tono es molesto — cállate o me veré obligado a coserte la boca.

Muerdo mis labios por un momento largo, un grito se escapa de mis labios al sentir un ardor en mi abdomen, él ha insertado el cuchillo levemente haciendo que la sangre resbale. Lo sé,  siento deslizarse sobre mi cintura la sangre tibia, oigo una pequeña risa y luego silencio.

— Si te vieras. — rie — Te vez tan, como decir tan, ¿Ardiente?
— ¿Por qué me haces esto? — Me atrevo a preguntar con riesgo a perder la vida — ¿Por qué yo?
— Por que me encantas. — responde y calla.
— ¿Nada más eso vas a decir? — Pregunto seguido de un gruñido.
— Si, — dice y desliza otra vez el filo del cuchillo por mi abdomen — eso es todo por está noche.
— ¿M-me vas a dejar ir? — Pregunto.
— ¿A donde quieres ir? Estas en tu casa — dice en un tono molesto — Idiota. —Siento como quita las cuerdas de mis muñecas — No te quites la tela de tus ojos hasta que yo me valla.
— ¿Por qué no puedo verte?
— Eso jamás.

Oigo sus pasos salir de la habitación y de inmediato quito la tela de mis ojos con la esperanza de encontrarlo pero ya no está, él ya se ha ido. Me pongo de pie rápidamente y corro hacia la sala, tampoco está, ¿todo fue un sueño?

Cartas De Un Asesino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora