Caroline
Aquí comienza la etapa más importante de toda mi vida: Con tan solo diecisiete años, cursando el último año de bachillerato, con un promedio regular, a punto de presentar mi examen de diagnóstico para la universidad; aunque todavía no estoy muy segura de qué carrera elegiré...
Mi vida es una rutina aburrida y fastidiosa, de la casa a la escuela, de la escuela a la casa; nada de fiestas, nada de amigos, nada de novios, nada de nada. Milagrosamente todavía vivo.
Mis padres son muy estrictos; debo decir que es un círculo vicioso familiar que traen desde años atrás; mis abuelos, tanto paternos como maternos fueron igual. Los tiempos de ahora son muy diferentes, pero mis padres no lo entienden, me obligan a usar ropa que no es de mi agrado; pantalones anchos, playeras holgadas, nada de escotes; en caso de faldas, forzosamente deben ser debajo de la rodilla; nada de playeras sin mangas, de ser así, debo llevar puesto un suéter sin importar que estemos en pleno verano...
"La decencia siempre es primero."
Escucho la voz de mi madre cada vez que abro el armario para buscar qué atuendo ponerme cada día.- Caroline, es tarde hija.
Dijo Isabel desde la puerta.
— ¡Voy Isabel!
Me gusta molestar a mamá; sé cuánto odia que la llame por su nombre; según mis padres, es una falta de respeto.
- Aunque no te guste, soy tu mamá, y así has de llamarme, ¡te quedó claro!
Su voz fue firme y con un tono molesto.
— Bien, ya voy "mamá"
Recalqué la última palabra.
- ¡Ponte un suéter, esos brazos están muy descubiertos!
Dio media vuelta y se fue.
Me miré al espejo, mi playera es de color beige y con mangas cortas; a decir verdad no muestro mucho más que mis brazos, codos y manos, creí que con no mostrar los hombros era más que suficiente, pero acabo de comprobar qué me equivoqué; espero que con la falda no haya ningún problema, es de color negro y con un largo exagerado para mí, me llega más abajo de las rodillas: zapatos negros, cabello levantado en una coleta ya que también está prohibido llevar el cabello suelto y desalineado; busco una chaqueta dentro de mi armario, encuentro una de mezclilla y me la pongo, tomo mi mochila y bajo las escaleras encontrándome de frente con Raquel, mi hermana mayor. Ella ya cursa la universidad, tiene diecinueve años y estudia enfermería; cuando la veo, abro los ojos como platos al ver su vestimenta: pantalón color negro ajustado, blusa blanca sin mangas y su cabello castaño suelto.
Hace unas semanas ella vestía incluso peor que yo, pero un día de pronto llego con Bernardo muy feliz de la vida diciendo que por fin había logrado que Bernardo le cambiara el guarda ropa. Ese día discutimos por que se me hizo injusto y ada que la veía me daba demasiado coraje ver lo fantástica que lucia y mientras yo siempre era un asco.
-¿Qué?
Dijo arqueando las cejas.
— ¡Isabel!
Grite molesta mientras daba pasos largos a la cocina.
- ¡Cuántas veces tengo que decirte que no me llames por mi nombre!
Dijo molesta.
— ¿Por qué Raquel sigue vistiendo de esa manera y a mí no me permites llevar mi playera sin un suéter o algo que tape de mis brazos?
Mi voz fue de una adolescente terriblemente indignada.
- Tu hermana ya tiene la edad suficiente para saber cuidar de su persona y de su cuerpo.