Por la mañana nos despertamos todas bien temprano para concluir el listado de cosas pendientes antes del viaje. Al tener tantas horas de distancia no puede faltarnos absolutamente nada si es que no queremos gastar demasiado dinero, al menos que sea indispensable. Bajando por las escaleras, se puede sentir el delicioso aroma de las galletas recién horneadas que hace la madre de Imari cada vez que nos reunimos las cuatro.
—¿Huelen eso? —pregunta Carla olfateando el aire como un perrito en busca de alimento—. Pido las galletas de chocolate.
— ¡No! Esas son mías —le responde Emilia mientras la corre escaleras abajo al igual que dos pequeñas.
—Cuidado, niñas. No se lastimen —dice dulcemente la madre de Imari.
La mesa del comedor está repleta de galletas, tostadas, muffins, jugo de naranja natural y café. Realmente que la madre de Imari ha trabajado muy duro desde temprano. Nos sentamos alrededor de la mesa para comenzar el espléndido desayuno recién preparado.
—Todo está delicioso, Teresa —dice Emilia con la boca llena de tostadas con mermelada.
—Me alegro de que les haya gustado, chicas —responde la madre de la dueña de casa mientras limpia sus manos en un repasador—. Solo quiero darles un consejo antes de llevarlas a la terminal. Tengan cuidado con toda persona extraña que les ofrezca algo y no den sus datos personales a menos que sea algún personal del edificio.
—Comprendido, Teresa —respondimos al unísono.
Una vez terminado nuestro desayuno, cargamos nuestras maletas en la parte de atrás de la camioneta de Imari para ir hacia la terminal de buses. Cuando llegamos, nos sentamos en unas banquetas colocadas junto a la salida listas para subir.
—Ay, mis niñas, no puedo creer que ya están por ir de vacaciones como siempre lo planearon —exclama Teresa con lagrimeando—. Están tan grandes.
—Mamá, ya basta. No tenemos siete años —refunfuña Imari.
—Lo siento, pero crecieron tan rápido —saca un pañuelo del bolsillo de su abrigo.
Luego de cinco minutos, desde un parlante una voz femenina anuncia que nuestro bus está por salir hacia Cartagena. Antes de irnos saludamos a la madre de Imari con cariño, tomamos nuestras cosas y preparamos los boletos donde se especifican los asientos del bus que nos corresponden.
—Parece que Carla y yo nos sentaremos juntas —digo buscando nuestros asientos del bus—. ¡Pido el lado de la ventana!
—Eso no es justo, Camille —hace puchero mi amiga.
Sonrío victoriosa al tiempo que me acomodo en el mullido asiento reclinándolo hacia atrás para mayor comodidad. Miro mi reloj para verificar la hora.
''Las siete en punto de la mañana'', pienso para mis adentros. Pretendo dormir todo el viaje si es posible para recuperar el sueño perdido a lo largo del día de ayer. Antes de cerrar los ojos, miro una última vez por la ventanilla para saludar a la madre de Imari quien está agitando su mano hacia nosotras.
Sin haberme dado cuenta, parece que hace un rato estacionó otro bus de otra compañía de viajes a unos dos o tres metros de distancia del nuestro. De curiosa, observo a los pasajeros que se encuentran dentro del mismo y para mi sorpresa, en la ventanilla que está frente a la mía diviso a un chico muy atractivo que aparenta unos años más que nosotras. Su tez es blanca como la porcelana, de cabello rubio y, por lo que puedo ver, sus ojos son de un azul claro realmente cautivante. El muchacho en cuestión, al notar que lo estoy mirando, sonríe seductoramente y me guiña un ojo antes de que su bus parta hacia quién sabe dónde.
Un poco triste porque no creo que lo vuelva a ver, me acomodo mejor en mi asiento dispuesta a poder descansar hasta llegar a destino.
''Cartagena, allá vamos''.
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Buenas, buenas! Volví con capítulo nuevo. Espero que lo disfruten mucho y estén atentos que a la noche hay una sorpresita más.
No se olviden de votar y comentar así sé si les va gustando la historia!!!
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Azul cielo | Paulo Londra
Fanfiction"Estoy perdida en ese azul de tus ojos." Traducida al italiano por @RauwCami ♡