Todas nos colocamos nuestros trajes de baño dispuestas a darnos un chapuzón en la piscina del edificio, por lo que tomamos nuestros celulares y toallas para bajar por el ascensor hacia planta baja.
Una vez en el patio, vemos que la piscina se encuentra llena de personas: algunos refrescándose dentro, otros bronceándose recostados al sol y muchos otros tomando algo en la barra del lugar. La mañana se encuentra extremadamente soleada y calurosa, perfecta para pasar el día aquí. Nos ubicamos en el césped a unos pocos pasos de la piscina, mientras Imari se dirige a pedir unos tragos.
—Muchachas, voy a darme un chapuzón que la piscina me está llamando con su agua transparente, ¿vienen? —dice Emilia poniéndose de pie emocionada.
—En un rato te alcanzo, voy a intentar broncearme —respondo.
—Como quieras, Cam. ¿Carli?
—Me quedaré un rato aquí con Camille y luego voy.
—Ustedes se lo pierden, chicas —dice corriendo para dar un salto al agua.
A los pocos minutos llega Imari con nuestros tragos, se sienta junto a nosotras y nos los alcanza con cuidado de no volcar el contenido de los vasos. Con mi jugo de naranja en mano, diviso a los lejos en el borde de la piscina a un muchacho muy similar al que había visto previamente en la terminal. Se encontraba con algunos amigos charlando muy animadamente.
''Es imposible'', pienso. No creo en las casualidades porque jamás he tenido la oportunidad de vivir una buena y menos así. En realidad, tuve una hace mucho tiempo con un chico que me gustaba cuando tenía doce años y él catorce, pero luego me rompió el corazón y nunca más volví a creer.
—Hey, chicas —dice una voz masculina desconocida—. ¿Podemos sentarnos aquí?
Dirijo mi mirada hacia arriba para ver a un muchacho de ojos verdes, cabello castaño enrulado y sonrisa de comercial, junto con un amigo muy atractivo también, pero sus ojos son café claro y cabello negro azabache. El mismo tiene todo su brazo derecho cubierto con tatuajes, y a juzgar por sus facciones parece árabe.
—Claro que sí —se apresura a contestar Carla.
Le doy un suave codeo a mi amiga para que calme su desesperación por estos dos bombones que tenemos al frente.
—Lo que mi amiga quiere decir —digo recomponiendo la situación incómoda que acabó de crear Carla— es que no hay problema, el lugar está libre.
El atrayente muchacho de cabello azabache sonríe y se presenta mientras se acomoda a nuestro lado.
—Soy Valentín, y él es Mauro —dice señalando a su amigo—. ¿Y ustedes?
—Me llamo Camille —respondo—. Ella es Imari —la señalo—. Y ella es...
—Carla —se vuelve a apresurar—. Me llamo Carla.
Otro codazo mío vuelve a su brazo.
—Camille... —repite Mauro—. Tu nombre no suena latino.
—Es que en realidad no nací aquí, pero vivo en Bogotá desde pequeña —dije sin dar mayores explicaciones.
—Genial —dice admirado Valentín—. Oigan, ¿podemos llamar a algunos amigos más?
—Por supuesto, cuantos más seamos mejor —responde Imari coqueta.
Le daría un codazo a ella también, pero al menos fue más sutil que Carla. Valentín toma su teléfono celular y realiza una llamada.
—Hola, hermano. Escucha, estamos con Mauro frente a la piscina del lado del césped. Ven con Marcos y Agustín que recién conocimos a unas personas muy buena onda. Los espero, adiós —se despide cortando la llamada—. Supongo que en breve llegarán.
—¿Sabes? —le dice Mauro dirigiéndose a Valentín—. Creo que Camille se llevará muy bien con Paulo, ya que ambos no son de aquí.
—¿En serio? —pregunto intrigada—. Eso es interesante. ¿Y se puede saber de dónde es?
—Mira, allá vienen los tres —dice Valentín señalando a un grupo de muchachos que se dirigen hacia aquí—. Quizás él podría responderte.
Sonrío sin darme vuelta hasta que escucho tres voces masculinas al unísono que nos saludan con alegría. Cuando se ponen en cuclillas para quedar a nuestra altura, uno de ellos se me hace muy familiar, haciendo que quede algo sorprendida. Esos ojos, los vi con anterioridad...
—Cam, ¿te encuentras bien? —susurra por lo bajo Imari.
—Creo que no —le respondo.
Increíblemente no puede estar pasándome esto.
Paulo
Estar de vacaciones con mis amigos aquí en Cartagena es lo que siempre soñé desde muy pequeño, y ahora mismo me parece algo increíble.
Conozco a este grupo de locos desde que me mudé a Medellín, haciéndonos inseparables. Ellos son los mejores amigos que podría tener, contando a mis amistades de cuando vivía en mi país natal. En Argentina, tuve muchos amigos, pero ninguno era buena influencia y una vez que vine a Colombia no los volví a tratar; además, ese país alberga recuerdos que no quiero aflorar por el momento.
Esta mañana muy temprano llegamos con mis amigos a Cartagena. Al ingresar al departamento de uno de ellos, aprovechamos para acomodar nuestras prendas y otras cosas para luego descansar luego de tanto viaje. Al despertar después de unas pocas horas de ''siesta'', decidimos ponernos nuestros trajes de baño e ir a la piscina del edificio, ya que el día estaba espléndido. Permanecimos allí un rato largo, hasta que me fui con dos de ellos a cambiarnos, mientras los otros prefirieron quedarse.
—¡Oye, Marquitos! —grita Agustín desde la otra cocina—. Creo que dejaste algo por aquí.
Mientras yo me encuentro en los sillones de la sala de estar, Marcos ingresa a la cocina para buscar lo que tiene Agustín en su mano derecha.
—Olvidaste tu ropa interior sobre la mesa cuando desparramaste todo tu bolso en ella —dice agitando en su mano un calzoncillo con conejitos.
—¡Hey, dame eso! —responde Marcos a los gritos—. Me los regaló mi abuela creyendo que todavía soy pequeño.
—Sí, ya lo creo —responde Agustín con una carcajada.
En un momento me suena el celular.
—¡Bajen la voz que tengo una llamada entrante! —les ordeno.
Al no hacerme caso, me pongo de pie para ir hacia la habitación donde hay mayor silencio.
—Hola, amigo. ¿Qué sucede?
Luego de cortar la llamada con Valentín, voy a buscar a los otros salvajes.
—¡Muchachos! —les grito para que se detengan—. Tengo buenas noticias.
—Ya suéltalo —responde ansioso Marcos.
—Acaba de llamarme Valentín para decirme que recién conoció a unas personas encantadoras en la piscina —cuento sacudiendo mi celular—. Así que vamos ya.
—¿Serán chicas lindas? —pregunta Agustín.
—Espero que sí, pero no lo sabremos si no mueven sus traseros para irnos —respondo abriendo la puerta para ir hacia el elevador.
----------------------------------------------------------------------------------------------------
Y se hizo presente el cuarto capítulo con nuestro protagonista!!! Agradezco de nuevo que estén leyendo. Recuerden que si el capítulo anterior cuenta con 3 votos y este con al menos dos comentarios, mañana hay capítulo.
Que lo disfruten y no duden en compartir la novela :)
PD: qué tal les va pareciendo?
ESTÁS LEYENDO
Azul cielo | Paulo Londra
Fanfiction"Estoy perdida en ese azul de tus ojos." Traducida al italiano por @RauwCami ♡