Capítulo 31

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Camille

La luz del sol se hace presente en la playa despertándome de mi sueño tan profundo. Abrir los ojos y ver a Paulo a mi lado aún dormido hace que sonría por todos los recuerdos de lo que sucedió anoche, pero también se viene a mi mente el momento en que me contó que se irá a Argentina. Algo en mi pecho se desmorona, pero intento no pensar en eso por ahora y disfrutar de esta vista. Estiro mi brazo izquierdo en busca de mi móvil que se encuentra en mi bolso para chequear la hora.

—Las siete y cuarto —susurro.

Me incorporo con cuidado de no despertar a Paulo para apreciar mejor la vista de la playa vacía por ser temprano. Cubro mi pecho desnudo con la manta que se encuentra sobre nosotros mientras el aire fresco de la mañana apenas me despeina.

De la nada misma comienzo a hacer un pequeño recuerdo en mi mente acerca de lo que han sido estas vacaciones con mis amigas, los chicos y especialmente con Paulo, hasta que su voz me interrumpe.

—Buenos días, rubia —me saluda aún recostado con su voz ronca.

—Buen día, mi cielo —respondo dando un corto beso en sus labios.

Paulo se incorpora sonriendo para quedar sentado a mi lado. Con su mano revuelve su rubio cabello como si intentara mejorarlo, aunque no es posible porque la pequeña brisa playera no se lo permite.

—¿Cómo has descansado?

—Excelente, mejor imposible —contesta mordiendo su labio inferior—. ¿Y tú?

—Perfecto —contesto dulcemente.

Me quedo admirando sus hermosos ojos azul cielo por unos segundos hasta que el sonido de mi hambriento estómago interrumpe el momento.

—Creo que hay algo dentro tuyo que tiene hambre —bromea Paulo señalando mi abdomen.

—No haber cenado ayer me parece que no fue una buena idea —digo riendo.

—Tienes razón —confiesa avergonzado—. Aunque valió la pena y me muero por repetirlo.

Paulo vuelve a morder su labio generando que un fuego dentro mío se encienda. Se me imposibilita no besarlo, por lo que me abalanzo sobre sus labios con ferviente deseo. Luego de una pequeña sesión de besos, accedo a que repitamos lo de anoche aprovechando que la playa aún continúa vacía. Si hay algo que adoro de Paulo es que me trata como si fuera de cristal; la dulzura en su forma de hacerlo y el cariño que transmite me provoca que no quiera dejarlo ir, pero no me queda otra opción.

Nos quedamos unos minutos más recostados allí hasta que algunas personas a lo lejos van arribando al lugar.

—Oye, creo que deberíamos vestirnos —propongo.

—Yo creo que a las personas les gustará vernos así —bromea Paulo.

—Dudo que la gente quiera vernos desnudos.

Paulo suelta una carcajada y asiente dándome la razón. Rápidamente nos colocamos la ropa, tomamos nuestras cosas y como si nada hubiera pasado nos vamos de allí. Tan solo pensar en la despedida hace que se me revuelva el estómago de tristeza.

Transitando por el lobby del edificio, Paulo se ofrece a acompañarme al departamento por lo que juntos nos dirigimos allí a pie. En el transcurso del camino, él entrelaza nuestros dedos y puedo sentir que su mano encaja con la mía como si hubiera sido hecha para mí. Por un momento, sus bellísimos ojos azules se posan dulcemente sobre los míos y me miran como si yo fuera lo único en el mundo.

—Extrañaré mirar tus ojos —le confieso en la puerta del departamento.

—Y yo mirarte a ti, Cam —dice Paulo corriendo el cabello de mi rostro—. Ya nos reencontraremos.

Lo abrazo por impulso al recordar que esta tarde, cuando todos volvamos a nuestros hogares, él ya volverá a Argentina. Con mi rostro en su pecho y sus manos acariciando mi cabello, las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos con abundancia.

—No llores —intenta animarme—. Ya estaremos juntos. Además, nos queda la despedida de hoy a la tarde.

—Tienes razón —respondo secando mis lágrimas.

—¿Puedo confesarte algo? —pregunta vergonzoso con las manos en los bolsillos.

—Dime.

—Bien, la primera vez que nos besamos —se detiene un segundo e inhala— sentí la química que había entre ambos, fue como tocar el cielo. Y anoche pude comprobarlo con claridad —dice mordiéndose el labio mientras yo me sonrojo—. En resumen, fuiste de lo mejor que me pasó en estas vacaciones, Cam.

Sus palabras rebalsan de tanto cariño y sinceridad que me hace pensar que encontré a alguien único. Jamás hubiera imaginado tanta bondad en una sola persona.

—Eres simplemente magnífico, Paulo. Tú también fuiste lo mejor que me ocurrió estando aquí —manifiesto besándolo.

Azul cielo | Paulo LondraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora