Capítulo 23

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Valentín, Mauro y Marcos se marchan del cuarto en silencio cerrando la puerta a sus espaldas.

—Debes ir —ordena Agustín—. No te puedes quedar aquí.

—No iré, es mi última palabra —respondo con el control remoto en mano.

Algo estufado, Agustín me lo quita y apaga la televisión.

—Escúchame bien, Paulo. Estás muy equivocado con lo que estás haciendo —me explica con enojo—. Lo que estás sintiendo ahora mismo con respecto a Camille está mal.

—¿Ahora tú me dirás lo que tengo que sentir cuando yo mismo lo vi? —retruco con ironía.

—¡No sabes lo que pasó! —me grita—. El estúpido del ex novio de Camille te estaba engañando en el momento en que los viste. Dijo todas esas cosas para que creas que entre ellos dos estaba todo bien y no es así.

—¿Qué idioteces dices?

—El ex novio le pegó de tal manera que quedó amoratada —manifiesta Agustín.

—Ya me contó que el muchacho ese era violento, hace años que la golpeó y ahí fue cuando ella lo abandonó.

Su mirada se vuelve irritante ante mi respuesta.

—¿Acaso no entiendes? —dice con furia—. El día que la fuiste a buscar y la viste con ese idiota la golpeó nuevamente. Cuando tú llegaste y los viste, el ex novio de Camille le dijo todas esas cosas para confundirte y hacerte pensar que ella quería volver con él.

—¿Cómo sabes todo eso?

—Cuando esa tarde te crucé enojado volviendo para aquí fue porque te quería alcanzar tu móvil antes que te fueras a tu cita con ella ya que lo habías olvidado, pero luego escuché gritos provenientes del departamento de Camille y vi que ese chico le estaba pegando —me responde Agustín con seriedad—. La ayudé para que no la matara a golpes. Quise explicarte ese día, pero no me dejaste hacerlo.

—¿Qué? —pregunto anonadado por toda la información.

—Como escuchaste, Paulo. Te has portado como un estúpido al no dejar que ni ella ni yo te expliquemos lo que realmente pasó —confiesa más calmo—. Mira, entiendo por lo que has pasado allí en Argentina, pero creo que deberías dejar tu egoísmo de lado y disculparte con Camille.

Recalculo con frialdad todo lo que me ha contado Agustín para procesarlo. Llego a la conclusión de que soy un tonto por no haber dejado que me contaran antes, por no haberle respondido las llamadas a Camille y por haberla evitado. Me pongo de pie y comienzo a vestirme para salir.

—¿Qué haces? —pregunta Agustín.

—Tengo una relación que recomponer.

A los pocos minutos, salimos de cuarto para reunirnos con los chicos y partir hacia el bar que habíamos quedado. Una vez allí, divisamos que las cuatro están sentadas en una mesa cerca de la ventana que da a la calle.

—Hola, lindas —saluda Valentín.

—Hola, chicos —saludan las chicas al unísono.

Nos sentamos con ellas y ordenamos algo para beber. Camille se ve tan hermosa como siempre, y aunque intentó cubrir los moretones de su rostro con maquillaje por lo visto no tuvo éxito, ya que los mismos se ven un poco. Al verme, su mirada se vuelve fría como la nieve buscando ignorarme por completo.

Camille

Sabía muy bien que lo vería a Paulo, pero me propuse evitarlo toda la noche, ya que no ha permitido que le explique la verdad. Mientras charlamos todos, él me busca con la mirada, pero yo no lo dejo; quizás sea algo infantil, pero no quiero darle el gusto.

—Vamos a bailar —propone Mauro.

—¡Claro! —contestan las chicas.

—Iré a la barra a buscar algo para tomar —digo señalando—. Enseguida voy con ustedes.

Todos asienten y se dirigen a la pista de baile. Es notorio que Paulo quiere venir detrás de mí, pero Agustín lo detiene y hace bien. No quiero que esté como un perro faldero. Cuando me encuentro en la barra de bebidas decido pedir un trago con vodka bien fuerte, hasta que veo quien es el barman.

—Hola, belleza. Nos volvimos a ver.

—Otra vez tú —digo con seriedad.

—Estás linda esta noche. Qué casualidad encontrarnos en este lugar —dice mientras limpia un vaso y me mira de los pies a la cabeza.

—¿Qué haces aquí, Lucas?

—Me gano la vida sirviendo tragos, ¿quieres uno? Yo invito —me guiña un ojo.

—De ti no quiero nada —escupo dándome la vuelta, pero no me deja.

Su mano derecha toma mi brazo con fuerza. Intento librarme de él, pero vuelve a aferrarse a mí con dureza.

—Suéltame o gritaré —amenazo.

—¿Aquí, con la música a este volumen? Lo dudo —ríe cínicamente.

Con su otra mano libre levanta una abertura de la barra para venir a mi lado y poder quedar frente a frente.

—Ven, te llevaré a un lugar que te gustará.

—¡Que alguien me ayude! —grito desesperadamente mientras que Lucas me toma por la cintura y me alza en su hombro.

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Ay, carajo! Otra vez el enfermo del ex novio. Qué le pasará a Camille? Y Paulo dónde está?

Lo van a saber el viernes cuando publique dos capítulos más!!!

Azul cielo | Paulo LondraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora