Capítulo 12

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Ayudo a Camille a ponerse de pie para buscar a Carla y pedirle las llaves del departamento, hasta que la diviso con su boca ocupada en mi amigo.

—Oigan, chicos. Lamento interrumpirlos —digo tocando el hombro de mi amigo— pero necesito que me des las llaves —me dirijo a Carla.

—Claro, ten. ¿Camille está bien?

—Sí, pero se encuentra algo cansada y prefiero que vaya a descansar. ¿Tienes alguna llave de repuesto? —pregunto.

—Quédate tranquilo, tengo una copia.

Asiento y me despido de los chicos. Caminando por las calles de Cartagena, intento que Camille se aferre a mí para que no pierda el equilibrio.

—Cam, sostente en mí que te caerás.

Haciéndome caso, Camille envuelve su brazo alrededor de mis hombros mientras tomo su cintura y con mi mano libre abro la puerta de entrada del edificio. En el elevador, presiono el número diez y la observo con detenimiento.

—¿Qué miras? —pregunto sonriendo.

—Tus ojos, Paulo. Me siento extraviada en ellos, estoy perdida en ese azul de tus ojos.

''Por Dios, Paulo. No puedes enamorarte de alguien que te dice cosas bonitas estando ebria.''

No respondo y Camille comienza a acercarse a mí de forma amenazadoramente seductora como si fuera a besarme, hasta que se abren las puertas del ascensor. Maldije mentalmente.

—Me siento cansada. Creo que dormiré aquí —dice recostándose en el medio del corredor.

Lanzo una carcajada y la tomo en mis brazos para llevarla a su departamento. Haciendo prácticamente malabares, abro la puerta buscando la habitación de Camille hasta que encuentro una y la recuesto en su cama cubriéndola con una manta. Le doy un delicado beso en la mejilla y me direcciono hacia la puerta.

—Paulo, quédate. Por favor —escucho tenuemente su voz adormecida—. No quiero quedarme sola.

Camino hacia ella y me siento en el borde de su cama.

—No puedo, Cam. No es correcto.

—¿Por qué no? —interroga haciendo puchero.

—Realmente lo siento —respondo algo triste por darle la espalda a este momento—. Pero tengo que irme.

Le beso la frente y me doy la vuelta haciendo el esfuerzo sobrehumano de no introducirme en la cama con ella. Antes de salir por la puerta de su habitación, dirijo una mirada.

—Paulo, ¿por qué me haces esto?

—Ya tendremos otra oportunidad, pero ahora no. Aunque no sabes lo que me muero por hacerlo —le dejo una sonrisa y salgo del departamento.

Camille

Un hilo de luz en mis ojos me despierta dejando ver a Carla en un sueño profundo y pacífico.

—Las diez de la mañana —susurro para no despertarla—. ¿Cómo llegué a mi cama?

Me enderezo y siento cómo me duele la cabeza de todo lo que he bebido anoche. Intentando recordar, solo se viene a mi mente la imagen de Paulo cuidándome mientras yo me sentía cansada.

—Entonces debió haber sido él quién me trajo aquí. O mis amigas...

Una sonrisa se escapa de mis labios al imaginarme a Paulo depositándome en la cama con toda su paciencia. Me levanto en forma silenciosa y me dirijo a buscar un poco de jugo a la heladera mientras observo a través de la ventana.

—Buen día, Cam.

Doy la vuelta para encontrarme con Carla recién levantada y algo adormecida.

—Buenos días, amiga.

Mientras se sirve un vaso de jugo al igual que yo, decido preguntarle mi duda primordial.

—Carli, ¿sabes cómo es que terminé la noche acostada en mi cama? —pregunto nerviosa por la respuesta—. Porque no lo recuerdo.

Carla suelta una carcajada.

—Bien, te haré un pequeño resumen de tu noche antes de que yo me fuera con Agustín.

Asiento al mismo tiempo que bebo otro sorbo del vaso un poco miedosa por lo que me iría a contar.

Azul cielo | Paulo LondraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora