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Roberta...

Me encontraba en la sala junto con mi mamá, estaba muy nerviosa y ansiosa en la espera de mis niños, Franco llamó hace un buen rato y dijo que venían para acá, desde entonces no he dejado de estar desesperada por verlos llegar.

Los chicos también llamaron y pude hablar con ellos, bueno menos con la barbie que empezó con sus tan infaltables dramas, hablé con la gatita, necesitaba de su ayuda para lo de la denuncia por mi secuestro y para encontrar a Javier. Los extrañé demasiado, ellos quedaron de venir a almorzar.

En este momento me mordía las uñas mientras observaba a través del cristal la entrada de la casa, el correr del tiempo me torturaba,es que parecía eterno, nadie se imagina cuanto necesito de mis chiquillos traviesos, cuanto deseo abrazarlos y besarlos.

Alma: Roberta deberías de sentarte, no deben de tardar -escuché su voz llamándome desde el sofá.

Roberta: Quiero estar acá, ya sabes que no me gusta que me digan lo que tengo que hacer. -me encontraba impaciente, sé que ella lo decía para que descansara pero no me apetece hacerlo, solo quiero ver sus caritas otra vez después de tanto tiempo.

Pasaron varios minutos, ¡Ay! es que como no iban a tardar si el Colucci ya parecía una momia con cara de yeso y manejaba tan lento que era desesperante... movía mi pie izquierdo repetidamente hasta que... Los vi... Franco se bajó del carro con los niños, ellos le sonreían y lo miraban, desde aquí podía ver que estaban muy contentos, una de las niñas daba brinquitos como cuando le cumplíamos sus caprichos, sentí tanta sarisfacción de verlos así, es que quiero ver a mis niños felices siempre, Franco les ayudó a acomodarse el cabellos que estaba desorganizado, después se tomaron de la mano y avanzaron a la puerta de la casa.

La felicidad que sentía en este momento era algo indescriptible, no lo podía definir solo sé que sentía mucha alegría que no cabía dentro de mi. Volteé a ver a mi mamá.

Roberta: ¡Llegaron!

Me paré en el centro de la sala con una gran sonrisa y mis ojos lagrimosos, si bien no me gusta estar llorando como magdalena, mis hijos logran activar todas mis emociones, los amo más que a nada en el mundo, los amo más que a mi misma.

Abrieron la puerta y entraron, los niños tenían los ojos cerrados mientras Franco los guiaba hacía mi.

Ahora podía distinguir bien a las niñas, Karen era un poco más alta que Karol, tenían puesta sus pijamas de peluche de My Little Ponny, amaban esos dibujos animados, pero hacía mucho calor para que llevaran puesto eso, de todos modos se veían hermosas.

Mi niño llevaba puesto su uniforme deportivo del barcelona, amaba a ese club deportivo y decía que algún día llegaría a ser como Messi. Me encantaba sentarme a escucharlo hablar sobre este tema y ver sus ojitos iluminados al soñar.

Karol: ¿Ya abuelito?

Alex: Sí, ya quiero ver.

Franco me miró y yo asentí en medio del llanto, retiraba las lágrimas como una maniática para que ellos no me vieran llorando, pero no podía controlarme.

Franco: Bueno, a la cuenta de tres se descubren los ojos... ¡Uno! ¡dos! Y ¡tres!

Descubrieron sus ojos y sus preciosas caritas se mostraron sorprendidas, elevaron sus cejas, sus bocas eran una enorme o, se llevaron las manos a la cara y con las rodillas flexionadas se inclinaron hacía delante, yo solo esperaba el momento en el que vinieran a mi como una enorme estámpida de monstruitos.

Karen: ¡Mamita! -su grito se clavó en lo más profundo de mi corazón, me hizo tanta falta escuchar esa palabra, esa voz.

Corrieron hacía mi, los envolví a los tres con mis brazos, los besé como nunca, solo se escuchaban mis sollozos y sus risas, para mi no existía nadie más en este momento si no mis pequeños.

Lo Mejor De Mi Vida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora