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Dos días después...

Diego...

Ha pasado un día más en el que no he podido estar, los recuerdos me atormentan, ver a Roberta así me rompe el alma, que mi princesa me pregunte por sus hermanos y por su mamá y no saber que decirle es doloroso, lo peor es intentar mantenerme fuerte para ella cuando todo nuestro mundo se cae a pedazos.

Las investigaciones del reconocimiento de los cuerpos de nuestros hijos avanzan sin resultados y la verdad he sido un cobarde dejando eso en manos de José Luján para la parte legal y también la ayuda de los chicos, no he podido acercarme a ese sitio, le temo como si se tratase de mi peor pesadilla... No creo que vaya a poder con todo esto...

Roberta no mejora en nada es como si estuviera en schock, despierta pero no reacciona y aunque el médico aconsejó internarla en un hospital psiquiatrico me negué, me negué porque sé que a ella no lo querría nunca, además los tranquilizantes que la cedaban podían ser perjudiciales para el bebé y no permitiría que se le hiciese daño.
Conversé con Alma y Franco, me ofrecí a llevarme a Roberta a nuestra casa, ella necesita amor y cuidado para sanarse de este profundo dolor y yo estaba dispuesto a sanar junto con ella, pero ellos se negaron a mi propuesta y prefirieron llevarla a su casa.

Les pedí de una y otra manera que me dejaran estar cerca de Roberta en ese lugar y ellos aceptaron. No me importaba si tenía que habitar el cuarto de servicio, el sofá de la sala o lo que sea, yo iba a estar junto con ella y nuestra hija.

Hace un momento que Roberta ha logrado quedarse dormida con mucha paciencia y ahora estoy con Karen para hacerla dormir a ella que ya se encuentra empijamada y en la cama. Trato de hacerme lo más fuerte posible ante sus preguntas que a veces llegan como puñaladas a mi pecho.

Karen: Papi, ¿Mami ya se quedó dormidita? -pregunta removiéndose sobre la cama y mirándome preocupada con sus lindos ojos que son mi consuelo en todo momento. Le hemos dicho que Roberta está enferma y que por eso no puede acercarse, pero creo que es injusto para ella porque extraña a su mamá y no deja de preguntar cuando podra verla.

Diego: Sí princesa -respondo después de carraspear la garganta por el gran nudo que se me forma en ella y le acaricio su cabello.

Karen: Ah -hace un gesto con su boca sin dejar de jugar con los dedos de su mano- ella ¿Cuándo ya no va a estar enferma? Yo quiero verla y que me abrace papi, yo la extraño mucho y... -baja la cabeza y luego vuelve su mirada a mí -Y mis hermanitos? ¿Ellos cuándo van a venir? También los extraño mucho para jugar -sus ojos se cristalizan y hace un enorme puchero antes se agachar la cabeza y abrazarme, escucho sus sollozos y siento sus lágrimas en mi brazo.

Esto me está rompiendo, respiro y trato de consolarla, no puedo fragmentarme, no por ella.

Expulso el aire por la boca y con suavidad retiro su cabeza de mi pecho, paso mis dedos por sus mejillas para remover las lágrimas mientras ella no deja de llorar.

Diego: No hagas eso, no me gusta que llores porque me pongo muy triste princesa, tú debes de sonreír como la niña hermosa que eres mi amor, vamos a salir de esta te lo juro...

Karen: Es que los extraño mucho y me duele aquí -señala su garganta y pecho- y me dan ganas de llorar papi.

Diego: Respira -hago el ejercicio con ella y me sigue- Ya no llores ¿Sí? Mejor vamos a dormir -Trato de sonreír y extiendo la cobija para cubrirla- mañana juntos le hacemos el desayuno a mamá y va a ser un día mejor y más bonito, te lo prometo, pero ahora a descansar... -ella se recuesta en la cama.

Karen: Y voy a poder llevarle el desayuno que hágamos a mamá? -pregunta un poco más animada.

Diego: Sí, pero recuerda que mamá está enfermita.

Lo Mejor De Mi Vida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora