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Diego...

Me tardo de más en la escuela de los niños porque a Alex se le olvidó decirnos que debíamos firmar unos permisos para que él participara en un torneo de fútbol que realizaría la escuela y de los cuales solo había plazo de entregar hasta el día de hoy.

Relleno los datos que me piden en los documentos y  me despido de mi campeón con un abrazote, él queda muy feliz celebrando porque va a participar junto con Manu. Estos niños juntos no se cambian por nadie.

Salgo de la escuela en compañía de Mía que deja a su hijo. Ella me pregunta por Roberta y le digo de la manera menos melosa posible que está hermosa y que ya estamos a nada de conocer al nuevo integrante de la familia. Me despido de ella rápidamente y tomo el celular para llamar a Roberta, pero no me responde, le resto importancia porque últimamente duerme mucho y sí es lo que ocurre no quisiera interrumpir su sueño.

Ya casi viene nuestro nuevo bebé, he estado tan ansioso porque ya quiero tenerlo entre mis brazos y ver esos ojitos, ya quiero conocer a la nueva persona que robará mi vida.

Me apresuro a tomar el coche para llegar a la casa y acompañar a Roberta, desde hace dos semanas trabajo desde ahí para estar con ella y ayudarla en cualquier cosa que necesite, no me gusta que haga esfuerzos aunque ella es muy necia. A veces Alma nos acompaña, pero yo quiero estar ahí para mi amor siempre.

En el camino me detengo en una frutería recordando que anoche Roberta quería comer fresas con chocolate, así que decido comprar para complacerla porque siempre me gusta verla feliz y consentirla.

Decido volver a marcarle para avisarle que voy en camino, pero nuevamente cae al buzón. Debe de estar en un sueño profundo, a veces siento que no la despertaría ni un terremoto pero, como me gusta observarla dormir.

Por fortuna esta mañana el tráfico está pasable y no me he quedado retenido por minutos en él.

Guardo el coche y saco las fresas que compré, camino hasta la puerta de la casa e introduzco la llave intentando hacer el menor ruido posible porque si Roberta está dormida no quisiera despertarla.

Unos ruidos extraños me ponen en alerta porque la casa no está en silencio y me apresuro a abrir la cerradura.

Las llaves y las fresas caen al suelo ante lo que veo, me quedo casi petrificado en la entrada.

Roberta: ¡Diego!

Ella está en el suelo, su rostro está cubierto de sudor y lágrimas... y sus piernas están mojadas con... parece agua sangre. De inmediato me lleno de nervios, de miedo.

Roberta: Diego el bebé, ¡Ya viene! No te quedes ahí parado y ayúdame! -dice en medio del esfuerzo.

Parpardeo un par de veces, al parecer reacciono aunque no estoy bien y corro hasta ella. La tomo de la mano.

Diego: Tenemos que ir a la clínica urgente -No me gusta nada lo que veo, pero no quiero alterarme de más pensando en cosas malas, es lo que menos necesitamos ahora.

Ella posa su mano en mi hombro y me mira a los ojos.

Roberta: No creo que alcancemos Diego... Ya no pue...- No logra terminar la frase y puja. Aprieta su mano junto a la mía mientras vuelve a respirar profundo- Vas... Vas a tener que ayudarme a tener el bebé, Diego.

Me desespero ante esta situación, no dejo de temblar y no sé que hacer. Es lógico que yo no voy a poder hacer lo que Roberta me pide.

Diego: No Roberta, sabes que yo no soy capaz, no quiero que te pase nada, no quiero que les pase nada, mejor te llevaré a una clínica rápido.

Lo Mejor De Mi Vida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora