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Alma...

Tan pronto me enteré de que Diego había sacado a los niños del colegio y además que tenía viviendo con él a una tipeja no me pude contener, estaba dispuesta a ir por mis nietos y traérmelos conmigo a casa.

Esperé paciente a que Franco saliera, porque él me dice que no me tengo que meter en esto que a Diego pronto se le pasará, que lo debo de entender, que está confundido y varios sermones de ese estilo que no estoy dispuesta a tolerar.

¡Dios mío! Es mi hija, como pretende que actúe normal ante las idioteces que comete Diego, Roberta está desaparecida, al menos con las fotografías esas corroboramos que sigue viva, pero yo conozco a mi hija y se que ella no abandonaría a sus hijos de esa manera, eso solo se lo cree un estúpido. Seguimos buscándola hasta debajo de las piedras, a ella y a Javier quien nos debe decir en que lugar la tiene.

Esos niños son mis nietos, son los hijos de mi hermosa Roberta y nadie puede prohibirme verlos. Luján ya me había conseguido un documento en el que específica que tengo derecho a visitarlos, se lo iba a llevar hoy, así que no tengo porque estar lejos de ellos.

Bajé del carro dispuesta a entrar a esa casa por mis niños. Me paré en la entrada, toqué el timbre varias veces y nada que me atendían, quería encontrarme de frente a esa mujerzuela aprovechada y decirle unas cuantas verdades.

Empecé a desesperarme por no recibir respuesta , pero no me iba a marchar de aquí sin ellos. Intenté llamarlos.

Alma: ¡Niños! -Grité mientras no desistía de tocar. -¡Niños!

Escuché un ruido detrás de la puerta y me retiré. Al abrirse la puerta vi a mi pequeño niño quien tenía la carita asustada, pero al darse cuenta que era yo sus ojos brillaron y su sonrisa se hizo presente.

Alex: ¡Abue! ¡Abue! -Saltaba en círculos y luego vino a abrazarme. Lo refugié en mis brazos, llevaba varios días sin verlos después de que a Diego se le metió esa estúpida idea a la cabeza. No sabía si reír o llorar, hacía ambas cosas.

Alma: ¿Cómo estás mi amor? -no dejaba de darle besos y acariciarlo. Era mi príncipe y después de tanto tiempo lo tenía de nuevo entre mis brazos.

Alex: Bien abue -Se limpiaba la cara por los besos que le daba y yo no podía dejar de sonreír, el corazón me palpitaba a mil.

Volteé a ver detrás de Alex y vi a las niñas, también se veían asustadas y habían estado llorando, lo sé porque no pueden disimular sus caritas rojas. Si esa mujer se atrevió a hacerles algo me las va a pagar. Además valiente cuidadora que ni ha aparecido. Estaban preciosas.

Karol: ¡Abuelita viniste! -Pasó las manos por sus ojos y después se lanzó a mis brazos muy sonriente. La abracé y llené de besos. Los amo tanto.

Volteé a ver a la otra princesa que estaba casi ahogada en sollozos e hipo, se acercó a mi y la abracé mientras sentía sus lágrimas mojar mi hombro. Estaba muy descompensada y Karen no era así.

Alma: ¿Qué tienes hermosa? -le acaricié la cabecita e intenté separarla de mi para verla a la cara, pero no quiso y siguió aferrada a mi.

Karen: No te vayas nunca- Su respiración era irregular y las palabras sonaron entre cortadas- no te vayas nunca abue pol favol.

Estaba muy preocupada por ella intentando consolarla hasta que una voz interrumpió desde arriba.

Belén: ¿Qué era ese escándalo afuera? -vi a la flacucha esa bajar las escaleras, sostenía el celular en la mano y llevaba los auriculares puestos.

Tan pronto escucharon esa voz mis otros dos nietos se aferraron a mi, las expresiones de sus caras reflejaban temor.

Belén: ¿Quién es usted?-mencionó con desprecio al verme- y ustedes mocosos ¡¿Por qué abrieron la puerta?! Es que son estúpidos, a caso no ven que se los pueden robar?! -se acercó amenazante a ellos, me interpuse y los hice a un lado.

Lo Mejor De Mi Vida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora