Cap.48

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Todo lo que restó de semana, Harry y yo la pasamos teniendo sexo, como mínimo, una vez al día, a la par que íbamos cambiando de lugar para realizarlo. Parecía que la lujuria y las ganas del uno al otro se habían apoderado de ambos. Ahora entiendo ese “Ya mejorará con la práctica” de Harry de la primera vez que lo hicimos. Cada vez que Harry y yo teníamos sexo, el dolor de la primera vez se iba haciendo más pequeño y el placer iba en aumento. Por lo tanto, el resultado siempre era beneficioso para ambos. 

También tengo que decir que el haber hecho el amor con Harry ha hecho que nos unamos aún más. Ya no tratándose solamente de una simple unión física, que también, sino algo más profundo y complejo que eso. Es algo que se transmite en una sonrisa, un dedo que pasa por tu espalda, una mirada. En definitiva, una conexión más profunda e intensa entre nosotros. Es el estar el uno con el otro sin nada que esconder, nada que ocultar. La verdad, podría describirlo de otra forma, pero nunca llegaría a dar con la “esencia” de ese sentimiento que tengo ahora cuando lo miro. Es como si no necesitara más en este mundo. Teniéndolo a él conmigo, lo tengo todo. Y, por otra parte, eso me da miedo y hace que de vez en cuando el sentimiento de agobio vuelva a brotar en mí. Pero entonces vuelvo a mirar a Harry y vuelvo a caer en las redes de su mirada. Es como el cuento de nunca acabar. La pescadilla que se muerde la cola. 

Normalmente Harry y yo nos dedicábamos a ir a alguna playa que no estuviera muy poblada de gente o de fans que pudieran vernos, aunque nos fue imposible no ser vistos y Harry tuvo que hacerse en más de una ocasión fotos. Un día me llevó a un club de campo en Beverly Hills, donde jugamos al golf (se me dio fatal, por cierto). Allí conocí a algunos de sus amigos con los que pasa el tiempo cuando viene por aquí. La mayor parte de ellos son más mayores que nosotros, rondando la mayoría los treinta y cinco años y más de una vez me pregunté por qué Harry no salía con gente más de su edad. No sé. Se supone que con las personas de tu edad son con las que mejor te entiendes. Pero cada uno elige sus amistades como quiere. No me malinterpretéis. Era gente simpática. Pijos, pero simpáticos. 

Algunas tardes, Harry se quedaba dormido o viendo la televisión, mientras que yo salgo a dar una vuelta y a conocer un poco más los alrededores (aún no me he encontrado con ningún actor o cantante). Hoy he salido un poco más tarde debido a que Harry me ha entretenido con… bueno… eso. Ya sabéis. Asi que allí lo he dejado, tumbado en nuestra cama durmiendo como un lirón. A veces me da pena dejarlo solo mientras duerme porque he de reconocer que se ve muy tierno así, pero hoy hace un sol de justicia y no puedo desaprovecharlo. 

Después de casi una hora recorriéndome las carísimas tiendas de por aquí, no he visto nada de acuerdo con mi presupuesto. Asi que lo único que se me ocurre hacer es comprarme un helado en un puesto y comienzo a caminar sin ningún rumbo fijo hasta que llego al Will Rogers Memorial Park y lo único que puedo pensar es por qué no he venido a este lugar con Harry, porque es simplemente precioso. 

Precioso, pero bastante grande, porque una se pone a andar y, para variar un poco, termina perdida. Hace algo más de hora y media que he salido de casa y no sé si Harry estará buscándome o seguirá durmiendo. Para salir de dudas, busco mi móvil en mi bolso y marco su número para que venga a buscarme porque no tengo ni una mínima idea de dónde estoy en estos momentos. Un pitido, dos pitidos, tres pitidos… “Hola, soy Harry en este momento no puedo atenderte pero deja tu mensaje después de la señal y te responderé tan rápido como pueda” Cuelgo y bufo, mientras ruedo los ojos. Este chico seguramente siga durmiendo cual oso en plena hibernación. Continúo andando hacia ninguna parte mientras me concentro en escribir un par de mensajes a Harry, pero mi plan se ve frustrado cuando  mi cuerpo choca repentinamente con otro a la vez que noto mucho frío en la parte delantera de mi tronco. Abro los ojos como platos y comienzo a gritar. 

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