3 de Diciembre.
El gélido aire del mes de diciembre choca contra mi cara blanca en mi camino a casa un día más. El duro invierno en Madrid se hace muy largo, al contrario que las horas de sol al día.
Entierro mi cara en mi bufanda de punto un poco más, si es posible ya.
Mi vida es un continuo estrés embutido en una aburridísima rutina diaria: instituto, entrenamientos, estudios, instituto, entrenamiento, estudios… las cosas en el voley no van muy mal, dentro de lo que cabe. Lo peor de todo está siendo el curso. Segundo de bachillerato era mucho peor de lo que podía imaginar. Sabía que era un curso duro, pero esto me está superando. No me gusta el momento en el que suena el timbre del colegio en señal de que podemos irnos a casa. En otro curso, ese hubiera sido el momento más esperado de todo el día pero, en estas circunstancias, solamente significa el tener que meterte en tu carto durante toda la tarde mientras haces todo tipo de tareas y estudias. Resumiendo, haces más que cuando estás en clase.
Tuve los exámenes hace un par de semanas. Por suerte he aprobado todas las asignaturas, pero no con las buenas notas a las que estoy acostumbrada, y estoy estudiando muchísimo, por lo que noto que mi esfuerzo no está siendo recompensado y eso es lo que más me fastidia de todo. El curso en general no me está sentando bien, ni física, ni psicológicamente. Desde que empecé a estudiar los exámenes hasta que los terminé, perdí unos cinco kilos y mi cara se llenó de espinillas como si fuera una zona altamente volcánica. No tenía un buen aspecto en absoluto.
Por otra parte, cada día me siento más desmotivada por todo lo que me rodea. No le encuentro ningún sentido a nada de lo que hago, apenas tengo vida social porque el estudio y el deporte me quitan la mayor parte de mi tiempo, y el poco que me sobra, lo utilizo para descansar.
Además de todo eso, el tiempo tampoco es que acompañe mucho.
De Niall hace una semana que no se nada de él. Desde que me fui de Ibiza, hemos hablado todas las semanas varias veces, o bien por whatsapp, o por skype. Parecía que todo era igual, nada había cambiado.
Pero según nos fuimos adentrando en el invierno, Niall comenzó a tener mucho más trabajo y estaba mucho más ocupado, al igual que yo. Apenas coincidimos en horarios, sin tener en cuenta las veces que se ha ido a países con hasta ocho horas de diferencia de aquí, con lo cual, se hace imposible la mayoría de las veces mantener el contacto. Ahora hablamos una vez a la semana, si eso.
Alguna vez Niall me envía alguna foto divertida de algún lugar donde ha estado, o alguna cosa que me hace reír, pero lo que es hablar, contarle mis cosas, lo que me pasa por la cabeza… eso ya no. Ya no tenemos esa conexión. Supongo que la hemos perdido por la falta de contacto. Eso es lo que realmente echo de menos de él, poder hablar de todo lo que me pasa sabiendo que no va a juzgarme y que me va a dar el mejor de los consejos.
Qué bien recuerdo aquellas tardes soleadas que ahora ha sido sustituidas por las más oscuras de las nubes, amenazando con la lluvia que está por caer sobre el suelo de Madrid.
Pero no soy de esas personas que se está quejando constantemente. No suelo manifestar este tipo de sentimientos. Yo soy de las que se los guarda hasta que algún día explota, sin más. Como si fuera la gota que ha colmado el vaso. Pero ese momento aún no ha llegado. No debe llegar.
Además, he de decir que no todo va mal en mi vida. Por suerte mis amigos siguen ahí para mí en cualquier momento que los necesite. En el instituto tengo a tres personas que se han vuelto muy importantes para mí. Los conozco de hace apenas un año y medio, pero se han hecho imprescindibles en mi día a día, son mi punto de apoyo en lo referente al instituto, y a otras muchas cosas más, personas en las que realmente confío. Por otro lado, también están algunos amigos de toda la vida, que siguen estando ahí, en las buenas y en las malas y, por supuesto, mis compañeras de voley, personas que se han hecho imprescindibles para hacer los días mucho más amenos y divertidos, gente con la que puedes compartir tu pasión, el amor por tu deporte.
Cada día me voy dando cuenta de quiénes son los de verdad y quiénes están de paso. Me he llevado algunas decepciones con un par de personas en los últimos meses, pero, si soy sincera, me alegro de que haya sido así. No quiero a nadie en mi vida que no se lo merezca. Al fin y al cabo, en las épocas difíciles solo están los que son de verdad.
También tengo que decir que algo ha cambiado en mi vida. Estoy saliendo con un chico. Su nombre es Jorge y va conmigo a clase. Es muy bueno conmigo y es muy atento también. Normalmente me acompaña todos los días a casa, menos los que tiene una hora más de clase que yo. Hoy es uno de esos días.
Jorge es una de esas partes de mi vida que me hace sentir completa. Con él me olvido de todo lo que pasa a mi alrededor, todos mis problemas se disuelven cuando reímos juntos, hablamos de cualquier cosa, o simplemente nos miramos. En esos momentos se para el tiempo para mí.
Llevamos saliendo un mes, aunque bueno, nos conocemos de toda la vida, asi que eso ha hecho que todo sea mucho más fácil para los dos supongo. A mí él siempre me ha gustado, pero nunca he tenido el valor para reconocerlo, y mucho menos para decírselo a él. Ahora me doy cuenta de lo tonta que he sido todo este tiempo, porque es un chico maravilloso. Fue él el que me pidió salir. Fue un un momento que no creía que iba a pasar nunca. Es ese tipo de momentos que los sueñas todas las noches mientras intentas dormir, imaginando qué te dirá él, qué le dirías tú... pero que sabes que en el fondo, nunca va a suceder en la vida real.
Por suerte para mí, sucedió y es una de las mejores cosas que me ha pasado últimamente sin ninguna duda.
Cuando estoy en mi casa haciendo los deberes para el día siguiente, recibo un whatsapp de Jorge diciéndome que quedáramos esta tarde, a lo que yo le contesto que no puedo, que tengo mucha tarea que hacer.
Me siento bastante saturada con el curso y solo estamos a mes de diciembre. No sé qué va a ser de mí el mes de mayo. Me dará algún ataque. Ya sabemos las fechas de selectividad, el temario de las asignaturas… ahora solamente queda prepararlo para que todo salga bien. Yo de verdad espero que así sea, que mi esfuerzo se vea recompensado aunque sea a largo plazo. Hay veces que pienso que no merece la pena, no veo resultados, y me desilusiono.
Gracias a mi familia y amigos que son los que más me apoyan consigo salir de esos pequeños baches y continuar con el día a día. Así es como me lo estoy intentando tomar.
Día a día.
Cada día me voy preguntando si la mayor parte de las cosas que hago merecen realmente la pena, y la respuesta que encuentro siempre es la misma. Sí. Un sí completamente grande y rotundo. Siempre he confiado en mi criterio, y creo que las decisiones que voy tomando cada día, por muy pequeñas que sean, son acertadas en la mayoría de las ocasiones.
Cada día es un nuevo reto para mí, un nuevo camino que nunca sabes muy bien dónde te va a llevar. Nunca sabes lo que un día te tiene preparado, por lo que tienes que estar listo para cualquier cosa.
Dos días después.
Acabo de terminar de ver una peli y me voy a acostar, que mañana tengo clase a las ocho.
Cuando estoy ya acostada en la cama, compruebo que tengo la mochila y la ropa preparada para el día siguiente. Miro el móvil por última vez para comprobar la alarma, puesta a las siete y cuarto de la mañana, exactamente igual que todos los días y apago la lamparita de mi mesilla.
Las mantas cubren mi cuerpo congelado de frío e intento dormir.
A los pocos minutos, noto cómo empieza a vibrar mi móvil desde la mesilla de forma continua.

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Destiny
Fiksi Penggemar¿Existe realmente el destino? ¿Nos da la vida "señales" sobre lo que debemos hacer? ¿Está el amor verdadero destinado a cumplirse o, por lo contrario, las cosas pueden complicarse y hacer que todo se salga por la borda?