Capítulo 10 - Primera Parte

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El consejo de guerra aun no lograba recuperarse de la perdida de Mariano, el único truco que tenían bajo la manga para poder enfrentarse a la bruja, y ahora también, a los Salvador.

Zarhana era la que más sufría. Se culpaba a sí misma por la situación, pero no lograba entender la posición de su hijo. Ella también había perdido a su amor, y sin embargo...

- Yo no fui a buscarlo al mundo de los muertos...

De pronto pensó: ¿Lo habría hecho de tener la oportunidad? Y muy en el fondo de su alma se respondió... "No". Amaba a Martín, pero no lo hubiera ido a buscar al mundo de los muertos, ya que si fracasaba ella también moriría y entonces Mariano quedaría solo... ¿O no era solo eso? Martín era... Martín. Testarudo, cansador, empedernido, pasional, pero... también era muy cariñoso, comprensivo y amable. ¿Por qué entonces no lo hubiera ido a buscar?

En el Lago Espejo, la bruma se espesó de nuevo y Abril habló.

- Es hora, Zarhana. Deberás enfrentarte al Lago para poder continuar aquí. Ya no tengo permitido ayudarte a ver, sino que debes ver con la capacidad de tus propios ojos, los ojos de tu alma.

Zarhana escuchaba en silencio. Sabía que este momento llegaría, pero nunca pensó que debería enfrentar al Lago sintiendo tanto dolor.

- Si no abres tus ojos, jamás serás bienvenida aquí. El Lago sabe y reconoce tus acciones valerosas y tu predisposición para con el Lago y sus huéspedes. Sin embargo, el Lago no te considera un aliado, sino una intrusa. Aquí, tus intenciones son valoradas, pero como todos los demás, deberás pasar la prueba para poder continuar aquí. Buena suerte. Nos veremos cuando regreses.

Zarhana no pudo decir nada. De pronto, era de día. Un enorme pastizal se extendía hacia el horizonte y parecía no tener fin. Algunos árboles distanciados todavía tenían flores, quienes, como bellas bailarinas danzantes, caían al ritmo de la brisa cálida de verano. Un niño de unos diez años y un apuesto hombre de unos cuarenta jugaban alegremente con ramas que simulaban ser espadas. Zarhana respiró hondo y se acercó a ellos.

- Buenos días, ¿cómo están?

- Hola, señora – dijo Mariano.

Un escalofrío recorrió la espalda de Zarhana. ¿"Señora"? ¿Qué demonios era todo esto? Obviamente esto era una ilusión creada por el Lago, pero, ¿a qué venía tanto maltrato?

- Hola, Zarhana – dijo el Martín.

Zarhana se compuso un poco. Al menos Martín si la reconocía. Esbozó una media sonrisa y preguntó:

- ¿A qué juegan?

- Le enseño a Mariano a manejar la espada, aunque me parece que es más hábil con las flechas – rio Martín.

- Iré a trepar aquél árbol, papá – gritó Mariano, intentando huir de lo que parecía ser una aburrida charla de adultos.

- Claro, hijo. Pero, por favor, tené cuidado.

- Sí, papá. Hasta luego, señora.

"Señora". En serio era muy doloroso

- "Mi propio hijo no me reconoce como su madre..." – pensó Zarhana.

Cuando Mariano se alejó, Martín interrumpió los pensamientos de Zarhana.

- Creo que debería disculparme...

- ¿Por qué?

- Por no haber confiado en nuestro hijo.

Hubo un silencio breve antes de que él continuara.

La maldición de Margarita (y todas las aventuras que vivió gracias a ella)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora