Capítulo 21

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- Mariano... - dijo la chica que venía a salvar a Mariano.

- Tú... ¡¡¡¿Qué demonios eres?!!! - gritó Margarita, quien, ante el abrazo de Mariano había dejado caer su escudo de maldición.

- Yo... Yo vengo a salvar a Mariano...

- ¡¿De qué?!

- De ti... Me dijeron que tú habías asesinado a su madre y que pretendías asesinarlo a él también... Yo...

- ¡¡¡¿Y por eso me atacaste?!!! 

- ¡¡¡Sí!!!

- Eres una estúpida. Vete de aquí. Que no te vea. Parece que te aprecia y por eso no te atacó también. Le diré que un ladrón quiso robarnos.

- Yo... Pero, yo...

- Vete de aquí si no quieres que yo realmente te mate. Tú eliges. 

- Yo...

La maldición de Margarita se activó de nuevo, pero esta vez la llama en sus ojos demostraba que la situación era peligrosa para la intrusa. Luego de dudar un instante, miró a Mariano en el suelo y se fue corriendo y llorando hacía la oscuridad que el sol todavía no tocaba.

Con el amanecer, Margarita vio que la herida de Mariano era severa. Sin esperar un momento más, activó la maldición para curarlo, pero un choque eléctrico la alejó de él.

- ¡¿Qué?!

La marca en el brazo de Mariano había comenzado a brillar debajo de su manga, pero Margarita no la veía. Lo intentó de nuevo una y otra y otra vez, pero no podía curarlo. La sangre seguía fluyendo, y pronto Mariano moriría si Margarita no hacía nada al respecto... 

- No, no, no, no, no, no, no, no, no... Mariano, por favor. Dejame curarte. Por favor... Vas a morir...

Pero Mariano no hacía nada... No reaccionaba... Y aún así no dejaba que Margarita lo curara.

- Mariano... Sé que te he lastimado mucho, pero es por una razón... Por favor, necesito que confíes en mí y me dejes curarte.

Nada.

Margarita comenzaba a desesperarse. No sabía qué hacer. Intentó frenar la hemorragia, pero ni siquiera eso podía hacer. Entonces, ya al borde de la locura, se tiró al suelo a llorar. Sin pensarlo, su maldición comenzó a brotar de todo su cuerpo. La energía que brotaba de cada marca estaba fuera de control. 

- No te voy a dejar morir... Aunque muera en el intento... Vas a vivir, te guste o no...

Y Margarita corrió hacia Mariano con los ojos vidriosos, apenas viendo por donde iba y se lanzó hacia él. No hubo rechazo. Margarita se aferró a Mariano con todas sus fuerzas y llorando creó un campo de fuerza que no le permitiría alejarse de él. La maldición comenzó a entrelazarlos y cubrirlos. Sentía como si fuera a ahogarse, pero no le importó. En cuanto supo que no se podría alejar de Mariano, Margarita se relajó y dejó que la magia de su maldición actuara... Solo que esta vez habló con ella:

- Por favor - le pidió - ayúdame a salvarlo... No quiero que se muera. Por favor, maldición... Ayúdame a curarlo...

Y la maldición así lo hizo. La conocida luz dorada comenzó a emerger de debajo de las marcas y se sentía la calidez que emanaba. 

- Finalmente... Lo logré... Te dije que no te dejaría morir, estúpido... Te dije que no lo haría...

Margarita se durmió junto a Mariano en el abrazo forzado en el que habían entrado, y pronto la maldición fue cediendo a medida que el peligro pasaba. La marca en el brazo de Mariano brillaba azul intensamente. Sin quererlo, comenzó a unirse a las marcas de Margarita y ambas hacían un "cortocircuito" muy leve. Así se comunicaban las marcas. Provenían del mismo lugar pero pertenecían a distintos dueños. Por unos momentos las marcas bailaron una danza que solo ellas entendían. Al terminar, se agradecieron mutuamente y en su mayoría, se fueron a sus respectivos dueños, excepto por dos círculos. Estos dos, rebeldes y animados, decidieron intercambiar lugares. De ahora en más, Margarita tendría una marca que brillaría azul y Mariano una que brillaría dorada. De ahora en más, las marcas se habían vuelto una y el contrato se había transformado. Ya no era un contrato. Era una unión. 

La maldición de Margarita (y todas las aventuras que vivió gracias a ella)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora