Capítulo 16 parte 4

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- ¿Qué es quién...?

- La reencarnación del primer Salvador... Viene a la Tierra de los vivos cansados de la forma de vida que tienen los Salvador en la actualidad. Su misión es acabar con ellos y con todo aquel que se atraviese en su camino. Después, establecerá su poder, tal y como lo hizo en su vida pasada, asesinando al Rey y forzando su dominio sobre todo y todos, pues todo aquel que se rebele contra él simplemente será asesinado...

- Pero, ¿cómo sabés todo eso? ¿Y cómo sabés que tu hijo es esa reencarnación...?

- Soy una bruja diferente, como podrás ver... Yo... Tengo una relación especial con el mundo de los muertos. Mi poder me llevó allá en varias ocaciones... Es dificil de explicar, pero, para poder salvar a muchas personas tuve que volver al reino de los muertos a buscar sus almas. No siempre pude hacerlo, pero hubo ocaciones en las que sí. Allí conocí al Primer Salvador y él... Me miró y me dijo que yo era la indicada para esta misión. Nunca entendí a lo que se refería, pero un día, después de volver del mundo de los muertos supe que estaba embarazada... Y pude sentir la energía de esa alma dentro de mí.

- Pero... ¿Cómo...? No lo sé... Yo... No lo sé...

- Y... ¿A quién fuiste a buscar...?

- A mi hermana, Cervera. Sentí que había muerto y de pronto comencé a sentirme extremadamente mal... Puede haberme hecho muchas cosas, pero es mi hermana y no iba a permitir que muriera si yo podía evitarlo...

- Entonces, mi madre... ¿Está viva...? No puede ser... Esto... ¡Demonios!

- Es tu madre. No puedes hablar así de ella.

- Puedo si quiero. Puede haberme dado a luz, pero eso no la convierte en un ser querido para mí. Lo único que hice a su lado fue sufrir, llorar y perder a mis seres amados. Ella se encargó de destruir todo lo bueno que tenía mi vida, y luego intentó deshacerse de mí. Esto debe parar, o acabará asesiando a mi familia... A mi verdadera familia. No lo permitiré.

- No te enseñaré nada que pueda dañar a mi hermana...

- Entonces, no necesito tu ayuda. Iré a salvar el presente de la manera que considere mejor.

- Sos... Muy decidida...

- Sí. Ahora sí.

- No me acordaba que fueras así. El día que te conocí tus mirada me impactó. Sentí que eras alguien especial pero solo vi cansancio en tus ojos. Eras peligrosa pero ya no querías saber nada más... Pensé que al maldecirte yo... Acabaría con tu vida de una forma más humana y pacífica, y ahora... Las cosas ya no son como creía.

- No quisiste salvar a Jacif. Me ofreciste como sacrificio y por eso llegué aquí.

- ¿Que yo hice qué?

- Cuando lo conocí, el gran hombre me dijo que te rehusaste a curar a su hija de un extraño mal, y por esa razón terminaste diciendole que yo podía salvarla... Él sabía que mi maldición me daba un poder, el poder de sanar a otros...

- Eso es imposible. Yo jamás le he dicho eso a nadie. Nunca he revelado el verdadero color de mi magia, o sino, todos los maldecidos que he dejado caminar en la via del señor se sentirían extaciados de tener semejante poder, cuando lo que busco es que sufran...

- Pero el gran hombre me dijo que... Vos le habías dicho eso... Que te amenazó con cortarte las piernas... Porque no le diste la poción para curar a Jacif...

- ¿Ves? Yo no hago pociones. No fui yo.

- Pero, entonces, ¿quién más podría...

- No lo sé. Tampoco es mi problema. Pero mira, Salvador. Vos salvaste a mi hijo y por eso te debo una. Responderé sinceramente solo una de tus preguntas con respecto a la maldición. Después de eso, no hay nada más que pueda hacer por vos.

- ¿Me lo dirás inclusive si con ayuda de esa información tu hermana muere?

- Sí. No me presiones demasiado, pero sí. Lo que hiciste no tiene precio y debo pagar lo que haga falta para saldar mi deuda.

- Gracias.

...

Margarita se subió al carruaje de la bruja. No sabía si su plan funcionaría, pero estaba dispuesta a darlo todo por intentarlo.

Mientras tanto, Mariano estaba frente a una difícil situación. Con todo su corazón quería ayudar a la Margarita de ese momento, pero el niño se alejaba cada vez más rápido. Al mirar a Margarita, notó em sus ojos que no había brillo en su mirada... Un velo gris cubría su rostro, y la pena y la amargura que ella sentía dolían como nada en el mundo, Mariano sentía que era peor que las penas que ya había atravesado, y eso era decir mucho.

- Lo siento. Todavía no es mi momento de ayudarte, pero te prometo que en el futuro me aseguraré de que seas feliz. Lo prometo.

Y Mariano corrió detrás del niño hasta alcanzarlo.

La maldición de Margarita (y todas las aventuras que vivió gracias a ella)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora