Capítulo 9

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Ah, ¿cómo les digo que no estoy muerta? No puedo moverme. No puedo hacer nada. Mi cuerpo no me responde. Ni siquiera soy capaz de llorar. Mis patéticas lágrimas apenas lograron llegar al portal de mis ojos, pero no salir...

Quise decirles, lo intenté con todas mis fuerzas, pero no puede. Quise decirles que no fueran al mundo de los muertos, porque no me iban a encontrar, pero no lo logré, aunque la angustia que sentía me oprimía el pecho treméndamente...

Ah, soy muy egoísta. No puedo hacer nada, pero sin embargo disfruto de este momento. Ir en su espalda es lo más reconfortante que he sentido en años. Me siento tan tranquila y en paz. Sé que puedo contar con que él me cuidará hasta el final. Ah, qué alegría siento. Wow. Pude hacer algo más. Pude cerrar mis ojos. Y yo, tan solo disfruto de la paz que acabo de encontrar tan repentinamente. ¿Por qué será que me siento así?

   - "Gracias" - susurré en mis pensamientos.

Espero que me haya escuchado.

Todo estaba listo. Mirth le explicó a Mariano como serían las cosas.

   - Tengo que advertirte dos cosas. Una, tenés solo cinco minutos para ir y volver. Ese es el periodo de tiempo máximo que puedo abrir el portal y cuidar que no los pierda en el camino. Dos, durante ese tiempo, me volveré realmente una cíclope y no podré ver nada más que el mundo de los muertos y a ustedes del otro lado. No voy a tener idea de lo que suceda de este lado, así que te ruego que tengas mucha precaución en caso de que algún intruso entre sin permiso o nos tienda una emboscada cuando salgan.

   - Muy bien.

   - Ahora, por favor, te pido que cierres lo ojos. Cuando entres, simplemente decí su nombre y ella debería aparecer de inmediato. No intente alejarte o si no, no podré traerlos de vuelta si ocurre algún problema.

   - Muy bien.

Mariano cerró los ojos.

   - Contá hasta cinco – dijo ella -. Después, simplemente, entrá.

Él hizo cual se le dijo. Contó hasta cinco, abrió los ojos y vio enfrente de él una cortina negra muy liviana que parecía flotar en el aire.

   - La puerta.

Se acercó a ella y, de pronto, la tela los absorbió y de un momento a otro se encontraron en una tierra de los muertos. Era muy parecido al lugar donde estaban, solo que sin sol, nubes, ni olor a mar. Solo neblina; una neblina que cubría todo. Tal vez no era una neblina tan densa como la de la tierra de los vivos, pero sí era más fría y daba más miedo. Parecía que en cuanto la neblina te atrapara, no podrías volver a salir jamás.

Nada de eso importaba. Su plan era claro. La buscaría, utilizaría un hechizo para volver a conectarla con su cuerpo y regresarían. No tenía muy claro qué haría con la maldición de Margarita, pero sabía que en brazo tenía la prueba de que podía detener la maldición. Esta vez lo haría mejor que antes y no volvería a perderla. Respiró hondo. Solamente tenía una oportunidad.

   - Margarita Salvador – dijo y esperó.

Pero ahora, ¿qué es eso que escucho? ¿Me está llamando? Pero si yo... Yo estoy acá.

Quiero llorar, pero no puedo. Mis ojos, no puedo abrirlos. ¿Qué hago?

   - "Por favor" - digo en mis pensamientos - "díganle que yo estoy bien y ayúdenlo a salir de aquí sano y salvo".

No tuvo que esperar mucho. Unos segundos más tarde, tres figuras se aparecieron delante de él. Tres hombres, distintas edades. Margarita no estaba entre ellos.

La maldición de Margarita (y todas las aventuras que vivió gracias a ella)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora