Capítulo 29

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Margarita durmió desde el momento en el que supo que ya nadie corría ningún peligro; Mariano seguramente estaría inestable mentalmente hasta que se terminara de recuperar y regresara a la realidad, pero nada más.

Sin embargo, dentro de Margarita, las cosas no andaban tan bien como se veían por afuera. La aparición de una tercera Margarita en este mundo (aunque fuera uno mágico), le dio la pauta de que debería solucionar las cosas entre la Margarita buena que quería salvar a todos, y la Margarita Salvador de cabello blanco y corto que apareció en la Montaña de Cristal y ahora dominaba el cuerpo de Margarita. Hasta ahora, la Margarita de cabello blanco no se había percatado de su propio cambio, pero en este momento ella no era tan ruda como era antes. Las emociones que sintió viviendo como Margarita la inhibieron de continuar castigando a Mariano, a Jacif y a cualquiera que estuviera con ella. Era muy consciente de que no había podido mantener la distancia que buscaba en un principio y tampoco pudo hacer que Mariano la odiara como ella había querido. A pesar de tener una relación más estrecha con su maldición, que era una de las características más distintivas de su persona, poco más la diferenciaba de la otra Margarita hoy en día. Sabía que la otra Margarita estaba escondida y sabía que ella no había hecho nada para meterse en lo que ella hiciera. El cambio en su personalidad ocurrió solo, espontáneamente, y eso la confundía. Por un momento fue como si no hubieran intercambiado lugares. ¿Dónde había quedado todo el odio que sentía hacia su otra parte? ¿Por qué ya no le dolía todo el mal que ella le había causado? ¿Por qué, por momentos, actuaba como ella?

Y sí. Son la misma persona. Pero a la vez, no lo son.

Había que aclarar este asunto, y ya era el momento de hacerlo. ¿Quién sería la que quedaría al mando? ¿La maldecida? ¿La Salvador? ¿Ambas?

Así fue como, gracias a Dori que la cubría para que nadie la viera mientras la curaba, Margarita, la verdadera, se enfrentó con la Margarita escondida, la que, según ella, su hermano amaba; la que le había cedido su lugar sin oponer resistencia; la única que no le temió la primera vez que ella apareció.

Y ambas se reunieron en una especie de salón que apareció en la mente Margarita, salón que sabían, conducía directo al corazón, al cuerpo y al mando de la mente. Era como el salón de reuniones, como los que la gente de los puestos más altos de una jerarquía usa para juntarse a debatir antes de decidir asuntos de extrema importancia, para luego tomar a sus posiciones correspondientes. Solo que aquí, luego de algunas horas, no habría personas. De este salón saldría solo una de ellas. Ni Dori, ni el primer Salvador podían entrar en ese salón. Ni siquiera yo podía, incluso con mi maldición. Nadie supo lo que sucedió hasta que Margarita despertó y se pudo ver su mirada.

Mariano la vio despertar. Y notó que había algo diferente en su mirada.

- ¿Quién eres? – le preguntó Mariano.

- Soy Margarita. Hace mucho que no nos vemos.

- Tú... ¿qué te sucedió?

- Yo... Tenía muchas cosas que aprender, y bueno... Pero estoy de vuelta.

- No eres Margarita. Deja de mentir – le dijo Mariano con una gran seriedad.

- ¿Qué dices? Yo soy...

- ¡Basta! ¡Deja de usar así su nombre! ¡En este momento quiero que te quedes en donde estás y no te muevas!

- Pero, ¿qué....?

Mariano corrió y en un segundo estuvo al lado de Margarita. La tomó por los hombros, la miró a los ojos y la besó.

Margarita no se resistió.

La maldición de Margarita (y todas las aventuras que vivió gracias a ella)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora