「Recuerdos」

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Podría haber sido por la tarde, tal vez era de noche. No tenía manera de saberlo. La oscuridad invadía su soledad, todo teñido en gris y rojo.

Hacía frío, pero por su cuerpo fluía una calidez inconstante, tiñendo sus ropas y las hojas secas sobre el suelo con ella. A su alrededor los árboles se extendían hasta donde su vista podía alcanzar, muchas figuras grises yacían bajo ellos.

Su cuerpo dolía, sus ojos ardían y cada vez se sentía más somnoliento mientras su respiración se apagaba.

Sabía que en medio de aquel vacío, ese sería su último aliento.

“¿Tengo que arrepentirme de algo?”

“No hay cosa de la que no me arrepienta.”

En ese momento miles de escenas cruzaron por su cabeza. Una pequeña figura que nunca miraría crecer, una figura cuidando de otra, risas, licor, lotos y un canasto de nísperos frescos.

En el último instante, una voz se escuchó al fondo de sus pensamientos.

“Ridículo".

Una ligera sonrisa se formó sobre sus labios mientras el frío se apoderaba de su cuerpo, haciendo que cada vez aquellas figuras se volviesen más lejanas hasta perderse en la nada. Sus ojos finalmente cedieron, y él cayó profundamente dormido.

El abrazador frío que envolvía su cuerpo lentamente se convertía en una calidez única, gentil, sensible.

Esa calidez sin nombre nunca se desprendió de él, en ningún momento.

Cuando sus ojos volvieron a abrirse, un techo de madera saltó a su vista. Al girar su cabeza, había una mesa a su lado, junto a ella un banco, de frente una puerta y bajo él una cama. Estaba ¿en una habitación?

¿Qué hacía allí? ¿Cuándo había llegado? Y ¿por qué su cuerpo dolía tanto?

Intentó ponerse de pie, pero tan pronto como lo hizo, un fuerte dolor se esparció por todo su cuerpo. Sus piernas estaban muy débiles, sus brazos y abdomen vendados, y su cabeza pesaba. Parecía que estaba más herido de lo que podía imaginar.

Mientras pensaba en cómo podría haberse metido en esa situación, una mujer de edad entró a la habitación con un poco de agua y algo de sopa. Dejando la bandeja sobre la mesa, se aproximó a él y se sentó a su lado.

—Estás despierto, ¿cómo te sientes?— La mujer preguntó.

—¿Dónde estoy? ¿Por qué.. mi cuerpo duele tanto?

Intentó sentarse sobre la cama, pero la mujer se lo impidió. Sabía que era doloroso y no quería que su cuerpo lo resintiera.

—Mi esposo y yo te encontramos en el bosque, estabas tan herido que no sabíamos cuándo despertarías.
Habíamos salido a dar una caminata cuando te vimos e inmediatamente te trajimos a casa.

Así que sí estaba herido, pero no podía recordar el motivo. Su cuerpo tenía cortes profundos y superficiales, igual que agotamiento excesivo. No era de extrañar que se quedara dormido.

—Ahora que estás mejor, ¿puedes recordar lo que pasó? ¿De dónde vienes o quién eres?

—Yo soy...

Antes de poder decirlo, simplemente se quedó en blanco. Había olvidado todo. ¿Quién era? ¿De dónde venía y qué había pasado?

Ya no lo sabía. Estaba confundido y todo era borroso. Su cabeza comenzó a doler, tan fuerte que lo obligó a levantar su brazo y posarlo sobre ella.

—Yo no puedo recordarlo.. ¿quién soy? ¿por qué estoy aquí? ¿qué fue lo que pasó?

Su cabeza comenzó a dar vueltas, estaba incómodo, confundido, impotente.

Estaba a la defensiva, sin embargo tan pronto como lo rectificó, su cuerpo se destensó.

Aquellas amables personas habían cuidado de él, tal vez sin dormir, esperando a que despertara. Habían salvado su vida, aún cuando él era un nadie.

—No puedo recordar quien soy o siquiera qué soy.. sin embargo, estoy muy agradecido.. de no ser por ustedes, seguro estaría recogiendo margaritas.— El chico sonrió y tomó asiento ignorando su dolor.

La mujer sonrió con su optimismo.

Con el paso de los días, la familiaridad entre ellos creció. Dejaba que limpiaran sus heridas y que conversarán más abiertamente con él. Como no sabían su nombre y él no podía recordarlo, comenzaron a llamarlo Yue Guang, dándole su apellido.

—Señora, ¿puedo ayudarle? Eso parece pesado.

—Por favor, te lo agradecería mucho.

Con el pasar del tiempo, cuando sus heridas dejaron de molestar, Yue Guang comenzó a ayudar a sus salvadores. En veces ayudaba a la señora a ir de compras, y otras ayudaba al señor a cuidar su campo de cultivo y a cortar leña.

Había intentado ayudarles en la cocina, pero parecía tener un estómago muy fuerte, pues sólo él podía comerlo sin resentirlo.

—Cough, cough, deben tener un gusto muy fuerte en donde solías vivir.

Comentó el señor mientras tosía y bebía agua para calmar su garganta.

—¿En serio? A mí no me sabe mal..

Aunque Yue Guang no lo comprendía, sabía que lo mejor era dejar la cocina en manos de sus mayores. No quería ser una molesta, así que dejó de intentarlo.

Cada día se sentaban juntos en la mesa. Nunca supo el motivo, pero ver sus figuras siempre le resultaba familiar.

Con el pasar de los años, aquel par de figuras en la mesa comenzaron a volverse grises. Su piel comenzó a marchitarse y su cabello perdió pigmentación. Sin embargo, ni siquiera con eso, Yue Guang pensó remotamente que algún día faltarían en su mesa.

Siempre salía a pescar algunos peces para ellos, o a desenterrar algunos vegetales. Cuando él llegaba, ponía la mesa y servía la comida. Nunca faltaba nada. Nunca pensó que faltaría nada.

Eso quiso pensar.

—Señor Yue, ¿está todo en orden?— Al notar que Yue Guang había tardado en el baño, Mo Xuanyu pensó que algo malo podría haber ocurrido, por lo que se acercó y comenzó a tocar la puerta mientras lo llamaba.

Yue Guang se despertó. Se había quedado dormido en el barril mientras tomaba un baño.

El sueño que acababa de tener era tan real que por un momento se había perdido en él. Hacía un tiempo que no soñaba con el pasado, aunque eso ya no importaba.

Salió del barril y se secó con la toalla, entonces se vistió y salió a la cocina.

—Estaba teniendo un sueño agradable.— Se estiró y bostezó. —¿Por qué me despiertas?

Cuando llegó a la cocina se encontró con Mo Xuanyu sentado frente a la mesa, con la mesa puesta y la comida servida. Parecía haberlo estado esperando, por lo que la comida estaba intacta y fría. Yue Guang sólo sonrió y se sentó en frente suyo.

—¿Estuviste esperando por mí? ¿Por qué no simplemente comenzaste sin mí?

—Siempre es mejor comer acompañado.. usted me lo dijo.

Tal vez el par de figuras grises nunca volvería, pero ahora había una nueva figura en la mesa. Ésta vez se encargaría de agradecerlo de la manera adecuada.

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